Militarización, prisión preventiva oficiosa y reforma judicial: hablemos del populismo punitivo
Si quienes promueven la militarización de la seguridad nos enseñaran inferencias causales que comprueban el impacto a favor de la seguridad de las comunidades. Si quienes promueven la prisión preventiva oficiosa nos mostraran inferencias causales que prueban la reducción de la impunidad respetando los derechos humanos. Si quienes promueven la reforma judicial nos enseñaran una teoría de cambio basada en la evidencia que fundamenta la propuesta a favor del acceso a la justicia. Pero ni lo primero, ni lo segundo, ni lo tercero.
Cualquiera tiene derecho a postularse a favor o en contra de esas tres rutas, el problema es cuando la llamada clase política se postula a favor o en contra sin reconocer la evidencia como el anclaje de su argumentación. Y así confunden, engañan, manipulan y, en lugar de aclarar, oscurecen los temas, al tiempo que profundizan la ya avanzada polarización política y social.
No es novedad que estos temas caminan en paralelo a su comprobación con base en la aplicación de métodos construidos por la ciencia y las técnicas idóneas. Ya aprendimos: la barrera política multicolor hace generalmente imposible pasar estas narrativas por el filtro de la evidencia empírica. Entonces la superficialidad, la generalización, el maniqueísmo y cualquier ocurrencia es posible si apalanca la construcción del espectáculo para construir audiencias.
El blanco y negro es la preferencia en la construcción de mitos; los grises no existen porque suponen la necesidad de diferenciar con argumentos fundados en el conocimiento y eso no ayuda en “la construcción del espectáculo político”. Los detalles no existen; la reflexión serena, cuidadosa, profunda, informada y sensible parece incluso una mala estrategia ante la disputa propia de “la era narrativa”.
Esto parece implicar, nada menos, que cualquier expectativa de que las decisiones en estos -y tantos otros- temas sean llevados a la construcción de planes de reforma consensuados a través del diálogo informado, basado en el conocimiento fundado, debemos guardarla para otros tiempos.
Me interesa entonces entender el trasfondo de las narrativas a favor de la militarización, la prisión preventiva oficiosa y la reforma judicial; si las evidencias importan poco o nada, entonces qué es lo que importa. Mi hipótesis principal es que la fuerza de tracción principal de todo esto está en la rentabilidad del populismo punitivo.
Recojo primero esta definición general: el populismo punitivo es la “expansión irracional del derecho penal en términos de delitos y penas, realizadas por agentes políticos para obtener ganancias electorales”. Y propongo una mirada más amplia que enseña la hegemonía de una cultura política autoritaria que asocia la seguridad a la fuerza y la justicia al castigo, no al debido proceso, no a la presunción de inocencia y menos al derecho penal como formalmente se le define: la última ratio.
Entiendo el populismo punitivo como una herramienta política y electoral extraordinariamente extendida y efectiva porque conecta la promesa política de la seguridad y la justicia a la fuerza y la inflación penal, mismas que, a su vez, son así exigidas desde la gran mayoría de la sociedad.
Además, el populismo punitivo funciona para esconder los fines no manifiestos, es decir, los que entendemos como fines latentes, que en este caso tiene que ver con la manipulación política de los aparatos de seguridad y justicia. La militarización, la prisión preventiva oficiosa y la reforma judicial en proceso de aprobación son medidas conectadas por el impulso hacia el endurecimiento ofrecido desde el poder público y exigido desde la sociedad. He llamado a esto la convergencia autoritaria.
La clave fundamental es el arrastre clientelar y electoral del populismo punitivo. Y en el trasfondo de soporte figura la ausencia de una narrativa creíble para la gran mayoría que incube esperanza en la reforma policial democrática, el Estado de derecho, el debido proceso, la presunción de inocencia e incluso los derechos humanos. Este vacío narrativo pavimenta desde abajo la manipulación política desde arriba.
No necesita argumentos fundados en la evidencia quien promueve todo esto, porque está bien aceitada la conexión emotiva favorable al endurecimiento. Bien entendido, estamos ante tendencias instrumentales a la promesa del populismo punitivo: más fuerza y más prisión.
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@ErnestoLPV
Animal Politico / @Pajaropolitico