Morir en moto en la jungla sinaloense
En homicidios culposos, gobierno débil
En pleno domingo 28 de agosto, en el mero centro citadino de Culiacán y a escasos 50 metros de la central de Cruz Roja, ocurrió el percance vial que involucró a un motociclista que transportaba a su hija, y un autobús urbano de la ruta Huizaches, poniendo a la vista de automovilistas y transeúntes la persistente realidad donde la alta velocidad y la ausencia de quien la regule significan la nueva jornada trágica en Sinaloa que ahora ocurre sobre ruedas, ya no por las armas de los sicarios del narcotráfico.
La persona que conducía la motocicleta, de 66 años de edad, y la mujer acompañante, de 21 años, fallecieron pese a que los socorristas le brindaron ayuda rápida, sin valerles la ventaja de ser atropellados casi frente a la sede de la institución de auxilio. Allí terminaron sus historias de vida, pero mucho antes empezaron las desidias, simulaciones y permisibilidades que llevan a centenas de sinaloenses a la muerte segura.
¿Quién o quiénes son los responsables de prevenir y corregir este tipo de percances tipificados como homicidios culposos y representan la otra estadística, creciente y sin freno, de la violencia en las calles y carreteras? A diario ocurren eventos letales y también cada día se les nota a los gobiernos estatal y municipales más incapaces en implementar las políticas públicas de contención.
La narrativa de la nota roja significa el balance en tiempo real del grave problema y la injustificable inacción oficial. Sábado 27 de agosto: El conductor de una moto resultó lesionado luego de chocar contra un automóvil en el cruce de las avenidas Gabriel Leyva e Insurgentes, y otro motociclista resultó con heridas de consideración tras chocar contra un caballo que se le atravesó en la carretera hacia la Isla de La Piedra, los dos hechos en Mazatlán. Viernes 26 de agosto: un agente de la Policía Municipal de Culiacán fue atropellado cuando conducía una motocicleta de la corporación, en la Colonia Buenos Aires, y en Escuinapa un menor de 15 años de edad murió al derrapar su motocicleta y explotar el tanque de gasolina. Y así, día tras día.
Presenciamos desgracias por partida doble. Aquí la pérdida de vidas humanas, en su mayoría de jóvenes; allá la imperturbable mentalidad de recoger a las víctimas y añadirlas a las frías estadísticas de homicidios imprudenciales, al fin de cuentas que la mala fama de Sinaloa nada tiene que ver con este modo de barbarie motorizada, del acelerador hasta el fondo en una de las partes y la confianza de la otra que cree movilizarse en urbes donde la civilidad comienza con el respeto a las reglas de tránsito.
¿Dónde está la Policía vial como primera respondiente de la vía pública dejada al arbitrio de conductores alterados? ¿Y la señalización urbana que advierta a los motociclistas el tope de velocidad y avise a automovilistas de las precauciones a tomar por el exceso de circulación de aquellos? ¿Vialidad y Transportes les advierte a empresas sobre el peligro de utilizar a repartidores en motos, con la indicación a sus trabajadores de hacerlo en tiempos tan vertiginosos como mortales? ¿Alertan los operadores de las cámaras de vigilancia urbana sobre la presencia de motoristas suicidas?
En alguna ocasión, siendo Alcalde de Culiacán Jesús Estrada Ferreiro propuso evitar o restringir la disponibilidad de motocicletas en Culiacán pues les echó toda la culpa a los tripulantes de estos vehículos por transitar sin respetar las reglas mínimas de vialidad. Esto corrobora, en sentido general, la corta visión de autoridades que no son aptas para hacer valer la ley y acuden a soluciones que ni a Belém Torres se le hubieran ocurrido en su compendio de justicia con sentido común.
Existen varios componentes a ajustar en todo este embrague de los homicidios culposos, sin embargo, velocidad, imprudencia y permisibilidad constituyen las tuercas flojas. A los choferes de las flotillas de autobuses del transporte urbano se les atribuye la toma de las calles como pistas de carreras, urgidos por sus patrones a cubrir a contrarreloj las rutas asignadas. A los automovilistas inconscientes siempre los apremian los horarios de sus actividades y compromisos y caen en la urgencia de recorrer trayectos largos como queriendo abatir récords maratónicos. A los motociclistas o les gusta la adrenalina de lidiar con automóviles o los presionan las reglas de entrega puntual de mercancías y servicios.
En los paisajes tristes de los principales centros urbanos sinaloenses el gobierno se aplica en reducir o eliminar los cenotafios de los muertos por la acción del crimen, con el propósito de sacar a las grandes urbes, específicamente a Culiacán, del ranking ominoso de las 50 ciudades más violentas del mundo. Si acaso lo lograra, enseguida esos rastros de atrocidad serán ocupados por evidencias de otro salvajismo: homicidios culposos que crecen a la misma velocidad en que transitan los motociclistas, sin algo o alguien que los contenga.
Antes dormimos despiertos;
Por el rugir de metralletas;
Hoy nos desvelan los muertos,
Del bramar de motocicletas.
La torrencial lluvia impidió colocar la primera piedra del Centro de Resguardo Temporal e Identificación Humana que prometió el Gobernador Rubén Rocha estará listo en Culiacán en diciembre, pero ningún diluvio imposibilitó que las madres de los desaparecidos salieran a visibilizar sus luchas en plazas, avenidas, oficinas de gobierno y medios, con los gritos de guerra de “¿Dónde están?” y “¡Justicia!” al conmemorarse ayer el Día Internacional de Víctimas de Desaparición Forzada. Como lo cantó la inmortal sinaloense Lola Beltrán: “hasta el mismo cielo se estremecía al oír su llanto”.