México polarizado
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jesusrojasriver@gmail.com
Andrés Manuel tiene un año en el poder y resulta difícil encontrar una evaluación objetiva sobre su corto periodo de gobierno. En las columnas de opinión se refleja la polarización que vive la sociedad mexicana entorno al Presidente. Están los muy críticos que ven en cada acto del Ejecutivo un error, o los idólatras, que son incapaces de reconocer los grandes errores del arranque de sexenio.
En las calles pasa lo mismo, vivimos en un México polarizado entre adoradores y detractores del Presidente. El domingo pasado marcharon por Paseo de la Reforma rumbo al Monumento a la Revolución más de 25 mil mexicanos vestidos de blanco, en una legítima protesta contra los “abusos”, “excesos”, “errores” y “omisiones” del Jefe del Estado.
Legítima también, la multitudinaria concentración en el zócalo capitalino de más de 50 mil personas en apoyo incondicional a López Obrador, una muestra de “arropo” popular que, como en los buenos tiempos del presidencialismo tricolor, dio muestra del poderosísimo músculo de movilización que tiene el poder.
En otros espacios hablé sobre el Gobierno Federal, dije lo que a mi parecer ha sido bueno, regular, malo y pésimo de este arranque de gobierno. Pero ahora quiero hablar sobre las posturas en las concentraciones del domingo anterior, de lo que me tocó presenciar en ambas marchas, en la movilización en apoyo al Presidente y la denominada “marcha fifí”. Contrastes increíbles que solo podrían describirse al vivirlo.
Me tocó hospedarme en el epicentro de las concentraciones, justo enfrente de la Alameda, a dos cuadras del punto de encuentro de los dos contingentes en la denominada “Torre del Caballito” de la emblemática escultura amarilla del escultor Enrique Carbajal. Esquina de Juárez y Reforma a donde llegaron muy temprano los grupos de apoyo de Andrés Manuel López Obrador.
Formados como para desfile llegaron los alcaldes de las antiguas delegaciones acompañados de numerosos grupos de apoyo. Impresionante el poder de movilización de Francisco Chíguil, quien acarreó un contingente no menor a 7 mil personas, todas uniformadas con playeras blancas, gorras guinda que decían GAM, las siglas de la Gustavo A. Madero, en un despliegue parecido a los acostumbrados por el PRI de los setentas, tiempos de Bartlett y Muñoz Ledo recuerdan perfectamente.
Sindicatos, agrupaciones campesinas y obreras independientes, el neo-corporativismo de la cuarta transformación. Grupos grandes convocados para apoyar al Presidente y demostrar fuerza. Porque todos los líderes del nuevo cuño, saben que al tabasqueño le gusta sentirse querido por el “pueblo”, que la fuerza del movimiento está en la réplica del presidencialismo más rancio. Y que, en ese tipo de lógicas, el que más lleva a la explanada, más gana.
A menos de un 1.5 km en punto de las 11am bajo las alas del Ángel de la Independencia estaba el otro México. Hombres, mujeres y niños de blanco, predominantemente con ropa sport o casual, convocados mayoritariamente por redes sociales. Enojados, muy mal organizados para gritar las consignas, pero muy claras sus demandas puntualizadas en las pancartas y los carteles. “No al autoritarismo”, “No al presidencialismo”, “No al comunismo”, “Basta de impunidad”, “Alto a la violencia” “Defendamos nuestras instituciones democráticas”. Una autentica preocupación por lo que se considera un atentado del Ejecutivo contra la autonomía de las instituciones del país; Suprema Corte de Justicia, CNDH, INE, Universidades Públicas, Poder Legislativo, Municipios y Gobiernos estatales de oposición.
Si por casualidad, cualquiera de los dos contingentes se hubieran topado de frente, estoy seguro que la violencia se hubiera hecho presente y la historia hubiera cambiado. Es tal la polarización que vive este país, que podemos compararlo con un barril de pólvora de una mecha muy corta. Lo malo, es que en este México piromaníaco, muchos líderes, incluyendo el Presidente, traen en la bolsa cerillos, encendedor y candela. Luego le seguimos.