¿Qué libro le compro a un niño?
Si eres escritor, maestro o promotor de lectura, constantemente te hacen esa pregunta. Y constante-mente yo mismo me la formulo.
Aunque siempre el origen de ese cuestionamiento es una circunstancia social, realizada por personas que desean salir airosos del compromiso, hay mucho de reflexión detrás de esta decisión; más compleja y quizá, más determinante que el color de un vestido o el tipo de videojuego.
Hay libros que se vuelven un regalo fácil si son para adultos y si estamos al tanto de las modas. Sea El anhelo de vivir, biografía novelada y muy libre de Van Gogh en la primera parte de los 90 y, luego, El código da Vinci. Ahorita los de Frida Kahlo llenan bien el expediente.
Si respondo con mucha exigencia a la pregunta, la gente escucha pacientemente y piensa para dentro, “mejor le compro un celular”.
Objetivamente, la consulta tiene muchas ramificaciones. Porque no siempre el destinatario tiene una edad promedio. No es igual regalar un libro a un niño de 6 años o a un adolescente de arrebatados e hiperactivos 11.
Todos tienen su rango. Incluso existen libros para bebés. Hechos de plástico reciclable para que los puedan mojar o de telas suaves al tacto. Algunos hasta con dispositivos que hacen sonidos. Recuerdo que mi hijo le aterrorizaba de infante uno que le traje de Oaxaca que, al oprimirlo, sonaba como un personaje jaguar.
Pues aquí va mi respuesta, pensada para los padres de familia, para la tía o la madrina obsequiosa que desea dejar una impronta positiva en un infante a quien aprecian. No le compren un libro: vayan con él a una librería y vivan juntos esa experiencia.
Ese es el mejor ejemplo, enseñarlos a acudir a la fuente, otra forma de aplicar el famoso refrán de qué “regálale un pez a una persona y comerá un día, pero si le enseñas a pescar lo hará siempre”.
Para empezar recorran juntos los pasillos, vean títulos y comentarlos o ríanse de ellos (“Dios mío, hazme viuda”, etc) como una forma de hacer memorable la visita. Yo fui con mi hijo el viernes y se quedó analizando el título de “Piense y hágase rico”, recalcándome que, en ningún momento, el título ofrecía hacerse rico pronto.
¿Por qué es importante ir a la librería? No es igual a que él reciba el libro en una fiesta como un regalo más, entre el cúmulo de tributos comunes, a que la persona que lo aprecie lo acompañe en el reto y la oportunidad de conocer diversos mundos.
Eso nos permite entender uno de los fracasos en la mercadotecnia de lectura, aunque por fortuna las librerías se están volviendo sitios más amables, con decorados más atractivos.
Algún día tendremos librerías como en otros países que ofrecen sillones y sofás cómodos para que la gente lea o pase un rato ahí, por no hablar del concepto de cafetería incluida.
A ver, expliquémonos cómo una sociedad afectada por la inflación sigue yendo a los templos del café a comprar una taza de más de 80 pesos. Años y años, en este país sólo se consumía el café instantáneo, y no era raro en las casas ver al frasco de Nescafé al centro de la mesa, cuál florero simbólico.
Hoy con el triunfo de la mercadotecnia la gente pide un “latte deslactosado” con dos de Splenda o una mezcla africana exótica y cara. Y acepta darle su nombre o su apodo con una sonrisa a un desconocido que, gracias a la aplicación, se vuelve cómplice.
Convertir la experiencia del café en un ascenso de status y la estancia en un lugar privilegiado y homogéneo fue lo que permitió ese cambio de actitud.
El café siempre fue más caro en Estados Unidos y Europa porque era artículo de importación; ahora México que es un productor consume más café a mayor precio, y su clase media disfruta más comprando el de Costa Rica o el de Colombia
Así fue cómo las cafeterías se volvieron sitios de distensión y lograron que fuera parte del ciclo del éxito aparecerse en un sitio con un vaso con logotipo y nombre.
Algún día algo similar será irrumpir con un libro recién comprado; por eso librerías Gandhi llegó a crear bolsas amarillas llamativas con frases ingeniosas.
Pero volvamos al libro que le va a comprar a la criatura. En primer lugar no piense que el libro sea una extensión mejorada o fiel de usted. Si usted es psicólogo, no quiera que se lleve un libro sobre inteligencia emocional en niños o si es científico, algún libro aburrido de volcanes.
Cómprele lo que quiera. Si pueden ir a una librería, déjelo que escoja a su gusto, aunque toque algo que para nosotros es basura y sea muy caro, cómpreselo. Es una lección y ejemplo que no se olvida. Así se empieza a perfilar el gusto.
Y por último si quieren que la experiencia sea más inolvidable, cómprele en ese momento el libro que decidió, tome nota de cuál es el otro libro que le agradó pero que no obtuvieron, y vuelva a la librería a comprarlo usted solitariamente y lléveselo a la fiesta.
Así dejará doble huella. Y no solo en las fiestas: haga esta rutina cada dos meses o, de perdida, ahora que vienen las vacaciones.