Palancas de crecimiento
Todo crecimiento cuesta, tiene suficientes dosis de sacrificio, cambio y dolor; pero, ahí es donde resuena con mayor claridad el eco del amor.
Si no tuviéramos dificultades, problemas y disyuntivas no se fortalecería nuestra voluntad; seríamos incapaces de tomar decisiones y enfilar la proa de nuestra vida.
El dolor, por lo general, es la cuesta que conduce al amor. En efecto, el sendero del amor no es plano, recto y uniforme, sino que muestra innumerables curvas a sortear, escarpados riscos a escalar y profundos precipicios a evitar.
Esta alternancia de dificultad y sacrificio es la que nos permite saborear las mieles del amor. Si todo fuera fácil, si no existieran obstáculos a superar, no apreciaríamos ni gozaríamos el sublime instante del triunfo.
José Luis Martín Descalzo, en su libro Razones desde la otra orilla, expresó: “La vida es hermosa, pero no fácil; alegre, pero cuesta arriba; es apasionante, pero no acaramelada. La alegría tiene detrás el sudor o el dolor”.
Este sudor y dolor son escalones necesarios para lograr la hazaña de la ascensión; son trampolines que nos impulsan para alcanzar la meta; son el combustible que nos alimenta para proseguir el viaje hasta llegar a nuestro destino.
Martín Descalzo añadió: “El dolor, el fracaso, el mal no han de ser buscados; ni siquiera basta con “resignarse” ante ellos; hay que convertirlos en lo que son: palancas para lanzar más lejos nuestra vida, cuchillos con lo que afilar mejor nuestras almas, fuentes de revitalización de nuestras zonas olvidadas u oscuras”.
Lo importante es utilizar estas palancas sin experimentar un suplicio, sino sabiendo que son sacrificio necesario para construir nuestro camino.
“Los santos, los grandes ayudadores de la humanidad son los supieron convivir con la amargura sin amargarse”, agregó Martín Descalzo.
¿Acepto estas palancas de crecimiento?