Meollo

Lorenzo Q. Terán
09 marzo 2022

No cabe duda, la humanidad atraviesa momentos de incertidumbre. Hay situaciones preocupantes, que para nada deben echarse en saco roto.

Las noticias que leemos en la prensa diaria y otros medios de información no son nada gratificantes. En Occidente, donde estamos situados geográficamente, siempre recibimos la información parcializada, nunca con objetividad, como debiera ser; de tal manera que siempre conocemos únicamente la versión favorable al imperio del Norte. Los ejemplos sobran sobre este tema, pero recordemos cómo fuimos mal informados durante la intervención de EU a Vietnam.

La guerra no solo se libra con acciones directamente bélicas, se da también por medio de una guerra de medios y de noticias. Por eso, los lectores debemos saber discernir, entre la maraña de versiones interesadas, la verdad de las cosas.

Cuando refrescamos la memoria sobre muchos de los conflictos bélicos, que hemos presenciado a lo largo de nuestra vida, nos damos cuenta de que debemos ser muy escépticos con la información que recibimos. Tenemos que verla con mucho cuidado para no irnos con la finta y tomar como válida toda información que nos llega sobre conflictos que tienen lugar en el mundo.

En Occidente, insisto, la población es víctima de la desinformación no sólo a nivel global. Los poderes fácticos se confabulan para hacer “montajes” y distorsionar las noticias que recibe el público de las naciones. Esto lo vemos a diario en los asuntos políticos, cómo se manipula la información en favor de determinados intereses. La opinión pública debe ser muy crítica con esta forma sesgada como nos llega la información cotidiana, debe sopesar, contrastar y analizar la información, porque es una ley que los intereses hegemónicos tratan de manipular a la opinión pública.

El conflicto actual entre Rusia y Ucrania obedece a intereses geopolíticos específicos, que ocultan intereses fácticos de Occidente como el fondo del problema, y se habla de cuestiones secundarias, al margen de las verdaderas causas que suscitaron el conflicto. Y las atribuyen a cuestiones completamente ajenas al verdadero meollo del conflicto, que son las pretensiones de EU y la OTAN, de extenderse sobre un territorio fronterizo que amenazaría seriamente la seguridad de Rusia.

Cuando Cuba quiso instalar misiles nucleares a 90 millas de Estados Unidos, éste último país estuvo a punto de pulsar el botón nuclear. Esa crisis terminó con un tratado, que obligaba a ambas partes: a unos, a retirar los misiles; a otros, a garantizar que no invadiría Cuba. Lo que pide Putin, el Presidente ruso, es prácticamente lo mismo. Pero los medios lo quieren hacer aparecer como el agresor, olvidándose de las causas de fondo. Por eso decimos que la forma de abordar por parte de los medios de Occidente el despliegue del ejército de Rusia sobre Ucrania, adolece de objetividad y alienta la escalada guerrerista.

Ahora las guerras son “híbridas”, no sólo se entablan por medio de acciones bélicas, también hay una guerra informativa que busca moldear a modo del imperio la opinión pública. Ante esto, tenemos que juzgar la narrativa de la guerra con prudencia y descubrir tanto el juego mediático como los intereses de fondo. Tomar partido a la ligera, como hacen los conservadores, que piden “enviar armas al Gobierno de Ucrania” es, aparte de imprudente, caer en el juego mediático de Occidente y querer envolverse en un conflicto que no es nuestro. Lo propio de México es mantener sus principios de no intervención, de buscar la solución pacífica, por medios políticos y diplomáticos, de los conflictos bélicos en el mundo.

Hay un sector de la población proclive de tomar partido, sin conocer el fondo de las causas por falta de información, dicen y esparcen deplorables y penosos puntos de vista. Algunos ni saben lo que dicen, eso debe de eliminarse del debate que prevalece sobre el conflicto que nos preocupa en los últimos días.

Por eso es de tanta importancia que continúe la transformación democrática que viene impulsando el gobierno de la República, porque uno de los pilares de la democracia es la soberanía nacional, el tomar decisiones no a partir de intereses externos, sino a partir de la historia, el sentir las necesidades de nuestro propio pueblo. Y, en lo exterior, por proyectarnos como un país pacífico, sin armas nucleares, solidario con las mejores causas del mundo.