Nostalgia del reino
Ayer, la Iglesia católica celebró la fiesta de Cristo Rey, con la que se cierra el Año Litúrgico para comenzar el próximo domingo con un nuevo ciclo que abre con el Tiempo de Adviento, que son cuatro semanas que preparan a la Navidad, de manera inmediata, pero también a la segunda venida, o plenitud de los tiempos y escatología consumada.
En efecto, las lecturas bíblicas compartieron un mensaje muy elocuente. El profeta Daniel, en la primera lectura, habló de un hijo de hombre al que se concedió poder real eterno, por lo que su reino no tendrá fin.
El salmo 92, antecediendo a la segunda lectura, proclamó que “El Señor reina, vestido de majestad”, mientras que la segunda lectura, tomada del libro del Apocalipsis, proclamó: “Yo soy el Alfa y la Omega, el que es, el que era y el que viene, el Todopoderoso”.
En el Evangelio, tomado del apóstol Juan, Jesús contestó a Pilato su pregunta sobre si era rey: “Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo; para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz”.
Sin embargo, la realidad que vemos y palpamos en el mundo nos muestra una panorámica muy diferente: el reino que hemos construido no es el reino del amor, la justicia y la verdad, sino el de la violencia, odio, soberbia, avaricia, mentira, injusticia y rencor.
Incluso, Julio Cortázar, autor surrealista y del realismo mágico, expresó: “Se puede matar todo menos la nostalgia del reino, la llevamos en el color de los ojos, en cada amor, en todo lo que profundamente atormenta y desata y engaña. Wishful thinking, quizá, pero ésa es otra definición posible del bípedo implume”.
¿Trabajo por el reino?
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