Ocho semanas de crisis histórica

Arturo Santamaría Gómez
02 noviembre 2024

Pocas veces en la historia contemporánea de Sinaloa se ha vivido una situación tan crítica como la que se ha experimentado desde el 25 de julio, y más particularmente desde el 9 de septiembre, aunque, en términos estrictos, la dimensión geográfica del conflicto actual no cubre todo el territorio sinaloense. La importancia de los actores involucrados -no se olvide que es la organización delictiva más grande del mundo-, y que el escenario principal de las acciones violentas acontecen en Culiacán, la ciudad capital, han hecho decir y repetir equívocamente a periodistas externos y locales que todo el estado experimenta un estado de angustia y zozobra permanente, lo que, por fortuna, no es cierto.

Pareciera una contradicción lo que escribo en el párrafo anterior cuando digo, por un lado, que Sinaloa pasa por una situación crítica pocas veces vista, y por otro, señalo que no todo el estado padece el desasosiego cotidiano.

Lo que sucede es que la relevancia de Culiacán, como toda capital, es tan grande que los medios hacen creer que lo que pasa en la ciudad de los tres ríos se observa en todo el estado. Es común que, a diario, los noticieros y programas de análisis político de la Ciudad de México e incluso de otras ciudades importantes, como Monterrey, que tienen plataformas muy visitadas como Código Magenta, generalicen de una manera muy rápida, y muchas veces ligera, lo que sucede en nuestra capital. Si en Culiacán, como efectivamente se observa, las calles lucen semivacías por las mañanas y vacías durante la noche, o si la gente manifiesta su pesar y miedo mediante cámaras y micrófonos, inmediatamente dicen: “En Sinaloa la gente no sale a las calles y vive en el terror permanente...”.

Culiacán es Sinaloa pero Culiacán no es todo Sinaloa, pero más allá de esta tonta obviedad, la objetividad y el sentido de responsabilidad periodísticos exigen no generalizar de manera tan irresponsable porque ninguna otra ciudad de Sinaloa padece el vía crucis de la capital. Ciertamente, hay zonas rurales intransitables en seis o siete municipios, lo cual no es cualquier cosa y sin duda merecen toda nuestra atención, pero eso no significa que se paralice la vida en el conjunto de esos municipios. De igual manera, hay hechos graves en otras ciudades, como en Mazatlán, donde ha habido ejecutados y secuestrados, estos segundos de manera significativa, y la ciudad ha visto disminuir la afluencia turística y la vida nocturna, pero tales hechos no han paralizado al puerto ni sumido en el terror. Si fuese así, cientos de niños, quizá miles, acompañados de adultos, no hubiesen salido por la noche a celebrar el Halloween, ni el estadio de futbol se hubiese llenado el viernes por la noche.

Ahora bien, el conflicto armado ha consumido 55 días hasta hoy sábado, pero es posible que se prolongue muchos más, si es que tomamos en cuenta la duración del enfrentamiento entre los Beltrán y los Guzmán en 2009-2010. Y si nos damos cuenta que las dos fracciones en pugna del Cártel de Sinaloa en la actualidad son mucho más poderosas que hace 15 años, entonces esa posibilidad es mayor. Esto es precisamente lo que explicaría por qué este conflicto armado ya ha creado una crisis histórica en nuestro estado.

En décadas, o quizá en lo que va del Siglo 20 en adelante, ningún Gobernador de Sinaloa había sufrido una presión política y un acoso mediático tan grandes y sistemáticos como el que hoy padece Rubén Rocha Moya para que renuncie a su cargo. Y no hay evidencias de que vaya a hacerlo. Podría decirse, incluso, que con la declaración del Fiscal Gertz Manero de que no está siendo investigado su posición se ha fortalecido. La revocación de mandato que promueve un grupo de ciudadanos para mudar al doctor Rocha del Tercer Piso es un propósito tan ambicioso que no parece alcanzable.

Para explicar con mayor claridad por qué la crisis es de enormes dimensiones, tenemos que aceptar que la ha creado el poder fáctico y criminal más grande no tan sólo de la historia sinaloense sino la de todo el País. Sinaloa no es tan sólo la cuna del narcotráfico mexicano sino también la creadora del poder criminal más grande de nuestra historia. Por eso ningún Gobierno municipal ni estatal tienen la suficiente fuerza ya no para derrotarlos sino, por lo menos, para mantenerlos bajo control institucional.

Es por lo anterior que en otro artículo sostuve que en Sinaloa se juega el éxito o el fracaso de la política de seguridad de la doctora Sheinbaum.

Ahora bien, esta afirmación no quiere decir que los ayuntamientos o el Gobierno del Estado estén exentos de responsabilidades, al contrario; en los municipios, además de coordinarse con la Federación, para empezar, deben nombrarse gabinetes política y éticamente solventes, además de ser profesionalmente capacitados e identificados- por si algo faltara- con un proyecto de verdadera renovación gubernamental, donde no caben los advenedizos ni arribistas. Si no es así, esto significaría que en los ayuntamientos no tienen ni la menor idea del momento crítico que está viviendo Sinaloa.

En la Escuela de Turismo de la UAS, en Mazatlán, se manifestaron el martes pasado un grupo de 30 o 40 estudiantes para exigir que en la elección del director se cumpla la nueva Ley Orgánica de la Universidad, donde se les concede el voto. No sabemos qué va a pasar, pero al menos es una manifestación importante de un sector que por años había permanecido callado. Están rompiendo el miedo.

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