Podemos...
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osunahi@hotmail.com
Sin cortapisas he manifestado que voté por Andrés Manuel, pues consideré que su candidatura representaba una opción diferente; una posibilidad de que las acciones gubernamentales se enfocaran de manera efectiva hacia la base social y que se rematara, de una buena vez por todas, la corrupción; que se llevara a cabo la promesa incumplida de Fox de acabar con las víboras prietas y tepocatas que envenenan a las instituciones, y ante las cuales, las botas del guanajuatense se tornaron en delicadas zapatillas de ballet.
Pero el hecho de haber votado por Andrés Manuel, no me obliga a dejar de manifestar mi crítica, cuando a mi juicio, toma decisiones equivocadas.
Y en esos términos he procedido, lo cual me ha ganado feroces maldiciones de los fanáticos del Presidente de la República, las cuales respeto, y de paso, agradezco que se tomen la molestia de leerme.
Aclarado el punto de que haber votado por López Obrador no me compromete a la sumisión y a perder mi derecho a criticarlo, con el permiso del respetable, vayamos a otra cosa, y por favor, no le cambien que voy con un tema que con todo y sus asegunes, ha sido trascendental en la vida de la clase trabajadora: El Seguro Social a sus 77 años de fundación.
El artículo 4 de nuestra Constitución General establece que el Estado tiene la obligación de garantizar el derecho a la salud de los habitantes en suelo mexicano, deber que se ha cumplido a medias y que explica la existencia, entre otros, del Instituto Mexicano del Seguro Social, conocido popularmente como Seguro Social, el cual tiene un grueso padrón de afiliados.
El Seguro Social fue fundado el 19 de enero de 1943, gracias a la iniciativa del entonces Presidente de la República Manuel Ávila Camacho, quien también impulsó la creación del Hospital Infantil de México y el Instituto Nacional de Cardiología, entre otros centros hospitalarios de gran alcance.
Con su iniciativa, el Presidente Manuel Ávila Camacho coronó una larga historia de esfuerzos por brindarle seguridad social a la clase trabajadora, la cual se remonta hasta el año 1531, cuando Vasco de Quiroga formuló un plan de seguridad social para los indígenas de la época.
Fue hasta el 1 de enero de 1944 cuando el Seguro Social inició operaciones; la institución que con el paso del tiempo, se convirtió en una de las más grandes de Latinoamérica al brindarle atención a más de 80 millones de derechohabientes, de los cuales, 67.5 millones son asegurados y sus familias, y el resto, beneficiarios de diversos programas gubernamentales.
Por supuesto, después de su creación, el Seguro Social fue tomado como pastel a repartir entre la clase política gobernante. Forma parte del botín que cada sexenio reparte el ganador de la Presidencia de la República y es bien sabido que donde mete mano el gobierno, la corrupción, la obesidad burocrática y el dispendio se hacen presentes.
El despilfarro ha llegado a tal grado, que durante un buen tiempo el Seguro Social fue propietario de un equipo profesional de futbol de Primera División. Todo un absurdo.
Por otro lado, los 400 mil trabajadores que actualmente tiene el IMSS, están agrupados en un sindicato, que gracias a su sometimiento al sistema gubernamental, ha logrado conquistas sindicales reflejadas en prestaciones que han puesto a temblar las finanzas del Seguro Social, las que ni por asomo, reciben sus derechohabientes.
La corrupción y la falta de atención gubernamental han mantenido de rodillas al Seguro Social. La podredumbre que lo afecta nunca fue atacada y por otra parte, el saneamiento de sus finanzas nunca fue considerado como beneficiario del reparto de los excedentes petroleros, que alcanzaron su clímax con Vicente Fox y Calderón; sí, los mismos que hoy se erigen como preocupados redentores sociales.
Podemos criticar los servicios del Seguro Social, pero tampoco podemos dejar de reconocer que es la única esperanza de apoyo que tenemos los trabajadores ante padecimientos mayores o de alcances catastróficos, y por ello, es otro tema a resolver dentro de la voluminosa carga que lleva la alforja de la llamada 4T. ¡Buen día!