Mira cómo se ve en el terreno la llamada estrategia de ‘abrazos no balazos’

Ernesto López Portillo
01 junio 2024

¿De qué está hecha una fotografía tomada en los territorios donde opera la llamada estrategia de “abrazos no balazos”? La respuesta no les va a gustar. Muy poca gente se atreve a mirar de cerca y un nuevo reporte nos confirma que en lugares donde la violencia homicida es extrema, el Estado en estricto sentido no está tratando de imponer las condiciones mínimas necesarias para reducir las violencias, los delitos y la impunidad, más bien él hace parte de un tejido de actores públicos y privados que gestionan las violencias.

Pocas, muy pocas veces se alcanza a ver esto más allá del escándalo, la simplificación y la polarización que al final solo nubla la mirada hacia los territorios; por eso la lectura del reporte es indispensable para quien quiera estar lo más cerca posible de algunos de esos lugares donde se viven las violencias armadas crónicas.

Estos son algunos ejemplos de lo que el informe enseña, a mi parecer suficientes para ponderar el enorme valor de la investigación:

Es difícil calcular el efecto que la participación de los militares en la actividad policial haya podido tener sobre la violencia letal. El Gobierno federal y el Ejército afirman que las fuerzas armadas han logrado establecer ‘orden y seguridad’ en zonas asoladas por conflictos. Pero ni las autoridades civiles ni las militares han explicado en términos concretos qué están haciendo los soldados de manera diferente a las administraciones anteriores, o si sus acciones siguen alguna estrategia o plan operativo específico.

“Además de la incertidumbre sobre lo que implica ahora la lucha militar contra el crimen, también existen dudas sobre si su impacto es siempre positivo. Mientras que en algunas zonas el aumento del despliegue ha coincidido con un descenso de los homicidios, en otras la violencia ha empeorado incluso cuando se han enviado más tropas...

Un empleado de la morgue de una ciudad principal dijo: ‘Cuando nos llegaban cuerpos de gente que obviamente había sido baleada o tenía tiro de gracia, muchas veces se calificaban como muertes accidentales’... En algunas partes de México, las autoridades parecen estar llegando a entendimientos con los grupos criminales en aras de reducir la violencia; en otras, los militares todavía participan en enfrentamientos y la violencia no ha disminuido. Ya sea en uno u otro escenario, los grupos criminales no sólo no han perdido terreno, sino que parecen estar ampliando sus portafolios de negocios mientras consolidan su poder social y político...

Un oficial de alto rango de la marina dijo que días después de que López Obrador asumiera el cargo en diciembre de 2018, su superior les ordenó explícitamente a él y a sus pares ‘parar todos los operativos de una’ en una región. Los líderes de tres grupos criminales que compiten por el control de Michoacán afirmaron que las operaciones militares en su contra habían disminuido y, en algunas zonas, se detuvieron por completo. ‘Aquí’, dijo un comandante de los Caballeros Templarios al referirse a su bastión rural en Michoacán, ‘no los hemos visto en un par de años’...

‘[El gobierno] puede y quiere echarse a un ladito’, dijo a Crisis Group un miembro de los Caballeros Templarios. ‘Hay muchas maneras de trabajar, de hacer dinero, de que coman ellos y que comamos nosotros, pero que no haiga [sic] tanto muerto’. El líder de una banda criminal rival dijo que su fórmula para ‘que te deje en paz [el gobierno]’ consistía en respetar ciertos límites: ‘Todos somos puercos, y esta es una vida de violencia, todo el tiempo ... pero no puedes pasarte de verga nomás. Es inevitable sonar cuando traes movimiento [grupo armado]. Pero no puedes hacer demasiado ruido’...

Los líderes criminales describieron estos controles como fáciles de evadir e insistieron en que habían forjado acuerdos para vivir y dejar vivir bajo los cuales coexistían las fuerzas de seguridad y los grupos criminales. ‘El trato que tenemos con ellos [la Guardia Nacional] es que evitamos toparnos con ellos para que no tengan que hacer nada’, le dijo a Crisis Group un comandante de un grupo criminal...

Como explicó un diputado federal que hace parte de un comité del Congreso para la supervisión de las fuerzas armadas, ciertas zonas donde el conflicto armado está en pleno apogeo se perciben como que ‘no se pueden arreglar’. Describió una falta de voluntad generalizada por parte de los responsables de la toma de decisiones para ‘asumir los costos políticos de algo que ven como una causa perdida’. De manera similar, un ex funcionario de seguridad federal de alto nivel dijo que adoptar un enfoque más activo hacia los grupos criminales y la inseguridad es visto como ‘un pasivo, no un activo [político]’...

“Según varios líderes criminales, la clave para evitar operaciones militares es abstenerse de hacer manifestaciones abiertas de violencia. En la práctica, esto parece implicar ocultar cadáveres. Como dijo un líder criminal: ‘A quienes les toca, te toca desaparecerlos’. Los grupos criminales parecen preferir ocultar a las víctimas en fosas clandestinas en zonas del interior con escasa o ninguna presencia estatal. En Sinaloa, la tasa de desapariciones ha superado a la de homicidios por primera vez en la historia. En Ciudad de México, la fuerte caída oficial de los homicidios en los últimos años estuvo acompañada por un aumento en las desapariciones, lo que llevó a algunos a cuestionar si las estadísticas estatales eran realmente precisas. Además de deshacerse de los cadáveres, los grupos criminales también están interesados en limitar la documentación de la violencia: cuando Crisis Group realizó una visita de campo, un comandante criminal insistió en que no se tomaran fotografías o videos de combates o bajas mientras sus subordinados llevaban a cabo una ofensiva contra un grupo enemigo.

Este reporte representa para la mayoría lo más cerca que se puede estar de un territorio donde nadie se impone para reducir las violencias, la delincuencia y la impunidad. Ya sé cuán insoportable puede ser esto, pero, como bien sabemos, jamás se resolverá mientras no haya un reconocimiento colectivo de lo que verdaderamente está pasando.

No estamos ante una política de seguridad que enfrenta retos mayores, sino ante un tejido de actores oficiales y privados que gestionan violencias asociadas a dividendos económicos monumentales y cada vez más también políticos, donde la seguridad quizá hace mucho es crecientemente reconocida como “una causa perdida”.

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@ErnestoLPV

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