Opinión pública y opinión publicada. Distorsiones

Daniel Ramírez León
26 julio 2020

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Con genuino interés he seguido la opinión de ciertos columnistas políticos (desconfío del término analistas) que retoman los temas de interés público con peculiar singularidad. Es tarea común de quienes, por simple convicción o deseo de entendimiento, estamos de una u otra forma inmersos en la política. A la mía habría que agregar la responsabilidad de la comunicación institucional del Congreso del Estado de Sinaloa, arena políticamente diversa, exquisitamente plural y emocionantemente movediza, que brinda amplia información pública que, combinada con el estudio de los datos, permite inferir otra realidad.

Una realidad opuesta entre opinión pública y opinión publicada, que no es lo mismo. Algunos especialistas advierten que el 90 por ciento de los espacios de opinión está en manos de columnistas y comentaristas afines al viejo régimen político*, lo cual explica muy bien el clima de tensión y confrontación que existe en las redes sociales entre opinadores y cibernautas.
Los primeros, ofrecen una visión desconectada de la realidad. Como han dicho algunos jóvenes comentaristas de esta nueva época, pareciera que les sobra mundo pero les falta México. Y también honestidad. Sus datos lo demuestran. Mienten a todas luces. Están desesperados. Viven en la derrota electoral y lo que eso significa. La narrativa que por años construyeron se vino abajo. La defensa del neoliberalismo y del Dios mercado se derrumbó. Están contrariados y de malas. Cuidado. Ofrecen entonces un horizonte desolador. Y se aprovechan de la pandemia y de sus trágicas consecuencias. Del dolor de la gente, pues.
El relato, su relato, consiste en culpar al Presidente Andrés Manuel López Obrador de todos los males posibles. Justamente por eso los cibernautas responden y cuestionan disruptivamente. Y ojo, eso no significa necesariamente apoyo incondicional al Presidente y a la 4T. Sin embargo, es ingenuo suponer que el tratamiento a la crisis sanitaria y la atención a los problemas públicos pueden gestionarse como si se hubiera heredado una economía y un sistema de salud de primer mundo. ¡Por favor!
Resulta sospechoso que los comentócratas del régimen que aspira a retornar, omitan en sus legítimas exigencias al gobierno actual, la herencia del antiguo régimen con la que se enfrenta a la madre de todas las crisis: un país en ruinas, con un sistema de salud pública condenado a muerte, con enormes desigualdades económicas y sociales reflejadas en la grosera distribución de la riqueza que durante los últimos cuarenta años generó que la mitad de la población viva hoy en situación de pobreza, campo fértil para que la violencia se haya generalizado en el territorio durante los últimos sexenios y causante de bajos niveles de educación y de múltiples enfermedades crónicas. Pero no de olvido. La memoria es corta pero los agravios pesan.
El 1 de julio de 2018, dice Porfirio Muñoz Ledo, se levantó el acta de nacimiento de la democracia mexicana. Evidentemente corresponde construirla y asumirla no sólo como forma de gobierno sino como estilo de vida y ello supone reflexionarla para explicarla a partir de nuevas claves y coordenadas.
*Y aquí yo aprovecho para reconocer a Noroeste el espacio brindado hace algunos meses a mis reflexiones.
ramirezleond@hotmail.com