‘¡No se olvida!’

Guillermo Fárber
11 octubre 2020

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Circulo entre mis amigos el artículo de El Horizonte: “La otra mirada al 2 de octubre” https://d.elhorizonte.mx/opinion/editorial/la-otra-mirada-al-2-de-octubre-3era-parte/2934644

Comenta el Gustavo Cortés Campa:
“El movimiento contra el rector Chávez no fue de comunistas. Alguna bronca había entre el Presidente y el eminente cardiólogo. Hubo múltiples versiones al respecto. Una de ellas refiere que la primera dama, Guadalupe Borja de Díaz Ordaz, fue invitada de honor a una cena en casa del doctor Chávez, quien tuvo la mala ocurrencia de invitar también a doña Eva Sámano de López Mateos (el antecesor inmediato de Díaz Ordaz en la Presidencia). Sepa el diablo qué pasó entre ambas damas, el hecho es que doña Lupe odiaba cordialmente a doña Eva. Al llegar, doña Lupe no se contuvo y gritó lo más estridente que pudo: ‘¿¡Qué hace esta mujer aquí!?’
“Al rector se le vino encima la bronca. Todo fue manejado desde la Conasupo por Carlos Hank González, con los hijitos del ‘Paliacate Colorado’, Leopoldo Sánchez Celis, al frente de la revuelta. Los hermanitos Sánchez Duarte manejaban un grupo de hampones sinaloenses con credencial de estudiantes, y fueron los que vejaron y sacaron violentamente al doctor Chávez de su oficina. Quizá eso marcó la lenta, pero consistente caída de la UNAM en su calidad académica.
“En paralelo, hubo una campaña de prensa para denostar a Chávez, manejada al alimón por Pancho Galindo Ochoa y Hank. En la revista ‘Siempre!, sin darse cuenta, como siempre le sucede, Elena Poniatowska hizo entrevistas con estudiantes acelerados por el vértigo de pronunciarse contra la autoridad (a mí me sucedió en la Unison), donde, con ‘mucha decencia’, la entonces joven y cachonda socialité que hacía pininos como ‘contestataria’, planteaba que el doctor era una eminencia médica, pero ‘un pésimo rector’. Barros Sierra ciertamente tenía nexos con académicos ligados a Martínez Manatou, pero de ahí a tomar parte en un ‘complot’ contra Echeverría... no cuadra.
“Años después del 68, después de oír centenas de teorías conspirativas de todo tipo, leí el magnífico ‘La fiesta y la tragedia” de mi difunto amigo Luis González de Alba y encontré la clave, si no de todo, sí de mucho. Esa crónica le valió a Luis el odio de Monsiváis y el repudio del 95 por ciento de ‘la izquierda’. Ver: https://temibledani1lga.0blogspot.com/2008/09/nexos189199309.html
“Luis fue parte importante del CNH (Consejo Nacional de Huelga, máxima autoridad visible de la rebelión estudiantil). Luis fue, entre otros, quien interrumpió a Pepe Revueltas al comenzar su intervención en un debate, porque se dio cuenta de que el gran escritor traía un paquete de 40 cuartillas para darles lectura. Fue Luis, junto con muchos otros, que exigían a ‘los compañeros comunistas’ que le pararan a su rollo y pedían: ‘Concretito, compañero: ¿Qué con la manifestación de mañana?’ Fue Luis quien escribió que en la manifestación del 26 de julio, en forma ‘milagrosa’, en avenida Juárez hubo supuestos botes de basura repletos de piedras.
“Aquello fue una fiesta de jóvenes que explotaban de testosterona y adrenalina. (‘Por las noches, aquello era un cogedero’, solía decir Luis).
“Grave problema para analistas políticos y funcionarios: No era posible el espontaneísmo estudiantil. Aquello, forzosamente era una orquesta... había que encontrar la batuta.
“Luis Echeverría fue el que supo seguirle la corriente a Díaz Ordaz. Sabía que la peor idea en ese momento era recomendar calma, paciencia y negociación. Por eso ganó la candidatura. Y la Tigresa, una mitómana. Todo el gabinete sabía que con Díaz Ordaz no se podía jugar. La orden la dio el Presidente. Si fue inducido, si fue manipulado, quizá, no lo discuto. Pero dio la orden. Nadie, en ese momento, pudo siquiera considerar saltarse las trancas. Era el suicidio, literalmente”.

Un testimonio personal
Yo cuento que tengo cierta evidencia del 1966. Estuve en la UNAM ese año, en la facultad que se llamaba entonces “de comercio y administración” (ahora de contabilidad y administración). Yo tenía la credencial 0663895, creo. Me tocó tomar involuntariamente el edificio de rectoría. Dije “involuntariamente”; quizá debí decir “estúpidamente”. Me explico.
Resulta que yo estaba en la explanada papando moscas (como siempre), cuando vi venir desde abajo una turba corriendo y gritando. Era un mediodía de entre semana (o sea, todo habitual). La turba de una o dos centenas de chavos vociferantes, venía por la escalera de piedra desde la estatua en cemento de un solemne Miguel Alemán con toga y birrete (homenaje al constructor de la magna obra de la Ciudad Universitaria, inaugurada doce años antes). Esa estatua fue detonada con cargas pequeñas de dinamita (o un explosivo similar, supongo) varias veces ese año (por las noches, para no lastimar a nadie ni tener molestos testigos del estropicio) hasta mejor desaparecer del panorama (que era lo que querían los políticos enemigos de Alemán, imagino). Recuerdo que tras uno de esos minibombazos yo me llevé a casa (no sé para qué; una más de mis ociosidades) un gris pedazo de oreja, que estaba tirado en el piso como el resto de la estatua.
La turba, entiendo, estaba liderada por un tal Espiridión Payán y por un hijo del entonces gobernador de mi estado Sinaloa, Leopoldo Sánchez Celis.
La turba salió de pronto de la escalinata frente a mí y me arrolló, literalmente me cargó (siempre he sido de constitución endeble, de modo que no hace falta mucha fuerza para cargarme, y no fue aquella la última vez que experimenté el poder aplastante de una masa humana en apariencia exigua). Entre mis tímidos reclamos de que yo no quería ser miembro de aquella embestida invasora, la turba vociferante me llevó en vilo por las puertas de cristal del edificio insignia y “tomé” la rectoría. Corría entre el estudiantado el rumor de que en esa planta baja estaba apostado para la defensa un comando con ametralladora, así que ya te puedo describir el espectáculo macabro que generó en dos nanosegundos mi usual paranoia delirante (deja en suspenso tu tentación de reírte, queridolectora, y evoca los horrores que vivió la juventud vociferante un par de años después, en oooootro conflicto orquestado desde arriba, el del 68, con políticos viejos y colmilludos disputándose el poder, aderezado con sangre de jóvenes ingenuos y apasionados)
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