¿Qué tan irrelevante será la inseguridad en el voto 2024?

Ernesto López Portillo
03 septiembre 2023

¿Cuántas veces has decidido tu voto aprobando o censurando una política de seguridad? ¿A cuántas personas conoces que lo han hecho? Cualquiera podría pensar que hay una relación obvia entre los resultados de un gobierno en seguridad y el voto; no es el caso. Nada de esto es obvio y de hecho estamos encontrando indicios múltiples de lo que podría ser una muy mala noticia: la inmensa mayoría de la gente quizá decide su voto por razones que tienen que ver poco o nada con las condiciones de seguridad o inseguridad en las que viven.

¿Por qué es una muy mala noticia? Porque algunos gobiernos podrían venir aprendiendo que son otras las pulsiones detrás del voto, de manera que hacerlo bien o hacerlo mal en seguridad puede pasar a segundo plano en la lista de prioridades. Insisto, esto puede parecer contrario a la intuición, pero la escasa investigación, la evidencia sistematizada insuficiente, el análisis precario y la casi inexistente deliberación pública al respecto no nos permiten concluir nada, si bien algo parece claro: es posible que un gobierno sea popular y a la vez repruebe en seguridad, cual es el caso de la presidencia de López Obrador.

Desde la demoscopia, hace tiempo se ha afirmado que la violencia influye poco o nada en los resultados electorales. Una investigación analizó los resultados de Nuevo León en 2009 y concluyó que “la alta percepción de inseguridad ciudadana y las cifras de ejecuciones en narcotráfico, no tienen un efecto determinante para un resultado electoral adverso”, habiendo retenido la gubernatura el PRI.

El asunto es mucho más complejo de lo que parece si se indaga cómo juegan las emociones y la razón en la decisión del voto: “algunos estudios recientes indican que es altamente factible que la intuición y las simpatías por un candidato primen sobre la supuesta valoración racional y reflexiva del programa o de la plataforma electoral de la formación política a la que pertenece. De hecho, se considera que la justificación racional se hace a posteriori de la toma de decisión, ante los otros e incluso frente a nosotros/as mismos/as”.

Muy interesantes reflexiones han identificado la decisión del voto “sobre la base de imágenes y ‘las imágenes constituyen en realidad representaciones políticas simplificadas y esquemáticas’ que tienen contenido político... Las imágenes pueden ser definidas como... atajos en términos de reglas informales de pensamiento que simplifican el procesamiento de la información y el proceso de toma de decisiones”.

¿Qué quiere decir todo esto? Son apenas algunas viñetas de algo extraordinariamente complejo: qué pensamos y qué sentimos antes, durante y después de votar. En el Programa de Seguridad Ciudadana de la Ibero CDMX estamos buscando respuestas porque lo que tenemos a la mano nos hace dudar cada vez más de que el voto en efecto reprueba la crisis de violencias e impunidad o en su caso aprueba la reducción de ambas. Es más, nos han explicado que hay evidencia empírica que confirma la resignación y personas que han asesorado campañas por décadas nos explicaron recientemente que, en efecto, la mayoría de la gente de todas maneras no espera ya mejoras en este y otros temas.

Así que, en lo que hace a la intención del voto y colocando a un lado los contextos donde el voto es de alguna manera cooptado de manera directa por poderes criminales, tenemos que dudar de la relevancia de las crisis de violencias e impunidad en las elecciones, primero, porque en algunas partes ha sido comprobada la disociación entre la experiencia de las personas en contextos de alta violencia y delincuencia y el sentido de su voto y, segundo, porque un gobernante puede ser popular cuando su política de seguridad es impopular.

Imposible terminar sin una pregunta más: ¿qué saben de todo esto las personas que aspiran a cargos de representación y, en su caso, cómo lo usan?