Para este asunto...
“Vende caro tu amor, aventurera, da el precio del dolor, a tu pasado...Ya que la infamia de tu ruin destino, marchitó tu admirable primavera, haz menos escabroso tu camino, vende caro tu amor, aventurera”. Vaya con la inspiración del músico poeta Agustín Lara, que me abre cancha para el tema de hoy.
Hoy 17 de diciembre, nos encontramos a escasa catorcena de días para concluir el 2023 e iniciar el siguiente año que, en lo político, viene cargado de una y mil vicisitudes. Esperemos que para bien del futuro del país, dentro del cual, obviamente, estamos inmersos.
En el calendario me encuentro que para este día, está marcada la efeméride Día Internacional para poner fin a la violencia contra las trabajadoras sexuales, conmemoración que según Naciones Unidas, se estableció el año 2013, para recordar que en la ciudad de Seattle, Estados Unidos, entre los años ochenta y noventa, un tipo de nombre Gary Ridgway, fue acusado de asesinar a 49 prostitutas, aunque en sus confesiones, reconoció 79 crímenes de odio, según él, para limpiar de pecado, las calles de la llamada Ciudad de la lluvia y también Ciudad esmeralda.
A propósito del referido suceso, poco o nada se habla, dentro de las defensoras del feminismo y los derechos humanos, acerca de la protección de la integridad de las mujeres que venden su calor corporal y sus caricias, sin engañar a nadie, y a las cuales, el gran poeta chiapaneco Jaime Sabines, les dedicó el poema Canonicemos a las putas, del cual, cito el siguiente verso: “... No engañas a nadie, eres honesta, íntegra, perfecta; anticipas tu precio, te enseñas; no discriminas a los viejos, a los criminales, a los tontos, a los de otro color; soportas las agresiones del orgullo, las asechanzas de los enfermos; alivias a los impotentes, estimulas a los tímidos, complaces a los hartos, encuentras la fórmula de los desencantados. Eres la confidente del borracho, el refugio del perseguido, el lecho del que no tiene reposo”.
A diferencia del sentimiento de Sabines, las prostitutas, son señaladas con el dedo flamígero de la sociedad, soslayando aquella frase retadora, atribuida a Cristo: “El que esté libre de pecado que lance la primera piedra”.
Son muchas las causas que pueden arrastrar a una persona hacia el torbellino del mercado sexual, desde el ejercicio de la voluntad hasta el forzamiento vía el delito de trata de blancas, que se ha mantenido a través de los años, cobijado por el amplio cobertor de la impunidad.
La pobreza, la violencia familiar, la baja autoestima y la falsa percepción de ganar dinero fácil sin correr riesgos, son algunos de los motivos que pueden mover a alguna persona a conducir su destino por el espinoso camino de la prostitución, ignorando que la mayoría, no arriba a buen puerto, cuando los atractivos pasan al baúl de los recuerdos.
Sobre la población total de gente metida en la prostitución, a nivel mundial, diversas fuentes citan una cifra superior a los 42 millones de personas, de las cuales, el 90 por ciento son mujeres.
En nuestro país las cifras sobre la gente dedicada a la prostitución, también citan diversas cantidades, y el número superior lo da el Instituto Nacional de Estadística y Geografía, con 800 mil personas, al mes de agosto del 2020, de las cuales, el 90 por ciento son mujeres; dolorosamente, muchas son niñas, iniciadas en el oficio desde su adolescencia, y en los casos extremos, desde la niñez.
Si bien es cierto que la prostitución ejercida de manera voluntaria no se considera como actividad ilícita, quienes se dedican a ella, están fuera del círculo de la seguridad social, circunstancia que también beneficia a los dueños de los prostíbulos en los que se ofrecen servicios carnales, al evadir responsabilidades patronales.
Para este asunto de la prostitución, en la arista de su combate, bien puede proceder la política de abrazos traducidos en reforzamiento de valores y mejora de condiciones de crecimiento y de balazos, para combatir la impunidad que campea en la explotación sexual y la consecuente violencia en contra de las victimas. ¡Buenos días!