Parábola de la ceguera

Rodolfo Díaz Fonseca
24 octubre 2019

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@rodolfodiazf

“No hay peor ciego que el que no quiere ver”, dice un conocido refrán. En efecto, habrá quien no atine nunca porque, sencillamente, no se le da la gana. A este tipo de personas se refería Jesús cuando dijo: “Por eso les hablo en parábolas, porque viendo no ven, y oyendo no oyen ni entienden” (Mt 13, 13).

En su Ensayo sobre la ceguera, José Saramago, plasmó una enorme parábola en la que criticó a la egoísta e inhumana sociedad actual: “Creo que no nos quedamos ciegos, creo que estamos ciegos, ciegos que ven, ciegos que, viendo, no ven”, explicó.

Hellen Keller quedó ciega y sordomuda cuando tenía año y medio; empero, gracias a la dedicación de su maestra Anne Sullivan fue capaz de superar sus limitaciones físicas. Un día le preguntó a un amigo que había ido al bosque: “¿Qué has visto?”. Le respondió: “Nada en particular”.

Keller exclamó: “¿Cómo es posible caminar durante una hora por los bosques y no apreciar nada? Yo, que no puedo ver, encuentro cientos de cosas: la delicada simetría de una hoja, el estado rugoso de un pino… Yo, que estoy ciega, puedo dar pistas a aquellos que pueden ver”. Impresionada, brindó estos importantes consejos:

“Usa tus ojos como si mañana te fueras a quedar totalmente ciego. Escucha la música de voces, las canciones de un pájaro, los grandiosos compases de una orquesta como si mañana te fueras a quedar sordo. Toca cada objeto como si mañana perdieras tu sentido del tacto. Huele el perfume de las flores, saborea con gusto cada bocado, como si mañana no pudieras ni oler ni degustar. Aprovecha cada uno de los cinco sentidos. Glorifica todas las facetas, placeres y belleza que hoy el mundo te muestra y revela”.

¿Veo sin ver?