Perspectivas agrícolas

Juan de Dios Trujillo
27 diciembre 2019

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De acuerdo con el informe de la OECD-FAO sobre las perspectivas agrícolas para el 2019-2028 el incremento sostenido de la oferta ha impuesto una dinámica de bajos precios reales (descontada la inflación). No obstante, a corto plazo precios bajos en granos para forraje han hecho posible la recuperación de la producción de carne de vacunos y de ovinos.

Para la siguiente década la OECD-FAO espera que globalmente se mantenga estable la superficie de cultivo, de ahí que todo el aumento de la producción provendrá del incremento de la productividad. El aumento de la capacidad de oferta, reflejada en mayor intensidad en el aprovechamiento de los recursos y más altos rendimientos, será suficiente para superar la ampliación de la demanda. Por consiguiente, para la próxima década, los precios reales se mantendrán bajos para la mayor parte de los productos agrícolas.


En cuanto al consumo de productos básicos, este se estancará, dado que ya existe saturación de la demanda para la mayor parte de la población mundial -el hambre se relaciona con la falta de ingreso o la inestabilidad política, no con la insuficiencia de oferta de productos de la agricultura-. La demanda se ampliará, pero en países de altas tasas de crecimiento demográfico -grupo al cual ya no pertenece México-.


La utilización de maíz y soya será mayor, debido a su utilización como forraje, pero no ocurrirá así en otros productos agrícolas, más relacionados con el consumo humano directo. Además, se espera mayor concentración en el sector de la ganadería debido al aumento de escala en los hatos y en el sector de carne procesada -que implica que aumenta el poder de los compradores frente a los productores-. También se espera que la demanda de biocombustibles no mantenga el ritmo, lo cual es malo para la demanda de maíz.


La incertidumbre con relación al comercio agrícola continuará. A los factores de riesgo tradicionales se suman otros. Por el lado de la oferta, la propagación de enfermedades como la fiebre porcina africana, la resistencia mayor a antimicrobianos, la regulación del empleo de nuevas técnicas de fitomejoramiento y eventos climáticos extremos. Por el lado de la demanda, el cambio en las dietas, asociadas a la sostenibilidad, la preocupación por la salud y las respuestas regulatorias de los gobiernos ante el alarmante problema de la obesidad. También habría que incluir las tensiones comerciales derivadas del retorno al proteccionismo, las negociaciones de acuerdos comerciales y el debilitamiento del multilateralismo.


A causa de que México es un país abierto al comercio en materia de productos originados en la agricultura, el breve resumen enunciada en los párrafos anteriores describe bien los escenarios en los que se verán envueltos los productores del país en los próximos años. Particularmente, ahora que el país ha adquirido el rasgo de exportador netos de alimentos.


En particular, se deben tener claros los cambios que están ocurriendo en los patrones de consumo, por una parte, ya que afectan las demandas específicas de productos de la agricultura; y el incremento más rápido de la capacidad de oferta respecto a la ampliación de la demanda, por otra, ya que determina la dinámica de los precios que pueden percibir los productores. El aumento de la productividad en una actividad o cultivo, más temprano que tarde se verá reflejada en una caída de precios. Actualmente, los productores están haciendo frente a un periodo de aceleración del cambio tecnológico en la agricultura.


El progreso técnico permite que los productores sean más competitivos a corto plazo, pero a mediano y largo plazo tiende a expulsar de los mercados a aquellos que no son suficientemente competitivos en costos, a precios más bajos. O que no llevan a los mercados los productos como lo exigen los consumidores al aumentar su ingreso. Por tanto, no hay nada más errado que pensar que haciendo lo mismo que siempre ha funcionado se puede sobrevivir.

En una agricultura comercial la posibilidad de permanencia está en el ajuste continuo a las circunstancias cambiantes del mercado. En tal sentido, el tipo de políticas de intervención más adecuadas están más relacionadas con servicios de apoyo al sector en su conjunto, como la conservación y construcción de infraestructura hidráulica, capacitación, investigación agrícola, información sobre mercados y la facilitación del acceso insumos y servicios que permiten la mejora en las capacidades de producción y comercialización, y no propiamente con transferencias a los productores para salir al paso a corto plazo.