México allá
""
frheroles@prodigy.net.mx
Mientras aquí se inventan reivindicaciones de lo ocurrido hace 500 años, México está a días de que parte de nuestro futuro se decida en las urnas de Estados Unidos. Geografía es destino.
Primera potencia económica del mundo, todavía, con una larguísima frontera que nos une y nos divide. Primer socio comercial y, a la vez, principal fuente de enfrentamientos. Pero Estados Unidos es mucho más que un inmenso mercado del cual hoy somos usufructuarios y también dependientes. Es una de las democracias más antiguas del mundo y, simpatías aparte, uno de los proyectos civilizatorios más importantes de la humanidad. Lo que ocurre allá impacta a buena parte del mundo y a nosotros de manera directa. Porque justo ese país, el mayor productor de ciencia del mundo, eligió a un individuo ignorante, que no cree en la ciencia, rebosante de prejuicios, fanfarrón, boquiflojo y mentiroso sistémico. Ese individuo, desde la tribuna de mayor poder del mundo, ha afectado y alterado el proyecto civilizatorio, lo cual es un riesgo para todos.
Un siglo de construcción de organismos multilaterales, desde la Sociedad de las Naciones y la prohibición de las armas químicas y bacteriológicas, hasta la Organización Mundial de Comercio, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, la Unesco o la Organización Mundial de la Salud, en plena pandemia, son hoy despreciados por ese mandatario. Trump, al igual que nuestro presidente, no creen en dichos organismos que son las mayores creaciones humanas para lograr un mejor futuro global. El desprecio compartido hacia la ONU y todo lo que de allí se deriva tiene un impacto sobre la paz mundial, sobre las acciones para combatir la destrucción de nuestro planeta, sobre el avance en los derechos humanos y las mejores causas de la humanidad.
No nos da lo mismo uno que otro. Nos importa que gane Biden porque en su historia hay acciones concretas de apoyo a México, no a un gobierno, a la necesaria modernización del país que hoy está en duda. Biden apoyó al TLCAN a pesar de que, en su partido, por sus vínculos con los gremios, siempre ha habido resistencias al libre comercio. Biden también apoyó el respaldo financiero de 1994 y ha mantenido posiciones contrarias a la “certificación” que, además de una afrenta diplomática, es un acto humillante que pisotea la soberanía. Biden cree en los pesos y contrapesos que hoy en México están amenazados, cree en los órganos reguladores, así lo ha dicho, que ahora en México están en la mira. Ha defendido los derechos de los migrantes como parte de su convicción sobre los derechos humanos. Cree en la política internacional, despreciada por Trump.
De ganar Biden no todo sería miel sobre hojuelas, hay muchos demócratas ofendidos por la inoportuna visita del presidente mexicano a Trump en plena campaña, imágenes que ahora están siendo usadas en los spots del añorante de la reelección. Dos docenas de senadores demócratas exigieron por escrito, y con razón, mejores condiciones laborales en nuestro país por vía del TMEC. Pero la colisión más anunciada proviene de que Biden y Harris están comprometidos con una agenda verde, de energías limpias, que confronta y ridiculiza el bochornoso giro de México hacia un pasado energético que es insostenible. No se trata de ver con quién estaría más cómodo nuestro presidente, sino cuál de las dos visiones conviene al futuro de nuestro país.
Trump fue punta de lanza del neopopulismo que se ha asentado en México y otros países como Brasil, Hungría, India, Filipinas. La derrota de Trump significaría un revés muy fuerte a gobernantes que llegaron al poder a través de la mentira, de la manipulación en redes sociales, de la negación de la ciencia, para ejemplo está el uso del cubre-bocas y su actitud hacia la pandemia. Además de las ofensas gratuitas a nuestro país, atrás está una versión primitiva del poder que en nada conviene al mundo ni a México.
No nos da lo mismo. Sensatez o el regreso a las cavernas.