Persistir

Rosario Bátiz Murillo
30 mayo 2020

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itobatiz@hotmail.com

Persistir, proviene del latín “persistere”, que significa mantenerse firmemente parado. Se asocia con ser constante en la manera en que se actúa o en la forma como una persona se plantea o planifica determinadas acciones de su vida.

Persistencia, es la acción y el efecto de persistir, está considerada como un valor muy importante para alcanzar un objetivo o llegar a una meta.

Se utiliza el término persistir, en el área médica para explicar que un determinado cuadro de enfermedad está presente, no cede y se extiende en el tiempo, o ante tal o cual presencia de síntomas, prevenirnos de tomar algún paliativo.

Hoy, como ya venimos estando saturados de información médica, el comentario de esta colaboración es enfocado a la persistencia como conducta.

Los asesores, a cuyo encargo queda el reconocer las diferentes capacidades de quienes laboran y dirigen las empresas para integrar sus equipos, destacan cualidades muy apropiadas a quienes que son buenos para gestionar el tiempo y trámites, planificar, desarrollar estrategias, habilidades de interacción interpersonal, pero consideran indispensables que en sus equipos de trabajo, se incluyan personas en quienes detectan viven a diario el valor de la persistencia.

Coincide, en los estudios de varios asesores de coach empresarial consultados para esta colaboración, que esta distinción la hacen bajo la premisa siguiente: “con persistencia, una persona que trabaja en una empresa puede suplir la carencia de otras habilidades, ya que sigue intentando lo mismo pese a cualquier fracaso, aprendiendo de ello en el camino”. Refuerza esta conclusión, el acomodo inverso que ellos mismos realizan en orden de investigar el mismo problema en sentido inverso: “Una persona muy capaz, que no es constante, no logra el resultado planeado”.

La Historia nos ha enseñado que, con persistencia, el pueblo romano instaló en el año 27 a. C. su imperio, a partir del nombramiento de su Emperador César Augusto. Durante los años libraron cruentas batallas que les valieron grandiosas conquistas. Que se autopercibían con tal grandeza a partir de sus logros territoriales, que se ufanaban diciendo que en ese imperio no se ponía el sol y que todos los caminos llevaban a Roma. Que extendieron sus dominios hacia Inglaterra, hacia el Medio Oriente y el Este, y que ante la imposibilidad de delimitar y cuidar sus fronteras y gastos, planearon dividir el Imperio en Oriente y Occidente.

Con el tiempo, la división de sus territorios, la implantación de la religión, un ejército menguado, la corrupción y las constantes invasiones modificaron su conducta y sus valores sociales fueron otros. Se debilitaron a tal grado que en el año 476 d. C., las fuerzas invasoras, comandadas por un jefe bárbaro bajo la orden del Rey Odoacro, destituyeron a Rómulo Augusto para marcar el fin del Imperio Romano y el afianzamiento a favor del Imperio Bizantino, que jamás fue gobernado por personajes romanos.

Establecer metas claras y trabajar en su logro no debe confundirse con dedicar tiempo y dinero en forma permanente en perseguir lo no realizable o lo que ya se probó que no funciona. Hay que tener claro que se es persistente en una meta, pero estar dispuesto al replanteamiento si la forma de lograrlo es o no la correcta y revisar en todo caso que del error se aprende para dar resultados positivos.
No hacerlo acarrea el vicio de la inútil terquedad.

Ante las alertas que se presentan hoy en día, vivir la vida ayudará mucho a nivel personal ser persistentes en el cuidado de la salud, en realizar actividades colectivas plenas y nutrientes, en realizar los trabajos con derramas económicas que signifiquen aportar un equilibrio económico.