Martha y los 10 días contra el olvido
Madres en eterna exigencia de justicia
Ayer cerró Martha Camacho Loaiza la jornada de 10 días para contrarrestar el olvido al que le apuesta el Estado mexicano, que a su vez es el perpetrador de la brutal represión contra disidentes políticos de las décadas 60, 70 y 80 del Siglo 20. Herida todavía punzante en aquella generación, ni la actual ni las futuras debieran desconocer la lucha heroica de las madres con hijos desaparecidos porque la amnesia significa el peligro tácito de la repetición de agravios, tal como sucede ahora con los miles de hombres y mujeres que la violencia arranca de los hogares y que sus familias buscan tenazmente.
Martha y su esposo José Manuel Alapizco fueron privados de la libertad el 19 de agosto de 1977 por elementos del Ejército y de lo que entonces era la policía política del gobierno mexicano, la Dirección Federal de Seguridad, y sometida durante 49 días a torturas inimaginables como presenciar la ejecución de su cónyuge por manos militares , así como dar a luz en las inhumanas condiciones del cautiverio.
Ella es continuadora de las jornadas que lideraron Rosario Ibarra de Piedra en lo nacional y María de Jesús Caldera de Barrón en lo estatal, con la tenacidad de muchas otras madres con hijos desaparecidos que estamparon en la conciencia social más no en la mentalidad insensible de gobernantes, los gritos de “desaparecidos ¡presentación!”, “vivos se los llevaron; vivos los queremos” y plasmaron en las plazas, calles y oficinas de instituciones la interrogante “¿dónde están?”.
Pues en este trecho del 10 al 20 de mayo donde concretó 15 eventos que ayer concluyeron con el conversatorio “Mujeres: causa y lucha por la verdad”, con la participación de Alicia de los Ríos Merino, Yamel Rubio y Samuel Ojeda, y la proyección de la película “La fuga de Oblatos”, con guión y dirección de Acelo Ruiz Villanueva, el sábado participé junto con los periodistas Marcos Vizcarra y José Alfredo Beltrán en el conversatorio “Periodismo acompañando a las madres desde los años 70”, recuento que por supuesto denota la deuda que reporteros y medios de comunicación tenemos con las madres que en su mayoría ya se fueron sin ver llegar la justicia.
En esta actividad los periodistas escuchamos la importancia de que sea retomada la historia del movimiento de víctimas de la mal llamada Guerra Sucia porque en realidad se trató de batallas desiguales donde todo el peso del Estado mexicano cayó contra madres y familias indefensas, a través de conversatorios y asignatura en las escuelas con el objetivo de que adolescentes y jóvenes sepan y no fenezca la solidaridad efectiva debido al desconocimiento de los agravios.
En la batalla actual que libra la Unión de Madres con Hijos Desaparecidos de Sinaloa, que es ahora contra el olvido, surgieron planteamientos como los de gestionar que la Secretaría de Educación Pública y Cultura reponga en la enseñanza de la historia la memoria sobre las atrocidades de la Guerra Sucia, publicar testimonios de víctimas sobrevivientes y madres que continúan en pie de lucha, que investigadores publiquen obra de indagación y recopilación al respecto, y establecer un espacio tipo museo interactivo que haga conocer a la población joven de aquellos delitos de lesa humanidad que no prescriben.
La Ley mantiene importantes cuentas por saldar con las víctimas de desapariciones por motivos políticos, pero constituiría mayor injusticia que le agreguemos a tal deuda la amnesia ciudadana derivada de que el periodismo redujo la coberturas del tema, desplazamiento que quizás obedece a la pertinencia de hacer visible, hoy, la lucha de las otras madres que también padecen el desdén oficial en la búsqueda de aquellos que la delincuencia organizada se llevó y no han regresado a casa. La impunidad, pues, que reina en los crímenes del pasado y domina en los del presente.
Martha Camacho es una de estas mujeres que nunca han dejado de luchar. Ante la apuesta del Estado a que la desmemoria haga el resto de la impunidad logró que un juez reconociera que se trata de delitos imprescriptibles y en junio de 2019 la Comisión de Atención a Víctimas resolvió un plan de reparación integral del daño en favor de ella, su esposo José Manuel y su hijo Miguel Alfonso, mecanismo que contempla el reconocimiento de la responsabilidad del Estado y la disculpa pública que se concretó el 23 de septiembre de 2019.
Esta vez las madres de los desaparecidos por la represión de los años 60, 70 y 80, se empeñan en restablecer en la recordación social las narrativas de los viejos oprobios, de heridas que sin el bálsamo de la justicia nunca cicatrizan y gobiernos que a duras penas acceden a mantener las investigaciones abiertas. Porque muchas de las madres de los desaparecidos ni siquiera han tenido la oportunidad de irse sabiendo dónde están sus hijos.
Que al recordar juntos los daños,
Sinaloa a ellas ofrezca,
Que más la solidaridad crezca,
Sin importar que pasen los años.
¿Por qué los gobernadores posteriores al mandato de Mario López Valdez se empeñan en taparle las cloacas que hizo, como es el caso de caro, opaco e inservible complejo compuesto por el Museo Interactivo y la Academia de Beisbol que según Malova costó 220 millones de pesos en 2016? Sobre este elefante blanco que investiga desde 2017 la organización Iniciativa Sinaloa, la Comisión Estatal de Acceso a la Información Pública resolvió que la Secretaría de Transparencia y Rendición de Cuentas entregue en versión pública el expediente correspondiente que reservó por cinco años con el argumento de que hacer pública la información ¡pondría en riesgo la vida del funcionario denunciado! Ya basta de servidores públicos que vayan por la vida abriendo albañales seguros de que el de atrás los tapará.
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