PAN y PRI están de regreso; AMLO y Morena, acotados
El voto funcional frenó al voto fanático. Los votantes acotaron a López Obrador y a la 4T en la Cámara de Diputados y les impusieron un enérgico ¡NO! a seguir reformando la Constitución bajo caprichos personales y delirios ideológicos, vía una mayoría calificada trampeada desde 2018. Se acabó.
No más atropellos a la legalidad.
El INE, a salvo. Morena perdió, en promedio, 50 diputados, y deberá negociar para siquiera alcanzar una mayoría simple – 250 más uno-, siendo rehén (qué vergüenza) del mercenario Partido Verde. Adiós a la aplanadora morenista en San Lázaro. Ese es el hecho. El dato duro. Lo demás, son percepciones.
El voto de castigo reventó al voto clientelar. Los votantes pusieron fin a la hegemonía de la izquierda durante 24 años en la Ciudad de México y a golpe de votos, la redujeron a ser segunda – y hasta tercera- fuerza política, al ganar sólo seis alcaldías (Xochimilco aún está en disputa).
Los capitalinos depositaron en las urnas un contundente ¡YA BASTA! a Morena, AMLO, Sheinbaum, Ebrard y demás responsables de la Línea 12, de la inseguridad, del desprecio e intolerancia hacia quienes no piensan como ellos, del mal Gobierno que tuvo que pagar facturas. Ya no más. Se les terminó su bastión.
Fue un misil directo al corazón del orgullo obradorista. Y eso de que AMLO está “feliz, feliz, feliz”, es una mascarada. La derrota histórica en la CdMx le dolió hasta el alma. Ese es el hecho. El dato duro. Lo demás, son percepciones.
¿Qué lecturas tenemos después de las elecciones del domingo 6 de junio? Echemos un vistazo:
AMLO, ACOTADO. A golpe de votos, los ciudadanos le pusieron –como a los caballos– una brida al Presidente para frenarlo en su desbocado presidencialismo que amenazaba con seguir violando y cambiando, en prejuicio de millones de mexicanos, la Constitución. Un hecho significativo: durante la mañanera del lunes pasado, López Obrador se limitó a decir que tenían la mayoría simple (si los verdes le dan permiso, claro) para “seguir aprobando el presupuesto”. Nada extraordinario. Esa es obligación no sólo de Morena, sino de la Cámara Baja en conjunto.
En contraparte y de momento, se logran tres cosas básicas para la democracia que estaban siendo demolidas por un mandatario sin contrapesos: apuntalar la división de poderes, controlar los excesos presidencialistas y obligar a AMLO y a Morena a sentarse a negociar en San Lázaro, asuntos que se encontraban en punto muerto.
AMLO PERDIÓ 14 MILLONES DE VOTOS. Tras la elección intermedia, López Obrador volvió a su techo electoral tradicional: alrededor de 15 millones de votos, obtenidos en cada una de las elecciones presidenciales de 2006 y de 2012, en promedio. Adiós a los 30 millones de votos ganados en 2018. Esos ya no existen. Se evaporaron. ¿Por qué? Lo advertimos y lo explicamos en esta columna desde el 3 de junio de 2020 (“A un año de la intermedia, AMLO pierde 10 millones de votos”), cuando escribimos: “Desde febrero de 2019 a mayo de 2020 (15 meses de administración), López Obrador ha perdido alrededor de 10 millones de votos.
Sí, los mismos que obtuvo de la franja de indecisos en la elección presidencial de 2018. Así, en promedio, ha registrado una caída de entre 20 y 30 puntos de aprobación ciudadana... Luego entonces, esos 20 puntos se traducen en alrededor de 10 millones de votos perdidos ya por AMLO en los últimos 15 meses de Gobierno... Sí: López Obrador perdió todos los votos de indecisos que obtuvo en 2018”. Hasta aquí, aquella columna. Y lo señalamos no como una opinión o percepción. No. Fue tras una revisión a detalle de cifras, encuestas y escenarios. Con pruebas. Y no nos equivocamos: AMLO perdió esos votos el domingo pasado.
INE Y AUTÓNOMOS, PROTEGIDOS. Más allá de la impecable conducción del INE durante la elección intermedia –bajo la atinada directriz, les guste o no reconocer, de Lorenzo Córdova y su brazo derecho, Ciro Murayama, así como la participación heroica de los ciudadanos encargados de las casillas– que mereció el aplauso unánime y que desarmó a AMLO si pretendía seguir atacándolo, el realineamiento de fuerzas en San Lázaro tras la elección evitará que López Obrador caiga en la tentación autoritaria que ya había manifestado: descabezar o desaparecer al INE. No le alcanzan los votos. De paso, también quedan protegidos el resto de organismos autónomos amagados por los delirios de Palacio Nacional: el INAI, por ejemplo. Ese era el objetivo principal opositor: cuidar y proteger a nuestros contrapesos. Y se logró. Es, a todas luces, una estupenda noticia para la democracia.
PAN. Está de regreso. Se erige en el verdadero opositor de AMLO y Morena rumbo al 2024, ya sea solo o en alianza. Los números no mienten: en 2018 ganó 77 diputaciones, y a partir del próximo uno de septiembre, tendría 40 más.
Los cuadros azules fueron claves para que la CdMx pasara al control político de PAN-PRI-PRD, y Morena fuera relegada del plano electoral. Su aritmética legislativa será clave para ocupar comisiones tan importantes en San Lázaro, como la Comisión de Hacienda. Sí: el panismo estaba desdibujado. Hoy, es una segunda fuerza política consolidada por los votos y se enfila – desde ahora- rumbo al 2024. Se busca candidato presidencial.
PRI. Está de regreso... al menos en la Cámara de Diputados, porque en las gubernaturas le ha ido muy mal. No gana una desde 2017. El domingo pasado perdió Sonora, una de las cartas fuertes del priismo y de la gobernadora Claudia Pavlovich para ver hacia el 2024.
Se antoja difícil para la sonorense al perder frente a un oportunista chapulinesco como Alfonso Durazo.
Les queda el Estado de México, donde Alfredo del Mazo y el PRI recuperaron sus dos emblemas: Toluca y Atlacomulco, así como el Congreso local. Sin fraudes. Con votos. Del Mazo levanta la mano para cumplir el sueño trunco de su padre: ser candidato presidencial. Ya veremos si le alcanza el gas.
Además, al PRI le queda otra carta que si la juega bien, le dará oxígeno suficiente para llegar con fuerza al 2024: al pasar de 48 hasta 75 diputados (sumados a los posibles 117 del PAN con el que ya anunció que seguirá en coalición para la próxima legislatura), contarán entre 180 y 190 legisladores, más los del PRD, podrían rebasar los 200 votos. Una carta muy fuerte en San Lázaro. Una cifra nada despreciable.
CDMX: EL DERRUMBE DE MORENA. Con votos llegaron al poder político en la Ciudad de México hace 24 años, y con votos se estarán yendo. Los capitalinos dieron, el domingo pasado, una lección de madurez política y valentía electoral ante las urnas con un propósito: castigar a los malos gobiernos en la CdMx, y actualizando la faena, cobraron facturas por los desplantes y mentiras de AMLO; por la corrupción y soberbia de Marcelo Ebrard; por la negligencia y servilismo de Claudia Sheinbaum. ¿Gobernaron mal? ¡Pues ahora la pagan! Y que AMLO y Sheinbaum sigan diciendo que perdieron “por una campaña de desprestigio en nuestra contra”. Ilusos. Que sigan pensándolo así.
AMLO está en shock por la paliza electoral que les metieron en el corazón del país, en el bastión que creían tener dominado. Sheinbaum prácticamente ha perdido la candidatura presidencial. Sigan en su mundo alterno, inventando campañas que solamente existen en su mente.
Triple contra sencillo: AMLO cambiaría la mitad de las gubernaturas ganadas por Morena, con tal de haber obtenido la mayoría calificada (junto con sus aliados PT y Partido Verde) en la Cámara de Diputados para seguir modificando la Constitución a su antojo en aras de su “proyecto transformador”, así como ganar 11 de las 16 Alcaldías en juego el 6 de junio, como lo anhelaban en el Gobierno desde inicios de año, para seguir utilizando a la CdMx como plataforma política rumbo al 2024, tal como lo hizo en 2006, 2012 y 2018. Ese era el propósito supremo de AMLO. Se lo mocharon con votos.
El sueño dictatorial de López Obrador ha quedado, de momento, acotado.
La oposición – PAN, PRI y PRD-, antes tambaleante, hoy pisa firme. Al menos.
¡Hay tiro, señores!