Pingüinario, encima del fétido tiburonario. Aves geniales contra el cardumen impune
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Sin cerrar el ciclo de la sanción jurídica a quienes resultan responsables del colapso del tiburonario del Acuario de Mazatlán, que echó por la borda 80 millones de pesos, la instalación en su lugar de un pingüinario genera polémica debido a que revive en la memoria pública el fraude e impunidad en que prosigue el cardumen de la corrupción. Es que tampoco se ven las acciones fundadas en la ley para evitar que esta nueva atracción para los turistas truene a los días de ser inaugurada.
La sustitución de los escualos por las aves plantea complicaciones climáticas, faunísticas y de rentabilidad, aunque la mayor dificultad consiste en cómo fincar un nuevo proyecto encima del albañal todavía no clausurado que significó el derrumbe de la gran pecera y el nado a sus anchas en las piscinas de la ilegalidad de quienes provocaron tal afectación al erario.
La Fiscalía Anticorrupción tiene bien guardado el expediente que abrió para determinar los daños causados a las finanzas públicas y el castigo que por ley corresponde a los que resultan culpables. Con la exhibición de la especie con trajes de etiqueta será consumada la intentona final para borrar las sospechas del desastre premeditado y del costo súper inflado del frustrado tiburonario que de origen se dijo costaría 23 millones de pesos y terminó saliendo en 80 millones de pesos.
Sumergidos en los 2.5 millones de litros de aguas turbias que desbordaron el 1 de febrero de 2017, al fracturarse uno de los acrílicos y poniéndole fin al atractivo de 13 tiburones nadando entre 200 peces, los funcionarios implicados han evadido investigaciones, consignaciones, sentencias y cárcel en la inacabable protección que se dan entre entidades o personajes mimetizados por la corrupción.
Desde el entonces Gobernador Mario López Valdez y su Secretario de Obras Públicas, José Luis Sevilla Suárez Peredo, hasta quien se desempeñaba como Alcalde de Mazatlán, Carlos Felton González, y la directora del Acuario, Milay Quintero, todos se fundieron en la misma burbuja de impunidad y ahí siguen, nadando de muertito, debido a la protección que gobierno, fiscalías, juzgados y ley les garantizan.
Ahora siguen los pingüinos. No es en sí la diversificación del mecanismo de persuasión turística lo que se cuestiona sino la duda de si los promotores y ejecutores de este proyecto aprendieron la lección para no reincidir en los actos ilícitos que están tatuados en el recinto donde funcionará el pingüinario. Qué patéticos se verán los geniales animales (los palmípedos, por supuesto) si los visitantes rememoran a través de ellos el grandilocuente fraude del tiburonario.
Es verdad que el turismo que capta Mazatlán necesita de alicientes en entretenimiento que lo hagan volver a un lugar donde durante décadas han visto casi lo mismo. Nadie se opone al fortalecimiento de la oferta planteada por la industria sin chimeneas; lo único que se exige es que la obra nueva no entierre las cloacas pasadas y que lo que ahora comienza esté cimentado en la rendición de cuentas.
Con un costo de 20 millones de pesos, debido a que aprovecha la infraestructura del tiburonario que quedó útil, el pingüinario debe proyectarse en la viabilidad en todos los sentidos. A estas aves que no vuelan les va muy mal, ya que de las 17 especies más conocidas cinco están en peligro de extinción y ocho son catalogadas como amenazadas o vulnerables. ¿Se ha convencido a las organizaciones que los protegen de que en Mazatlán aparte de ponerlos en vitrinas se harán programas para la conservación?
Ya se dijo que no serán extraídos del hábitat natural, pues serán trasladados de otros acuarios hacia el de Mazatlán. ¿Es maltrato el hecho de que los hagan emigrar a una ciudad extremadamente cálida? ¿Con el derretimiento del hielo marino en el planeta la opción es abrirles posibilidades de preservación en cautiverio? ¿Han presenciado a pingüinos llorando cuando pierden a sus polluelos para conocer la sensibilidad de la especie? No es cualquier ave la que buscan que se adapte al Acuario de Mazatlán; se trata del animal del mar más admirado por los humanos.
Entonces, para que todo salga bien, los encargados de hacer valer la norma jurídica tienen que aplanar el terreno de la justicia y evitar que con cimientos de corrupción la historia de los pingüinos acabe tan mal como la de los tiburones. Perder 80 millones de pesos sin que nadie pague por ello está lejos de ser la mejor carta de presentación del cambio de vocación de la gran pecera que tronó 38 días después de ser inaugurada.
El expediente del tiburonario contiene todas las pistas para dar con los responsables. Lo que falta es que hagan lo suyo las instancias de procuración e impartición de justicia. Es injusto que a los elegantes pingüinos se les utilice para tapar las vulgaridades de servidores públicos que quisieron hacer enormes negocios personales en lugar de grandes oportunidades para uno de los principales sectores económicos de Sinaloa.
Reverso
Para este viaje, pingüinos,
Procuren traer el edredón,
Pues aquí serán inquilinos,
De la congelante corrupción.
Los perdimos, Houston
El conflicto pesquero escala en Mazatlán a niveles peligrosos para el sector y la economía estatal, sin que los sinaloenses Raúl Elenes Angulo, Comisionado Nacional de Pesca y Acuacultura, y Jaime Montes Salas, delegado del Gobierno federal en el estado, funcionen como solucionadores de problemas, tal vez porque tienen el nombramiento pero no facultades ni voluntades para enfriar los ánimos y llegar a acuerdos. Lo dicho: la nave de la 4T va sin pilotos en Sinaloa.