PISA 2022: algo no estamos haciendo bien con la educación de nuestros jóvenes
Este mes, la revelación de los resultados del Programa para la Evaluación Internacional de los Estudiantes, PISA 2022, ha encendido las alarmas sobre los desafíos significativos que enfrenta el sistema educativo mexicano en áreas cruciales como el pensamiento matemático, la comprensión lectora y el pensamiento científico.
Los datos son preocupantes y nos instan a reflexionar sobre la magnitud del problema: el 47 por ciento de los estudiantes mexicanos enfrenta dificultades para comprender lo que leen; el 51 por ciento no puede distinguir una explicación científica respaldada de una sin evidencia, y el 66 por ciento se ve incapaz de comparar con precisión distancias o realizar conversiones simples de unidades.
La trascendencia de los resultados de PISA no radica solamente en la evaluación de nuestros estudiantes, sino en la comparación a nivel internacional con 81 países, 37 de ellos miembros de la OCDE. La imagen que emerge es desfavorable: los puntajes en matemáticas y ciencias han disminuido, con una caída tan pronunciada en habilidades matemáticas que los estudiantes de primer año de bachillerato se encuentran rezagados respecto a lo logrado por jóvenes mexicanos en 2006. ¡Más de 16 años atrás! Y, para añadir más preocupación, la proporción de estudiantes que no alcanza el nivel mínimo esperable en el promedio de los países de la OCDE es el doble que en México (34 por ciento vs. 69 por ciento).
¿Cómo podemos explicarnos esto? Podemos acercarnos a las respuestas a través de la propia PISA. La escasez de maestros (31 por ciento) y la percepción de falta de preparación en ellos (18 por ciento) son aspectos críticos. Pero la preocupación no se limita a las escuelas públicas: incluso estudiantes de contextos socioeconómicos favorables en México están al nivel de los menos privilegiados en países como Vietnam.
La pandemia de Covid-19 fue un evento que dejó secuelas que han ampliado las brechas en nuestro sistema educativo. Un 36 por ciento de los estudiantes confesó no haber comprendido las tareas enviadas por los docentes, evidenciando la dificultad de la educación a distancia.
Además, la seguridad de las niñas, niños y adolescentes en las escuelas se perfila como un tema urgente: acoso escolar, falta de apoyo emocional y un porcentaje alarmante que se siente inseguro en el camino hacia la escuela. ¿Cómo podemos esperar resultados satisfactorios cuando los jóvenes se sienten amenazados para llegar e incluso al interior de su plantel educativo?
Estos resultados deficientes afectan tanto el presente como el futuro, ya que el rendimiento educativo está intrínsecamente ligado a la productividad, a la distribución equitativa de la riqueza y finalmente impacta en la calidad de las empresas y los gobiernos.
Cabe resaltar que la muestra de PISA, diseñada con enorme solidez, solo representa al 64 por ciento de la juventud que en 2022 tenía 15 años cumplidos. La condición del otro tercio es desconocida, lo que subraya la necesidad urgente de una investigación más profunda, pero podemos suponer mayor dificultad en las competencias básicas.
En este contexto, es imperativo escucharnos y reflexionar sobre nuestro papel como gobierno, sector privado y sociedad civil. Empecemos por cuestionarnos si la inversión que le damos a la educación es suficiente y eficiente, si la formación a nuestros docentes es clara con el plan de estudios o si brindamos el acompañamiento necesario desde la empatía; especialmente si el esfuerzo es el adecuado para que nadie en la edad obligatoria, que se extiende a los 18 años, se quede fuera de la escuela, y que esta sea un lugar seguro para su desarrollo.
La respuesta a estas preguntas es esencial para transformar nuestro sistema educativo y asegurar un futuro próspero para la juventud mexicana. La llamada de atención está hecha; ahora, la acción debe seguir.
* Save the Children (@SaveChildrenMx) es la organización independiente líder en la promoción y defensa de los derechos de niñas, niños y adolescentes. Trabaja en más de 120 países atendiendo situaciones de emergencia y programas de desarrollo. Ayuda a los niños y niñas a lograr una infancia saludable y segura. En México, trabaja desde 1973 con programas de salud y nutrición, educación, protección infantil y defensa de los derechos de la niñez y adolescencia, en el marco de la Convención sobre los Derechos del Niño de Naciones Unidas.