Mi pecho no es bodega
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Durante la conferencia de prensa matutina del pasado 14 de agosto, realizada en Acapulco, Guerrero, un periodista refirió que las encuestadoras señalan que Morena va a ganar el gobierno estatal, casi con el 50 por ciento de la votación por lo que preguntó al Presidente Andrés Manuel López Obrador, sobre las características que debe tener un candidato o un gobernador que sustituya el año que viene al actual. En realidad, lo que el comunicador le preguntó al Presidente, fue qué características debe tener el candidato o la candidata de Morena a la gubernatura de Guerrero.
Fiel a su estilo, el Presidente contextualizó con referencias históricas sobre el papel que los guerrerenses han jugado a lo largo de la historia en la lucha por la democracia, para criticar la existencia de políticos que sucumben ante los privilegios del poder público. Sin duda, es crítica a la casa y advertencia a los pretensos. Morena no ha estado exenta al arribo de personajes que en el ejercicio del poder se han convertido en gobernantes impopulares por la prepotencia, arrogancia y soberbia de su conducción política. Características que, en opinión del Presidente, los vuelve impresentables electoralmente.
Lo dijo claro, en tiempos de campaña los candidatos se desviven y abrazan fingidamente a la gente, pero “una vez que llegan al cargo, no les vuelven a ver ni el pelo, ya hasta cambian, otra ropa, otra actitud, otro peinado, hasta se engominan, se ponen moco de elefante, ya caminan [pavoneándose], los ve uno desde lejos. Se vuelven presumidos, prepotentes y lo peor, corruptos. Que eso es lo peor. El que está pensando que ya se coló y que va a llegar a un cargo para hacerse grande con la riqueza mal habida. Si vivía, lo comentaba yo hace unos días, en una casa modesta, inmediatamente cambio a una residencia. Y luego, departamento en Miami. Ya no pueden andar con un carro normal, tiene que ser carro de lujo. Y rodeado de barberos, de alcahuetes, de lambiscones, para sentirse importantes”.
Y es que, ciertamente, hasta resulta desagradable observarlos. Algunos se convirtieron en fieles representantes del pasado que tanto criticamos. Su vestimenta los desnuda como fantoches. Se ven disfrazados. Apenas y pueden moverse con naturalidad. Se conducen con alarde y aparentan ser todo lo que no son, y nunca fueron. Gustan hablar con metáforas y anécdotas y presumen de valientes. Dicen ser de pocas palabras. En realidad, poco tienen que decir. Y qué bueno. Sus intervenciones son siempre silvestres y grotescas. Insanas para el público que los escucha. No solo por el mal empleo de la lengua, sino por la irresponsabilidad de tratar los asuntos de interés público con absoluta ligereza y superficialidad. Son hojarasca. Usan la intriga. Enredan. Embrollan. Mienten. Confunden. No resuelven. Se rodean por presunción de “asesores” y aduladores.
Al politiquero eso lo hace sentirse seguro. Se inclina por los grandes despliegues de colaboradores. Los excesos son los suyo. Abusa y molesta a la ciudadanía obstruyendo el paso por donde habrá de transitar. Poco le importa. Considera que su investidura debe colmarlo de privilegios. Supone que la dignidad del cargo le consiente comportarse como cacique. Serlo le agrada. Su voluntad se cumple al pie de la letra, aunque suele justificarla con peticiones populares. Es hábil. Siempre encuentra argucias que le permiten ejercer el presupuesto de manera discrecional. Entonces se convierte en soberano.
Con el poder suficiente para cambiar unas cuantas vidas. Se muestra altivo, vano, soberbio, ofensivo, arrogante, presumido, presuntuoso, orgulloso. Nada ni nadie lo merece y exige ser siempre el centro de atención. Hasta en las bodas donde es invitado, pretende ser el novio. ¡La política se vuelve comedia! Mientras la mayoría del pueblo carece de lo más elemental, en el mundo del politiquero, el derroche y el dispendio son los aspectos distintivos.
Cuánto tendrían que aprender del líder a quien dicen seguir, admirar y emular. Quizá su destello los deslumbra de tal manera, que han preferido cerrar los ojos y prefieren por ahora disfrutar de las mieles de su opulencia.
Por fortuna, cada vez son más las voces que retumban para señalar críticamente las contradicciones que dificultan aterrizar la Cuarta Transformación. Qué bueno que en esta ocasión, haya sido la del Presidente la que se hizo escuchar fuerte.
ramirezleond@hotmail.com