Memoria de la historia

Rodolfo Díaz Fonseca
25 abril 2023

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Sin memoria no hay historia; o, al menos, un testimonio, relato, crónica o archivo confidencial del avatar humano. La narración oral constituyó un peldaño importante en la escalera de la historia y la cultura, pero llegó el momento en que fue necesario encontrar un método más práctico, duradero y preciso de transmitir el legado humano a la posteridad.

La escritura y el libro fueron los goznes que requería el ser humano para introducirse por la puerta de la memoria. La palabra libro proviene de “liber”, que era la corteza de árbol que los romanos utilizaban para escribir. Es cierto que muchos años antes, en el antiguo Oriente, ya existían libros manuscritos y pergaminos confeccionados en muy diversos materiales: palmera, seda, madera, placas de arcilla y piel de cordero.

Irene Vallejo, en su excelente libro titulado El infinito en un junco, señaló: “En diferentes épocas, hemos ensayado libros de humo, de piedra, de tierra, de hojas, de juncos, de seda, de piel, de harapos, de árboles y, ahora, de luz -los ordenadores y e-books-. Han variado en el tiempo los gestos de abrir y cerrar los libros, o de viajar por el texto. Han cambiado sus formas, su rugosidad o lisura, su laberíntico interior, su manera de crujir y susurrar, su duración, los animales que los devoran y la experiencia de leerlos en voz alta o baja. Han tenido muchas formas, pero lo incontestable es el éxito apabullante del hallazgo”.

Vallejo añadió: “Este es un libro sobre la historia de los libros. Un recorrido por la vida de ese fascinante artefacto que inventamos para que las palabras pudieran viajar en el espacio y en el tiempo... Sin los libros, las mejores cosas de nuestro mundo se habrían esfumado en el olvido”.

¿Amo los libros?