Muerto el rey...
La que será la primera Presidenta de México ha dado los primeros pasos para integrar su gabinete y casi todos los personajes anunciados hasta ahora, han merecido la aprobación de propios y extraños, salvo en el caso, de la que será su Consejera Jurídica, Ernestina Godoy Ramos, la Licenciada en Derecho por la Universidad Autónoma de México, único título en su haber académico y con un desempeño profesional en el que se destacan liderazgos en movimientos sociales y la titularidad de la Fiscalía General de Justicia de la Ciudad de México; los expertos estiman que su saber y experiencia profesional, no da para enfrentar los grandes retos jurídicos que debe afrontar la titular del Poder Ejecutivo.
En el terreno de la incertidumbre, también se colocan las designaciones de Rosa Icela Rodríguez en la Secretaría de Gobernación, ya que como Secretaria de Seguridad Pública no ha rendido buenas cuentas y la de Mario Delgado, como el futuro titular de la Secretaría de Educación Pública, sin blasones académicos que justifiquen su presencia al frente del sistema educativo nacional.
En términos generales, los nombres, la preparación académica y la experiencia en la gestión de los problemas reales, dan aliento para pensar que para Claudia Sheinbaum, no solo importa la lealtad de quienes serán sus colaboradores, sino también las virtudes del conocimiento y la experiencia, en contrario a la fórmula que ponderaba Andrés Manuel, el cual, afirmaba que, en sus funcionarios, buscaba un 90 por ciento de fidelidad y el resto de saber.
Por otro lado, alienta que Claudia esté integrando a la mayoría de su equipo de colaboradores, con libertad de acción, sin embargo, también hay que decir que ese aire de optimismo se disipa al ver que no se atreve a cortar el cordón umbilical con el tabasqueño, lo que no necesariamente implica romper con él, lo cual, da pie para pensar que ella ejercerá la presidencia, pero que el centro de mando estará ubicado en La Chingada, lugar en el que dice Andrés Manuel, que se refugiará.
En Claudia se ha hecho costumbre que, en sus discursos diarios, predominan las alabanzas a la obra y a la persona del actual Presidente de la República, sin faltar el juramento de que su administración será una continuidad del gobierno actual.
Por otro lado, y para incrementar la percepción, de que la palabra de López Obrador tendrá el carácter de ordenanza durante el próximo sexenio, es el hecho inédito de que el Presidente de la República, en lo que son sus últimas giras por diversos estados del país, se ha hecho acompañar por la que será su sucesora, algo que jamás había sucedido, ni en los momentos de gloria de los titulares del Ejecutivo emanados del otrora invencible PRI, época en la que cobraba vigencia el dicho de “muerto el rey, viva el rey”.
Percibo al Presidente de la República, como un campeón deportivo haciendo gala de sus triunfos llevando en sus manos el trofeo que lo avala, en este caso, simbolizado por la que será su heredera, y a la vez, comprometiéndola a que será fiel al proyecto de nación por él diseñado, mismo que contempla el destartalar todo el sistema institucional nacional, para darle vida a otras entidades que, por cierto, las hasta ahora logradas, no han dado luz de efectividad.
Por más que López Obrador asegure que él no es un cacique ni Claudia es una marioneta, los hechos dicen lo contrario, ya que, hasta la fecha, no ha permitido que Sheinbaum Pardo vaya marcando su propio rumbo.
“Muerto el rey, viva el rey”. No es propiamente una sentencia que le quite el sueño a Andrés Manuel, confiado en su poderosa influencia social. ¡Buenos días!
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