Meditación contemplativa

Rodolfo Díaz Fonseca
05 julio 2024

La celeridad, frenesí, vértigo y la catapulta de exceso de información con que vivimos nos impide reflexionar serenamente, discernir y liberarnos del estrés. Esta sobrecarga emocional nos agobia y lastima severamente, al grado que abundan los malestares psíquicos, frustraciones y depresiones.

Desde antiguo, tanto la filosofía occidental con el fabuloso lema socrático de “conócete a ti mismo”, como la filosofía oriental, por ejemplo, el budismo Tendai, insisten en la necesidad de hacer un alto en el camino, detenerse para respirar con calma, reflexionar, meditar y practicar un gran silencio interior.

Pablo D´Ors, sacerdote y escritor español, se sumerge en la necesidad del silencio interior para potenciar la meditación: “Creo en el poder del silencio y de la contemplación. La contemplación no sólo es el momento de ‘cargar las pilas para la acción’. La contemplación transforma la realidad mucho más que una acción, la cual puede ser sólo frenesí”.

Precisó: “No entiendo la meditación como reflexión, sino como silencio. Estamos bombardeados continuamente por palabras. Si no creamos silencio esas palabras no nos van a alimentar, sino que nos van a aturdir”.

Explicó que no es fácil meditar, porque es un arte que requiere mucho silencio, concentración y vacío de sí mismo: “Si cuesta años aprender a tocar el violín, también cuesta años aprender a tocar el alma... Meditar exige tres fases: La fase corporal, la fase mental y la fase espiritual”.

La fase corporal consiste en eliminar toda tensión y lograr que el cuerpo se relaje. La mental requiere armonizar la mente con el cuerpo. La espiritual exige vigilar el rito esencial de respirar: recibir y dar en armonía.

La meditación ayuda a superar el pensamiento lógico para lograr la purificación mental con preguntas simples: “Cuando no puedes hacer nada, ¿qué puedes hacer?”

¿Alcanzo la anhelada contemplación?