Pandemia, economía y política

24 octubre 2020

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Arturo Santamaría Gómez

santamar24@hotmail.com


Es evidente que en muchos países ha imperado el criterio de impedir una mayor caída de la economía por encima del objetivo de impedir un rebrote de la pandemia, y México no ha sido la excepción. La apuesta ha sido muy riesgosa, pero así sucede en Estados Unidos, España, Francia, Italia, Inglaterra y muchos otros más. El repunte del Covid-19 en esas naciones, incluso con un poder de propagación aún mayor que en su primera etapa, lo comprueba de manera fehaciente. En nuestro territorio ya aparecen las primeras cifras de un aumento de casos.

Los expertos nos advirtieron que con el otoño, y sobre todo con el invierno, el regreso de la enfermedad en aquellos lugares donde se había retraído sería inevitable, pero nunca nos imaginamos que con tanta fuerza como se observa en los países europeos.

La situación ya es tan grave en varios territorios del Viejo Mundo que, al parecer, al margen de la adopción de drásticas medidas disciplinarias, la única posibilidad de que pueda detenerse la expansión del rebrote es con la aplicación de las vacunas cuando estén listas; sin olvidar que ni estas mismas desaparecerán al virus.

Ahora bien, el factor climático no es el único que interviene en la fuerte reaparición de la pandemia, quizá sea más importante aún la conducta social. Coinciden muchos estudiosos y observadores que las reuniones colectivas, y ya no digamos las masivas y nocturnas, sobre todo de los jóvenes, son la principal causa de la reproducción acelerada y tumultuosa del virus. La situación es tan seria que ya hay regiones enteras, incluso países, que ya están cerrando nuevamente sus fronteras.

A pesar de la profundidad del problema los países desarrollados están en condiciones de adoptar decisiones drásticas. Su fortaleza económica, social, jurídica y política se lo permite; pero en el caso de los países latinoamericanos vemos que, salvo notables excepciones, como Uruguay y Costa Rica, y Cuba por tener un sistema médico más eficaz y un gran control social, no pueden tomar medidas disciplinarias semejantes a las europeas. Tan solo reconociendo el tamaño de la economía informal en sociedades como las nuestras podríamos entender la imposibilidad de mantener confinados a la mayoría de los habitantes. Y si, además, reconocemos que nuestro capital social, es decir, nuestra capacidad organizativa y respeto a las normas de convivencia social es mucho más débil, entonces podremos convencernos que entre nosotros domar cualquier epidemia es mucho más difícil.

No obstante lo anterior, aun aceptando sin tapujos que un país como México es sumamente complejo y con muchas debilidades estructurales en su economía, sistema jurídico, médico y social, tanto el Gobierno federal como los estatales y muchos municipales no están tomando las mejores decisiones.

En el caso de Sinaloa, la reapertura al público de los estadios en todo el estado y la realización del Carnaval de Mazatlán parecen medidas que obedecen más a presiones empresariales y a necesidades electorales que a una bien pensada decisión gubernamental de protección a la ciudadanía.

La reapertura de playas y otros espacios de concentración masiva en Estados Unidos y Europa, como en México, y específicamente en Mazatlán, aunque benefició a la economía y el empleo, inevitablemente trajo un mayor contagio del virus. No había manera de contenerlo, sobre todo en nuestro puerto, por la desatención del grueso de los turistas para acatar las recomendaciones sanitarias, y también porque no pocos restauranteros y hoteleros engolosinados con la recuperación económica violaron las restricciones en el cupo de sus instalaciones, mientras las autoridades se hacían ojo de hormiga.

Ante esas experiencias, y las fiestas que armaron los fanáticos del beisbol y futbol en los estadios sinaloenses, las cuales se difundieron en los medios y redes sociales para nuestra vergüenza en todo México, en los próximos días empezaremos a ver un rebrote sostenido del virus.

El colmo será que, justo cuando más descienda la temperatura y aumenten las posibilidades de contagio, se llevará a cabo, aun sin desfile, el Carnaval de Mazatlán, en contraste a lo que se ha decidido en Veracruz y Río de Janeiro, entre otras ciudades, donde se suspenden sus carnavales. El argumento del alcalde patasalada es que Mazatlán “es diferente”. Sí, seguramente por ser los creadores de la tambora, y consumir ceviche y cerveza en abundancia, la kriptonita nos hace los mandados.

Lo cierto es que las autoridades sinaloenses ya están inmersas en la dinámica electoral, y sus decisiones las están subordinando a una lógica política, aun con el alto costo que puede traer a la salud de sus ciudadanos. No quieren que haya desempleo en pleno proceso electoral ni que se suspenda la diversión deportiva y carnavalera.

¡Qué apuesta tan riesgosa!