Periodismo y sociedad, juntos otra vez. Ya no podremos volver a separarnos
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alexsicairos@hotmail.com
Concediéndole el tiempo necesario a la Fiscalía General del Estado para que determine el móvil de la desaparición forzada de tres jóvenes en Mazatlán, entre estos el fotógrafo de prensa Carlos Zataráin, que horas después fueron liberados sanos y salvos, vale resaltar la unidad del gremio periodístico y el amparo social que fueron la causa de que el desenlace del hecho no sea tan doloroso como otros que convierten a México en el País más peligroso para el ejercicio de la libertad de expresión.
Fueron horas terribles en las cuales se optó por cerrarles el paso a las negligencias. Sabíamos que la única forma de traspasar los muros de desidias era levantándonos de la desesperación que siempre nos arrincona e ir con consignas, cartulinas, denuncias y posicionamientos como marros capaces de tumbar todas las murallas de indolencia. Y pudimos hacerlo.
Indistintamente del medio para el que laboramos, los periodistas nos abrazamos y tendimos una red de protección conforme lo han enseñado los años después de ver caer a compañeros o sentirlos paralizados por amenazas. La experiencia dolorosa es la que nos trajo la estrategia de alzar la voz, levantar los brazos, visibilizar a los afectados y rezar porque del otro lado, el del Gobierno, sabemos que sólo hay desamparo.
De aquí en adelante la respuesta ciudadana a las diferentes expresiones de violencia tiene que ser la unidad. Reaccionar como si cada víctima fuera un hijo o un hermano nuestro. Levantarse desde la indignación e impotencia con toda la fuerza que necesita el grito de justicia para que se escuche aun en los rincones sórdidos del poder. Este 15 de noviembre lo corroboramos; no lo olvidemos nunca.
Hay que reconocer que el Fiscal Juan José Ríos Estavillo movilizó de inmediato la estructura oficial de localización y se apegó al protocolo que señala que los primeros minutos después de ocurridas las desapariciones forzadas resultan cruciales para obtener resultados satisfactorios para la víctima, la familia de éstas, el Ministerio Público y la sociedad en su conjunto. Al solicitar la participación del Ejército, Marina, Guardia Nacional, Policía Estatal, Policía Municipal, Policía de Investigación y Comisiones de Víctimas y de Búsqueda, envió una señal a los delincuentes sobre la enorme posibilidad de ubicarlos y detenerlos.
Es justo reconocer que en Sinaloa y México actuaron codo a codo los organismos no gubernamentales de búsqueda de desaparecidos, de defensa de derechos humanos y libertad de expresión, artistas y activistas, medios de comunicación y ciudadanos de a pie, hasta que entrada la noche del domingo se supo de la reintegración de Carlos Zatarain con su familia. En el particular contexto, o en escala general, ya no podemos estar dispersos.
Es el momento de que el periodismo revalore la indeclinable obligación de estar al lado de la sociedad, sobre todo de aquellos que no tienen el permiso de ser felices, esa concesión que da o quita la delincuencia empoderada. Asuntos como desplazados, desaparecidos, feminicidios, enfermos sin medicamentos, niños que se aferran a la obligación del Gobierno para atenderlos, jóvenes con mañanas sombríos, familias que son rehenes de células del narcotráfico, y hogares cuyo último reducto es la mendicidad, tienen que colocarse bajo la cobertura adherente de reporteros y medios.
Solamente así podemos retribuir y mantener viva la mano de los ciudadanos que se extiende al gremio periodístico, tan vital al impedir la caída a los abismos al que empujan aquellos que quieren elogios, silencio, complicidades, omisiones. Que abominan la crítica, la orientación y los argumentos que tanto necesita la función pública.
Celebremos hoy que el fotoperiodista de Noroeste está sano y salvo en su hogar y en su gremio, pero ya no permitamos que nos secuestre la arrogancia de creernos el cuarto poder. Tantas décadas, tantos desengaños y no se diga del costo pagado en vidas, son útiles para caer en cuenta que nada más somos soldados de la información al servicio de los más vulnerables.
Más que otra cosa, el vínculo periodismo-sociedad estuvo a prueba y acreditó con creces la gradual extinción de viejos agravios y prejuicios que distanciaban a uno del otro. Aunque no es caso cerrado porque la carpeta de investigación abierta debe resolver la privación ilegal de la libertad como delito de origen, tenemos ilesos al reportero gráfico Carlos Zataráin y los dos jóvenes cuya desaparición generó la alerta extensiva.
Reverso
Enseñan estos días rudos,
Con su serena erudición,
A no desamarrar los nudos,
Que nos atan a la ilusión.
Es eslabón pendiente
Imposible dejar de referenciar la Iniciativa de Ley de Protección para Personas Defensoras de Derechos Humanos y Periodistas del Estado de Sinaloa que se le presentó al Congreso del Estado el 13 de junio de 2019, recibió primera lectura el 26 de noviembre del mismo año para pasar a Comisiones y recientemente la bancada de Morena la incluyó en la agenda parlamentaria prioritaria. Hoy hace más de 17 meses que fue entregada y 319 días que entró al proceso legislativo y con el caso Carlos Zataráin recordamos cuánta falta ese instrumento legal y la estructura de detección, prevención y atención de agresiones, para avanzar en la larga jornada de salvaguarda de periodistas, ombudsman, libertades y derechos humanos.