Memorias de Adriano

Guillermo Fárber
19 octubre 2021

Este libro acabo de comprarlo en una venta de garaje de unos vecinos, tras haberlo extraviado por algunos decenios. Se me hace que algo quiere decirme; espero no mostrarme demasiado lejano de las enseñanzas de este emperador estoico de hace 2 mil años. Memorias de Adriano (1951), de Marguerite Yourcenar, soberbiamente traducido por Julio Cortázar (prueba de que el argentino era mucho mejor traductor que autor, cosa que le ocurre a tantos indigestados de intelecto y ayunos de capacidad narrativa: Sartre, Sábato, Lacan, Onetti, Foucault, Fuentes, Derrida y demás clan de egos torpes). Ese libro (que le llevó a la autora 10 años escribir) fascinó a toda una generación de mis contemporáneos.

“Parte de nuestros males proviene de que hay demasiados hombres vergonzosamente ricos o desesperadamente pobres”.

“Sufro menos y la vida se vuelve casi dulce. No me enojo ya con los médicos; sus tontos remedios me han condenado, pero nosotros tenemos la culpa de su presunción y su hipócrita pedantería; mentirían menos si no tuviéramos tanto miedo de sufrir”.

“El porvenir del mundo no me inquieta; dejo hacer a los dioses; la vida es atroz y lo sabemos. Pero precisamente porque espero poco de la condición humana, los periodos de felicidad, los progresos parciales, los esfuerzos de reanudación y continuidad, me parecen otro tantos prodigios que casi compensan la inmensa acumulación de males, fracasos, incuria y error”.

“Vendrán las catástrofes y las ruinas; el desorden triunfará, pero también, de tiempo en tiempo, el orden. La paz reinará otra vez entre dos periodos de guerra. No todos nuestros libros perecerán”.

“Tratemos de entrar en la muerte con los ojos abiertos”.

Wikipedia: “Marguerite Antoinette Jeanne Marie Ghislaine Clenewerck de Crayencour (Bruselas, Bélgica, 8 de junio de 1903-Bar Harbor, Mount Desert Island, Maine, Estados Unidos, 17 de diciembre de 1987), conocida como Marguerite Yourcenar (primero seudónimo, y luego de nacionalizarse, nombre oficial), fue una novelista, ensayista, poeta, dramaturga y traductora belga nacionalizada estadounidense en 1947. Sobresale por sus novelas históricas escritas con un tono poético y rasgos de erudición.

Fue una de las escritoras más respetadas en lengua francesa y la primera mujer en entrar en la Academia de Francia. Publicó novela, ensayo, poesía y tres volúmenes de memorias familiares que tuvieron una gran acogida por parte de la crítica y los lectores. Su obra más famosa es la novela histórica Memorias de Adriano (1951).

Su madre, que provenía de una familia aristocrática belga, murió a los 10 días de su nacimiento por complicaciones en el parto, y la niña fue educada por su padre, Michel-René Clenewerck de Crayencour, que tenía 50 años cuando ella nació y que provenía de una familia aristocrática francesa. Hasta los 10 años vivieron en la casa familiar regentada por la abuela paterna Noemi Dufresne, en el norte de Francia, cerca de la frontera con Bélgica. Yourcenar leía a Racine y a Aristófanes a la edad de 8 años. Su padre le enseñó latín a los 10 y griego clásico a los 12.

Marguerite, que nunca acudió a la escuela, recibía la educación básica a través de preceptores y la completaba por los consejos de su padre, que era muy inconformista y había llevado siempre una vida errante por toda Europa en los lugares preferidos por la aristocracia de la época.

Le dedicó su siguiente obra La nueva Eurídice publicada en 1931 por la editorial Grasset, gracias al escritor André Fraigneau, lector de la editorial, cuatro años más joven que ella, con el cual establecerá a partir de entonces una intensa relación literaria, que ella habría deseado llevar más allá, a pesar de las inclinaciones homosexuales de los dos (ella era bisexual). En estos años en Grecia mantiene una relación íntima continuada, que siempre recordó, con Lucy Kyriakos, prima de la mujer de Dimaras, que estaba casada y tenía un hijo”.