Posverdad y mentira en la nueva normalidad

Vladimir Ramírez
12 junio 2020

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@vraldapa

 

Uno de los tantos ámbitos sociales que se han expuesto al escrutinio y análisis de la opinión pública ha sido el uso, manejo y consumo de la información que hoy, sin que el tema sea novedoso, retoma un nivel de relevancia distinto ante la grave crisis de la pandemia del Covid-19 en el mundo.

La información que circula en los medios formales de comunicación como en las redes sociales se han tornado un insumo de primera necesidad en estos tiempos, una necesidad prioritaria de información veraz y oportuna pues de ella dependen ahora el cuidado de la salud y la estabilidad económica. Sin embargo, el comportamiento informativo de las redes sociales y de algunos medios de comunicación, no ha estado a la altura de las necesidades que se requieren, no sólo para sortear y sobrevivir la pandemia, sino para superar y retomar con mayor seguridad y tranquilidad las actividades de nuestra vida cotidiana.

La era del nuevo coronavirus ha modificado nuestra forma de vida y con ella la utilidad social de la información. Hoy se requiere con apremio y responsabilidad un desempeño ético de los medios de comunicación y un manejo objetivo e imparcial de la información periodística, pues está en juego no sólo la salud de la población y el futuro de la economía del País, sino la estabilidad de nuestra propia estructura social e institucional del Estado mexicano.

Frente al reto de reconstrucción de la economía y las relaciones sociales en la llamada “nueva normalidad”, el conocido periodista español Antonio San José asegura que no hay de otra, o apostamos por un periodismo de calidad o nos ahogamos en unas “fake news” y unas redes sociales que sirven en ocasiones a intereses espurios, que están dejando al periodismo y a la verdad en una situación comprometida.

En la actualidad vivimos inmersos en medios de comunicación y redes sociales que a diario mueven información, imágenes y teleseries catalogadas “basura”, por sus contenidos que sólo buscan atraer audiencias al entretenimiento frívolo e indolente, que poco o nada aportan a la recuperación de la crisis post pandemia. Pero uno de los temas de mayor preocupación en estos momentos son las noticias falsas, un fenómeno que crece exponencialmente aparejado de los avances y usos de las tecnologías en internet, y que obedecen ciertamente a intereses políticos y económicos muy bien definidos, que la población ha aprendido a identificar sin mayor complejidad.

Por otra parte, también nos enfrentamos a nuevas formas de recibir información de riesgo a la que se ha definido como la “posverdad”, que según el Oxford English Dictionary se entiende como una situación en que los hechos objetivos son menos determinantes que la apelación a la emoción o las creencias personales en el modelaje de la opinión pública. Para el DRAE, como la distorsión deliberada que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública. De acuerdo a estas definiciones podríamos afirmar que en realidad las fake news y la posverdad no existen, lo que existe es la mentira, que la mentira o quienes mienten sólo han encontrado nuevos medios para engañar y cambiarle de nombre al hecho de mentir por el de una interpretación adecuada o relativa, que de cierta manera oculta o modifica la verdad.

Ante estos dilemas de la información, la discusión y el debate de la situación nacional frente a la pandemia encuentra su mayor obstáculo en la falta de unidad entre la clase política y empresarial, una pugna de intereses que amenaza la estabilidad de las instituciones públicas, en las que se sostienen nuestras esperanzas de reconstrucción nacional. De ahí que la medida en la que se defiendan y fortalezcan las instituciones públicas, será la medida de nuestro bienestar social en el presente y la garantía de mejor futuro.

Vivimos en México una realidad que interpretamos y concebimos de dos maneras: una es la sociedad que se resiste a aceptar que las relaciones humanas han cambiado no sólo en nuestro País, sino en el mundo, que por razones económicas e intereses políticos representa un sector que se niega a modificar y reconocer la nueva realidad; y la otra, la de una sociedad que resiste calamidades y enfrenta terribles consecuencias buscando adaptarse a las nuevas formas de vida ante la pandemia y sobrevivir. Dos dimensiones que se contraponen y se niegan a sí mismas. Una circunstancia social que requiere de fraternidad y solidaridad, en el que nadie sobra y todos somos indispensables para dar un nuevo significado de oportunidad a la nueva normalidad.

Hasta aquí mi opinión, los espero en este espacio el próximo martes.