Mazatlán no es centro de recreo criminal. Hacerlo seguro para turistas y habitantes

Alejandro Sicairos
17 noviembre 2022

Hacía tiempo que un hecho de violencia, como el que les quitó la vida a dos turistas el domingo, no encendía las alarmas en Mazatlán. La autoridad municipal procedía a aconcharse en la frívola frase de “es un hecho aislado”, la fuerza pública retrocedía rebasada y humillada, mientras la mala fama hacía lo suyo sin barrera alguna de contención. Inclusive, el entonces Alcalde y actual Secretario de Turismo, Luis Guillermo Benítez Torres, llegó a calificar de benéfico que la delincuencia decidiera vacacionar en la Perla del Pacífico.

Pero aquel parte “sin novedad”, que en realidad daba cuenta de negligencias e impunidades, fue encubriendo la autenticidad que se mostraba a la vista de todos, hasta que el evento criminal del 13 de noviembre en el sector de La Marina llevó a cambiar la estrategia del “aquí no pasa nada” al “podemos hacer algo más” en el esfuerzo porque el destino de playa sea seguro para los visitantes y los habitantes, marcando distancia de la socorrida táctica oficial de normalización de la violencia.

La muerte de la pareja de turistas de Baja California al menos ya motivó la implementación de medidas extraordinarias en seguridad pública que consisten en mayor presencia de Guardia Nacional y Policía Estatal y, aunque se trata de acciones más reactivas que estructurales, de seguro son el origen de un plan de largo aliento. Impensable que la situación de Mazatlán la quieran seguir atendiendo con decisiones de un día, para la foto y la simulación.

Los sucesos de sangre acumulados dan para sostener la hipótesis de que la delincuencia cree que Mazatlán es el mejor lugar para concretar sus ajustes de cuentas y le da la razón a tal teoría el hecho de que los gatilleros se trasladan de un lugar a otro sin ser interceptados por la fuerza pública. He aquí uno de los puntos pertinentes del plan anunciado para hacer más seguro a Mazatlán: el blindaje de los accesos por mar, cielo y tierra para evitar que entren los gatilleros a acrecentar el terror.

Los sicarios viajan al puerto en esa cacería cruel y muy pocos son interceptados a tiempo como sucedió en abril con la detención del presunto cabecilla del Cártel Jalisco Nueva Generación identificado como “El Señorón”, aprehensión que produjo aquella declaración desafortunada de “El Químico” al expresar que “a Mazatlán le beneficia que este presunto delincuente haya estado vacacionando aquí, significa que está más bonito que nunca, porque ellos pueden vacacionar donde quieran, no afecta en lo absoluto, es más, promocionan la ciudad para que sea conocida por otras personas”.

Pero por desgracia la lista trágica va creciendo. En abril la celebración de la Semana de la Moto resultó enlutada al morir uno de los turistas participantes en el evento, atacado con arma de fuego en un bar de Playa Norte. En junio un visitante de profesión odontólogo fue atacado a balazos en una palapa de venta de mariscos cerca del Monumento al Pescador, y más recientemente, en octubre, un comando armado les quitó la vida a dos paseantes que se hallaban en otra marisquería de Avenida del Mar.

Al parecer los criminales son los únicos que realizan labor de inteligencia en Mazatlán pues les dan seguimiento a sus víctimas y cuando llegan al destino de playa allí las asesinan. En tanto, la labor militar de campo, aquella que permite la anticipación a eventos de violencia, brilla por su ausencia y, en caso de ser nula o tenerla sin utilizarla, el peligro es extensivo para la población en general no únicamente para los visitantes.

Los ataques a turistas impactan en varias áreas a la vez ya que de la privación de la vida como el daño mayor se transita a derivaciones en los paseantes en lo particular y sector turístico en general al efectuarse ante ellos y en plena infraestructura de servicios los homicidios que desestabilizan a toda la llamada industria sin chimeneas por la permanencia y cercanía de la amenaza criminal y, como afectados colaterales, en los mazatlecos se acentúa el sentimiento de orfandad de instituciones que los protejan.

Entonces la incidencia de delitos de alto impacto debe ser reconocida tal cual es y atenderse con la voluntad que se requiere de gobierno, empresarios, policías, militares y sociedad actuando en el mismo frente. Mazatlán no necesita del turismo criminal que le podría dejar algunas derramas económicas, pero le quita millones de dólares por aparecer en el “warning” de varios países. Y pierde la confianza de los visitantes mexicanos que siempre lo eligen como lugar paradisiaco.

La Guardia Nacional, Ejército Mexicano y la Policía Estatal sí pueden reponerle a Mazatlán el orgullo de ser de allí o de vacacionar entre olas, sitios históricos, oportunidades de diversión y gastronomía envidiable. Esta tiene que ser la encomienda que se fijen el Gobernador Rubén Rocha Moya y el nuevo Alcalde Édgar Augusto González Zatarain.

Si cantan con José Alfredo,

Dejarían el oficio de matar,

Porque en Mazatlán el credo,

Es pasar aquí la vida sin llorar.

Tanto va el pueblo al Congreso a pedir juicio político contra Luis Guillermo Benítez Torres que hará mella en los diputados hasta que le instauren el procedimiento de destitución a “El Químico” que ya ni siquiera se necesita porque bastará con que el Gobernador lo deponga como Secretario de Turismo para que quede a disposición de la Fiscalía General del Estado para efectos de las correspondientes carpetas de investigación. Y como los mazatlecos no descansan hasta que consiguen lo que se proponen, ayer Rubén Rocha Moya les reiteró que no mete las manos al fuego por el más incómodo de los integrantes de su Gabinete.