Orgullosamente criminal
Muy orgulloso se mostró el Presidente al afirmar que los narcos respetan a funcionarios de gobierno hasta en los retenes. ¿Qué tantos otros lugares y situaciones hay antes del “hasta”? ¿Con esto pretendía el Presidente decirnos que incluso los criminales respaldan su movimiento?
Se trata de una aceptación vergonzosa para cualquier gobierno y jefe de Estado. Asume abiertamente que el Estado no controla el territorio nacional. No solo eso, lo que reconoce es que quienes tienen el control son grupos armados criminales no estatales. Lo que en realidad ocurre es que el gobierno es quien los reconoce y respeta.
El Presidente se expresa en mejores términos del crimen organizado que de las víctimas, periodistas, defensores de derechos humanos, ecologistas y un largo etcétera. Vaya transformación.
Se trata de un orgullo presidencial por desconocer sus obligaciones. Al no hacer nada al respecto, reconoce la “legitimidad” de criminales para colocar retenes y controlar territorio. Esos retenes no son simbólicos, miles de asesinatos y desaparecidos han ocurrido en ellos. La asfixia y terror que generan estos provocan desplazamientos forzados de población y secuestros que derivan en trata con fines de explotación sexual y esclavitud laboral, así como reclutamiento forzoso. Todo esto es lo que reconoce y respeta el gobierno federal.
Si el gobierno no reconoce sus obligaciones, a la ciudadanía solo le queda tratar directamente con los criminales. Esto ha llevado en el pasado a que medios impresos pregunten en sus diarios a los grupos criminales cómo deben reportar la violencia. También ha sido el caso de Javier Sicilia que desde el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad mandara hace años una carta abierta al crimen organizado para proponer una tregua. Incluso hace unos días colectivos de familiares de personas desaparecidas en Tamaulipas tuvieron que recurrir a una carta abierta a grupos criminales para proponerles un pacto. La ciudadanía en diálogo con el crimen organizado ya que el gobierno niega sus obligaciones.
Queda claro que el Estado mexicano abdicó a su obligación primaria de controlar el territorio y garantizar la vida y la justicia. Con esta declaración se puede entender los profundos vínculos entre agrupaciones criminales y agentes del Estado, así como la penetración de los partidos políticos.
El gobierno mexicano se encoge. Territorios enteros son controlados por grupos criminales y los militares toman control de funciones civiles. Eso sí, se encoge, pero con orgullo. La ciudadanía abandonada en la anomia y el fuego criminal que son normalizados desde la presidencia. El silencio de altos funcionarios de su gobierno y partido los convierte en cómplices.
Orgulloso de las omisiones criminales de su gobierno. Orgulloso de entregar territorio al crimen organizado. Orgulloso de que la población esté en manos criminales. Orgulloso de la impunidad.