¿Péndulo?
Cuando Lázaro Cárdenas decidió quién lo sucedería en la Presidencia de la República reconocía que en el PRM había diferentes corrientes ideológicas y políticas. Si bien, más o menos todas abrevaban en el nacionalismo revolucionario, unas eran más moderadas que otras. La de él y de Múgica eran la expresión más genuina y desarrollada del socialismo a la mexicana que tenía sus principales fuentes de inspiración en el magonista Partido Liberal Mexicano y el zapatista Playa de Ayala. Aun siendo un nacionalista revolucionario convencido, Lázaro Cárdenas no destapó al General Múgica, a la izquierda del Presidente, sino que se decantó por Manuel Ávila Camacho, el más conspicuo representante del ala moderada del Partido de la Revolución Mexicana.
Ante el desafío electoral de Juan Andrew Alamazán, quien concitaba por fuera el apoyo de la derecha, el ascenso de los nazis y fascistas al poder en Alemania e Italia y el estallido de la Segunda Guerra Mundial, Cárdenas buscando la unidad de su partido y la preservación de sus reformas sociales en una coyuntura extremadamente crítica, optó por destapar al centrista Manuel Ávila Camacho. Este no dejó de crear instituciones sociales muy importantes, como el IMSS, pero no veía a las masas populares con la cercanía que tenían Cárdenas y Múgica.
A partir de ese suceso, politólogos estadounidenses empezaron a interpretar las sucesiones presidenciales mexicanas a través de una especie de teoría del péndulo, las cuales irían una vez a la izquierda y otra a la derecha. En realidad, después de Ávila Camacho esa práctica no se repitió en las dos siguientes sucesiones, y cuando arribaron al poder otros dos presidentes estatistas al poder, como Luis Echeverría y José López Portillo, considerados por intelectuales, políticos y empresarios liberales como nacionalistas revolucionarios, podría decirse que se cumplía el pronóstico de la teoría del péndulo; pero a Echeverría no lo escogió Díaz Ordaz por ser de izquierda dentro de la Constitución, como solía decir López Mateos, sino por ser un duro derechista. Y, a partir de 1982 veríamos otros presidentes priistas neoliberales en línea: Miguel de la Madrid, Salinas de Gortari y Zedillo sin que hubiese habido un cambio pendular.
Esta referencia viene a colación para buscar una interpretación de lo que sucede en el arranque de la sucesión presidencial de Morena.
La primera conjetura es que, exactamente al igual que en el PRI, el Presidente López Obrador va a ser el único que decida quién será su candidato a la Presidencia de la República en 2024. Al no haber un partido en el verdadero sentido del concepto e imperar un hiperpresidencialismo, AMLO destapará, sin que nadie le haga sombra, a su candidata o candidato.
La gran interrogante es: ¿se inclinará por una candidatura de izquierda para ampliar los programas sociales de la 4T o se correrá al centro, como Lázaro Cárdenas, para inclinarse por una candidatura moderada? ¿Habrá condiciones económicas, sociales y políticas, nacionales e internacionales, para encaminar al País hacia la izquierda, o tendrá que dar un giro hacia el centro o incluso hacia la derecha?
Si vemos la coyuntura que se abrió después de las elecciones del 6 de junio, donde salen debilitados Marcelo Ebrard y Claudia Sheimbaum, las dos principales cartas de López Obrador hasta el momento, y que Ricardo Monreal no es tomado en cuenta en la primera lista obradoriana, y donde son incorporados a ella Tatiana Clouthier, Juan Ramón de la Fuente y Esteban Moctezuma, vemos que el abanico se corre hacia el centro y la derecha, y no se suma a nadie de izquierda.
Dentro de la baraja del macuspeño sólo Claudia Sheimbaum tiene una trayectoria dentro de la izquierda mexicana. Ella viene por lo menos desde el movimiento estudiantil de la UNAM de 1987. Todos dicen que es la favorita de López Obrador. En efecto, de ninguna y ninguno de los miembros de su gabinete habla con tanta calidez y encomio. La ha defendido en todo momento contra capa y espada, sobre todo después de la tragedia de la Línea 12 del Metro.
AMLO percibe que en esta coyuntura se debilitan Ebrard y Sheimbaum, sin que necesariamente esto sea definitivo, pero se vio obligado a extender su lista de tapados. Ahora bien, podría no importarle mucho a López Obrador la orientación ideológica de su tapado-candidato porque no se puede descartar que, alejándose de la postura política de Lázaro cárdenas y acercándose a la de Plutarco Elías Calles, el hijo predilecto de Tabasco, ejerza una nueva versión del Maximato, donde el Presidente (2024-2030) si es de Morena viva en Palacio Nacional y el que mande repose en Macuspana.
Pero si el Peje llegase a destapar a un candidato de centro, como Ebrard, Tatiana o de la Fuente, no se entiende por qué sigue fustigando a las clases medias que, en la mayoría de los casos vota hacia el centro o la derecha. Quizá solo sea un tema de coyuntura y posteriormente el inquilino de Palacio Nacional cambie su postura, pero, por lo pronto, su constante crítica parece un error mayúsculo.
En la elección de 2018 el grueso de las clases medias votó por Morena, se cargó a la izquierda, pero ahora no. Sin embargo, estas clases medias aspiracionistas y egoístas que critica AMLO, al menos en Sinaloa y las ligadas a la UAS, que son muchas, votaron por el partido del Presidente. Si López Obrador hubiese visto durante las campañas las caravanas de carros nuevos, muchos de ellos de lujo, con sus conductores apoyando a Morena-PAS, quizá se hubiese infartado.
López Obrador ya autorizó el inició de la carrera por la candidatura presidencial al más puro estilo priista porque él y solo él habla de la lista de los que podrían sucederlo. Muy a su estilo, no oculta sus marcadas preferencias por Claudia Sheimbaum, pero como político sagaz y experimentado sabe que es conveniente abrir el abanico de posibles y de posiciones ideológicas porque no es descartable que haya cada vez más mexicanos que se corran hacia el centro y a la derecha. Siendo Morena una mezcla de izquierda, centro y derecha, socialismos de todo tipo, liberalismo, neoliberalismo, conservadurismo ultramontano y demás, con la compañía de muchísimos reyes del pragmatismo, arribistas y oportunistas, se prepara para con cualquiera de ellos seguir en el poder.
Confieso que cobardemente he mentido al afirmar que Héctor Melesio Cuén es el cacique de la UAS. No es cierto que utiliza a la universidad como su propiedad y plataforma para su partido político. Es falso que Melesio Cuén amenace e intimide a sus críticos. Es un vil villano, mendaz y calumnioso quien sostenga que Cuén tiene bajo su nómina a plumíferos. Además, aquí le exijo al Presidente López Obrador que pida perdón a Cuén al afirmar que utiliza recursos de la UAS para sus campañas, y cuando afirma, sin ninguna prueba, como recientemente lo hizo, que en las universidades mexicanas hay caciques que las manipulan. Falso de toda falsedad.