Nuestros niños en la era del Covid-19. ¿Es este el futuro que les ofrecemos?

Alejandro Sicairos
30 abril 2020

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alexsicairos@hotmail.com

 

Este amanecer del 30 de abril de 2020 nos ofrece la oportunidad de valorar de manera distinta a los niños propios o los de otras familias. Ausente el regalo de ocasión y el convivio obligado en las escuelas, ha de prevalecer la sonrisa cercana de ellos, en la íntima fiesta de casa, como signo de nuevos tiempos de enorme protagonismo infantil. La coyuntura insólita debe tener el lado útil de la cavilación proyectiva sobre la felicidad de la infancia, el más grande de los tesoros de la humanidad.

La infancia en tiempos de Covid-19 podría ser, si es que alguien no tiene otro, el potente motor que haga continuar la marcha hacia el mañana que siempre hemos soñado. Por fortuna, la Organización Mundial de la Salud envió ayer un mensaje de tranquilidad a los adultos al afirmar Mike Ryan, Director de Programas de Emergencia, que la inmensa mayoría de los niños que contraigan Covid-19 “tendrán una enfermedad leve y se recuperarán por completo”.

Esto concuerda con los reportes más actualizados sobre los contagios de coronavirus en México y Sinaloa en los cuales los niños se hallan mínimamente amenazados. A nivel nacional los datos concentrados durante la Fase 2 de la contingencia arrojan 189 contagios confirmados de pacientes cuyas edades fluctúan entre los 0 y 10 años. Hasta esa fecha se reportan dos fallecimientos: uno en Tabasco y otro en la Ciudad de México.

En Sinaloa, las estadísticas oficiales dan cuenta de 9 contagiados de los cuales 4 han recibido altas médica y 5 continuaban hospitalizados hasta ayer sin significar que sean graves sus estados de salud. En lo que cabe, y si se pudiese resumir así, a este sector de la población le ha ido bien y está en manos de todos nosotros que sigamos siendo el escudo que los blinde de consecuencias a lamentar.

No obstante los efectos en la niñez son de otra índole, como el cambio en los modelos educativos tradicionales, el cierre de centros de atención especial, las restricciones en la diversión y vida libre, así como la clausura temporal de los comedores escolares. Al ser parte de los 30 millones de educandos que prosiguen con la instrucción escolar desde casa, los alumnos de preescolar y primaria resienten más el cambio de paradigmas.

Dejando para otro momento la cuestión desastrosa del Covid-19 en todos los quehaceres de las personas, hoy importa ver a los niños como lo que son, llamarles por sus fortalezas y reconocerlos en las esperanzas intrínsecas. Ellos son nuestros últimos reductos de paz, dignidad, fortaleza y valores y encarna en sus pequeños cuerpos y gigantescos sueños la semilla del modo de existencia y convivencia que desde hace siglos estamos bosquejando.

Inmejorable momento para apreciarlos en toda la dimensión de sus imaginaciones. Siendo la mejor posibilidad de corregir aquello que hicimos mal y les acorta la esperanza de estar mejor y ser mejores, de seguro emergerá el más grande afán por tomarle la palabra al presente en eso de poner manos a la obra, desde la emergencia de salud pública, para darle forma a la nueva era donde la vida importe más y mucho más la de los niños, sin requerir de códigos de ética y sí llevar siempre consigo el libro de la civilidad.

Desde el encierro domiciliario y la fabulosa cercanía con los pequeños, abrazo dado con apego a la sana distancia, hoy es el día de apostarle mucho, tal vez todo, a los chiquillos que nos están señalando el horizonte luminoso que está después de los afanes individuales o generales para reinventar y reconquistar el mañana. Pensar que es tarde, solo porque temporalmente se puso la nube negra de la pandemia, lo único que lograría es reeditar ante los ojos de los niños la estatura de nuestros miedos, la fragilidad de nuestros empeños.

Si acaso los adultos fuéramos el árbol y los hijos y nietos los retoños, no los talemos con cualquier exceso de pesimismo. ¿Y si mejor nos reflejarnos en los espejos precoces que no harán otra cosa que hacer brillar nuevas ilusiones? Juguemos, vamos, a regresar a los años de origen y pongámonos a la altura de las quimeras de los niños. Hoy es un día irrepetible.

Y si bien es cierto que no es la mejor fecha para festejar a los niños, sí es inmejorable la oportunidad para reflexionar qué México, Sinaloa y Mundo les estamos heredando y convertir la actual emergencia de salud en punto de partida para rescatarnos todos como condición indispensable en el salvamento del futuro de la infancia.

 

Reverso

Son ruinas y nada más,

Escombros de la indiferencia,

Rastros del hombre falaz,

Lo que tomarán como herencia.

 

Si los niños gobernaran

Son como niños berrinchudos nuestros políticos y gobernantes. Pero a diferencia de las inocentes antipatías que en la infancia se esfuman cuando arbitra una sonrisa, los adultos que tienen poder tratan de imponerse unos sobre otros no con razones sino mediante el tamaño de los intereses de cada cual, sin que ningún medio de conciliación eche por la borda las testarudeces. Hoy que todas las canicas deben ir en la misma bolsa, la talega de la armonía que se necesita para salir de la crisis por coronavirus, están entretenidos en definir quién pegará primero. Cómo les falta aprender de los juegos infantiles.