Monseñor Méndez
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Te comparaban con Lev Yashin, conocido como la Araña Negra, guardameta de la selección soviética a quien muchos consideran el mejor portero de la historia. Sin embargo, te diferenciabas: Yashin medía 1.89 metros y tú eras muy bajito, pero tu delgadez y agilidad (en ese tiempo) bastaban para que cubrieras todo el arco.
Nativo de La Piedad, Michoacán, te trasladaste al Seminario de Culiacán. Terminados tus estudios fungiste un año como acompañante del Obispo Lino Aguirre y te convertiste en sacerdote olímpico, pues fuiste consagrado en el año de la Olimpiadas de México, en 1968.
Comenzaste tu ministerio en la sierra, en Tameapa, Badiraguato, para templar tu espíritu y evangelizar con sencillez. En Ruiz Cortines renovaste tu pasión por los libros; posteriormente, era necesario quitar algunos ejemplares para descubrir la persona que estaba tras el escritorio. En Cristo Rey se te recuerda con nostalgia.
Fuiste maestro, Rector y formador de muchas generaciones en el Seminario. Transmitiste a tus alumnos el regocijo del conocimiento con entrega y humildad. No los mirabas de frente, no por timidez, sino para encontrar la inspiración más alto.
Te especializaste en Moral en la Academia Alfonsiana de Roma y escudriñaste los pasajes y lugares bíblicos en Israel. Con emoción platicabas tus anécdotas en Egipto, Grecia, Londres, Alemania, España y París.
Gustabas de comentar las adquisiciones que hiciste en el mercado de pulgas de Roma, llamado Porta Portese, a donde acudías para comprar baratijas a las que solamente tú encontrabas utilidad.
Es inolvidable tu espíritu de niño travieso cuando recogías las plumas y baterías que estaban tiradas en la calle, y la sonrisa triunfal con que festejabas el haberlas rehabilitado y acondicionado.
Excelente amigo, mejor sacerdote e ilustre Monseñor. ¡Francisco Méndez Aguirre, que Dios te conceda la recompensa eterna!
¿Sirvo con sencillez?