Procesos y lecciones

Vladimir Ramírez
04 diciembre 2020

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@vraldapa

 

A 11 días de que el Congreso local convoque a elecciones en Sinaloa, el entusiasmo y las pasiones de la competencia electoral se avivan y con ellos las apuestas en el juego político de la asignación de candidaturas. En el caso de Morena, entre hoy y mañana en la sede nacional del partido la Comisión Nacional de Elecciones recibirá la documentación de los aspirantes, ahí se sabrá de los pretensos, de los que con posibilidades reales competirán y los que por estrategia se anotan para sortearse en el resto de las candidaturas una que se les acomode, o para entretejer en la contingencia, la viabilidad de obtener algún cargo público que brinde proyección y vigencia política en la entidad. Esta es la ruta lógica históricamente transitada por la clase política, una “unidad” en función de los acuerdos para garantizar el triunfo electoral, el proyecto de nación y demás retórica políticamente correcta. Lo demás, es lo de menos, simples requisitos, protocolo y trabajo electoral; como era antes, previo a la caída del presidencialismo hegemónico.

Nada nuevo, y nada que se le parezca al cambio esperado, al menos en esta parte en la que Morena en Sinaloa escribe su propia trama histórica y política. Es simple de entender, pues al momento no han marcado su diferencia de los partidos tradicionales, especialmente de las costumbres democráticas a la hora de elegir candidatos, aunque habría que precisar que con algunas diferencias notables y hasta cierto punto contradictorias, consideradas como políticamente, si estamos de acuerdo con ampliar el entendimiento de don Jesús Reyes Heroles, cuando afirma que en política la forma es fondo. Por ejemplo:

Después de casi dos años y medio del triunfo de Morena en Sinaloa, con los tres ayuntamientos más grandes, la mayoría del Congreso local, el total de las diputaciones federales, dos senadurías y la coordinación estatal del Gobierno federal, no lograron ponerse de acuerdo para constituir un partido estatal con sus comités municipales, distritales o vecinales que pudieran brindar identidad y certeza a todo aquello que representó el 1 de julio de 2018, un partido que correspondiera a los miles de votos que recibieron como cheque en blanco y como prueba de fe y esperanza, al llamado que hizo el entonces candidato y ahora Presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, cuando convocó al pueblo de Sinaloa a votar por él y por todos los candidatos de Morena y sus aliados. Paradójicamente, hoy están decidiendo candidatos para un partido que estructuralmente no existe en Sinaloa. Esto no es políticamente correcto. No corresponde a una moral democrática en un sistema de partidos.

Hoy 4 de diciembre inicia el proceso de selección de candidatos en Morena, donde la convocatoria, lineamientos e invitaciones a participar se decide y se controla por una estructura nacional del partido en la Ciudad de México; como era antes, cuando estas prácticas eran comunes en el PRI, entonces partido mayoritario, en el que cada candidato, se decía, era “palomeado desde arriba”, una cúpula política encabezada por el Presidente de la República. En aquellos años, también se consideraban los sondeos de opinión, aceptación electoral, relación con algún sector y cercanía con el Primer Mandatario. Igual ahora, como lo era antes, la forma sigue siendo el fondo.

Hace días se reunieron los alcaldes de Mazatlán y Culiacán, dos senadores de Sinaloa y la coordinadora de los diputados federales con el presidente nacional de Morena, ahí pactaron la unidad política del “partido” para el 2021. Es obvio que se refiere a la necesaria “unidad” frente a la elección y no a otra circunstancia, ni objetivo, pues es evidente que tuvieron tiempo suficiente para trabajar incorporados a los objetivos de la 4T, pero no fue así. Los conflictos internos y desencuentros entre ellos son conocidos públicamente. Una de las razones por las que no había unidad durante este período fue para evitar compartir espacios políticos y privilegios en las posiciones ganadas. Distinto hoy que se trata de repartir y recibir nuevas posiciones políticas, motivación principal que congrega una nueva y entusiasmada vocación de unidad. Un partido que cobra vida en cada coyuntura electoral que se avecina, como era antes, donde el fondo de los motivos correspondía a la forma de actuar.

Debo advertir que no es mi propósito, al menos en esta ocasión, dar mi opinión sobre si los candidatos de Morena son o no los más idóneos para Sinaloa, para ello habrá otro momento, pero sí anotar que no sólo no están actuando de manera diferente, como lo advierte la experiencia histórica de las sucesiones en Sinaloa, sino que es todavía más burda y evidente la falta de democracia y representatividad de los procesos de selección de sus candidatos. La mayoría electoral de 2018 no votó para que se siguiera simulando y pretextando el cambio prometido por Morena en Sinaloa.

Una locura es, decía Albert Einstein, hacer la misma cosa una y otra vez esperando obtener resultados diferentes. Si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo.

Por cierto hoy por la noche llega el Presidente López Obrador a Mazatlán, bienvenido a Sinaloa, donde en política, no todo es lo que parece.

Hasta aquí mi opinión, los espero en este espacio el próximo martes.