Ochenta y seis
Morena consiguió el voto 86, pero su método no fue nada aseado. Se los concedió una de las familias políticas más sucias de México. El mismo AMLO eso dijo una y otra vez de los Yunes, pero ahora los absuelve.
En realidad, la política, a diferencia de quienes la ven como un arte, suele ser bastante sucia. No hay manera alguna de que sea impoluta. Es, por lo general, pragmática, traicionera y utilitarista. No obstante, cuando es cínica tiende a desgastarse con rapidez porque pierde credibilidad. Esto puede suceder en México, si Morena persiste en un pragmatismo sin cortapisas. Y ese desgaste lo sancionan los votantes, pero lo aprovechan los partidos políticos opositores.
Por lo pronto, y eso es lo que importa en la política real, Morena ya tiene más poder que nunca. Con dos poderes en sus manos y la alta posibilidad de que el tercero también responda a sus intereses.
Y sí, en efecto, un Estado sin división de poderes rompe con la concepción liberal de democracia, lo cual podría suceder con la reforma judicial que se acaba de aprobar. Morena asegura que habrá una auténtica autonomía y que, ahora sí, se terminará la corrupción y el nepotismo en el Poder Judicial.
Eliminar la corrupción en ese poder es uno de los objetivos centrales de la reforma, dice Morena, pero nada garantiza que la elección de ministros, magistrados y jueces acabe con ella. Nada ni nadie en México ha podido combatir eficazmente ese flagelo histórico en ninguno de los poderes. López Obrador no pudo hacerlo a nivel federal y, en estados como Campeche, Guerrero y Baja California, tan sólo para apuntar tres, y en municipios gobernados por Morena, como Mazatlán, Culiacán y Ahome, sólo hablando de Sinaloa, hemos padecido una corrupción tan grande como la de cualquier administración priista o panista, y eso que la votación con la que ha ganado Morena puestos de elección popular ha sido, en la mayoría de los casos, abrumadora. Es decir, el voto popular elige democráticamente a autoridades, pero no garantiza la honestidad. Más grave aún: ni la división de poderes inevitablemente la consigue.
Un ejemplo: por primera vez en la historia posrevolucionaria de México, en el presente sexenio hubo una marcada división de poderes con una Suprema Corte de Justicia distante de Palacio Nacional y la corrupción siguió ahí campante, y lo mismo aconteció en gran parte de las secretarías de Estado. Antes de Morena no hubo división y, por supuesto, el dinosaurio dormía a sus anchas.
La corrupción en México, lo han escrito numerosos especialistas- uno de ellos muy lúcido: Claudio Lomnitz-, tiene profundas raíces históricas, pero al margen de una cultura y psicología social que la fomentan, la brutal fuerza que actualmente tienen el crimen organizado, la desquiciada concentración de la riqueza en pocas manos y la concepción del poder, patrimonialista y nepotista, que tiene la clase política mexicana, impiden que se acabe con la corrupción en los tres poderes.
Lo trágico de nuestra realidad es que, quienes denuncian vehemente los abusos de poder de Morena, casi sin excepción, gozaron de la corrupción o, por lo menos, de los jugosos favores, de los anteriores gobiernos. Y eso es así a nivel nacional y en estados como el nuestro.
Da vergüenza, y a veces risa, leer a articulistas y comentaristas, favorecidos a manos llenas por anteriores gobiernos federales, estatales y municipales, y ahora son sistemáticos y furibundos críticos de los morenos y lisonjeros de los políticos de Oposición.
Es decir, la corrupción no germina tan sólo en las instituciones del Estado sino también, y principalmente, en una amplia gama, quizá la mayoría, de los medios de comunicación.
En contexto así, eliminar la corrupción del poder que sea, es una tarea prácticamente imposible. Así ha sido hasta ahora.
¿Cómo eliminar la corrupción cuando México padece las organizaciones criminales más poderosas del mundo? ¿Cómo combatirla cuando un puñado de familias posee casi la mitad de la riqueza que se genera en México? ¿Cómo acabar con la corrupción cuando México ha cultivado a lo largo de siglos una tradición nepotista insaciable? ¿Cómo combatirla cuando en nuestro País impera una concepción patrimonialista del poder?
Sí, este artículo es pesimista.
A pesar de que este comentario sabatino es inocultablemente escéptico de lo que pueda lograr la reforma judicial, en otros ámbitos, aun en el contexto de miedo y violencia que impera en estos días de zozobra sinaloense, vemos que el cinismo y autoritarismo del PAS en la UAS no pudo impedir que varios cientos de universitarios participaran en la consulta para decidir si se reforma la Ley Orgánica de la UAS o no.
Ese partido, en el seno de la institución de la que surgió, se amamanta, manipula y controla políticamente, siempre ha actuado como la Gestapo, pero no pudo evitar que se manifestaran universitarios libres. Esperamos los mejores resultados para que la Universidad Autónoma de Sinaloa recupere su dignidad, libertad y calidad académica.