Mario Zamora, del decoro a la impudicia. Apoyó la militarización que antes objetó

Alejandro Sicairos
06 octubre 2022

alexsicairos@hotmail.com

Menos de dos semanas le duró a Mario Zamora Gastélum el discurso de estar en contra de que el Ejército prolongue a 2028 su intervención en tareas de seguridad pública, aquel episodio que de la abrupta valentía política, de la dominguera frase de “un Senador se debe a la gente”, transitó rápido a la naturaleza truhana del poder, del aliado incondicional del denostado líder de partido y el voto camaral oscilante según sean los intereses personales y no los de la sociedad. ¿Cómo ocurrió este traslape que pone la incoherencia encima de la sensatez?

De pieza a exhibir, inclusive presumir, en la galería de la honorabilidad política, el Senador sinaloense trasmutó en 13 días a baratija malvendida en el trueque de componendas. La breve gloria de desafiar al poderoso régimen en turno no era otra cosa que el armado de la estrategia para acabar aprobando lo mismo que rechazó, pero ahora con cambios superficiales que tratan de matizar la litis profunda de la militarización.

Aquel arrojo contra la “línea” que llamó la atención de las audiencias, que lo llevó a tribunas de primer orden en los medios de comunicación, que le fue aplaudido en las redes sociales, para que al final les diera gato por liebre a quienes le dieron tribunas al efímero opositor y a las masas que confiaron en que el representante popular se sostendría en igual postura de “miles de personas que consideran que mantener al Ejército en las calles no resuelve el problema de inseguridad”.

Mucha gente recuerda en Sinaloa aquella estrategia de marketing electoral donde Mario Zamora se iba a pernoctar a las casas de familias habitantes de los cinturones de pobreza de Culiacán y el efecto logrado fue contrario al esperado en la campaña del candidato del PRI a Gobernador. Aquella vez, como ayer, los comentarios en las plataformas digitales eliminaban cualquier barrunto de sinceridad y de empatía con la marginación con la cual convivía pretendiendo algo así como esconder al árbol seco en el verde bosque.

La misma táctica aplicó Zamora el 21 de septiembre al tener información de primera mano en el sentido de que regresaría a Comisiones senatoriales la iniciativa de reforma constitucional para alargar la estadía militar en las calles. Para la víspera elucubró un pronunciamiento de ocasión que, él lo sabía, le pondría encima los reflectores, aunque enseguida le vendría la lobreguez que le corresponde a quien empeña la palabra y nunca la rescata.

El martes se ratificó al lado del bloque de senadores priistas leales a Alejandro Moreno Cárdenas, el peor dirigente nacional que el PRI ha tenido a lo largo de la historia y eso es mucho decir. De aquel momento digno, donde la sociedad lo arropó, resbaló con su propia saliva para ir a parar en el tobogán de la incongruencia. Bastaron algunos agregados a la iniciativa original, añadidos que ya leyes vigentes establecen en automático, para cambiar de riel y mudar la pose.

Las letras chiquitas sumadas a la iniciativa que extiende la militarización no cambian los daños que tarde o temprano traerá la injerencia de tropas en todas las áreas, quehaceres y poderes de la vida nacional. Tampoco logrará el viraje hacia la pacificación después de casi cuatro años de masacres y miedo en México. La coyuntura del hackeo a los archivos de la Secretaría de la Defensa Nacional, involucramiento de mandos militares en el expediente Ayotzinapa y las concesiones ilimitadas a la milicia, ahora hasta una línea área comercial, apremiaban a la cordura traducida en compases de prudencia política.

¿Qué cambios torales significa que los titulares de las secretarías de Gobernación, Defensa Nacional, Marina y Seguridad y Protección Ciudadana podrán ser citados a comparecer ante la Comisión Bicameral de Seguridad Nacional, que rinda informes semestrales el Gabinete de Seguridad en materia de participación de las fuerzas armadas en labores de seguridad pública, y que a partir de 2024 se observará corresponsabilidad de los tres órdenes de gobierno en el fortalecimiento de las instituciones locales de seguridad pública, con partidas presupuestales especiales? Nada relevante que justifique una traición.

Nada que pueda ni deba resarcir el giro radical en la palabra del Senador Zamora que en la proximidad de la sesión del 4 de octubre se puso la espina antes que el huarache al difundir el video en el que prevé que “hemos trabajado muchas horas consensuando algo en favor de la gente. Queremos desmilitarizar, queremos que regrese la paz y la seguridad a todos los lugares del País y queremos que el Gobierno cumpla y haga las cosas bien. Y sí, también queremos darle un marco jurídico claro a la institución más querida de todos los mexicanos: a nuestras fuerzas armadas, al Ejército y a los marinos”.

Y no. Lo que pasó es que el Senador Zamora acabó cayendo en su propia trampa.

Al hacer promesas en vilo,

Nunca olvide, Senador,

La máxima de doble filo,

Del cojo y el hablador.

A Feliciano Valle Sandoval sus asesores y padrinazgos lo llevaron a un callejón sin salida al dejarlo sin grupo parlamentario, sin PRI y tampoco lograr el propósito de darle forma a la bancada del PAN que por ley no constituye la solitaria legisladora albiazul Giovanna Morachis. Al salirse de la Diputación del Partido Revolucionario Institucional y no manifestar la intención de adherirse a la de Acción Nacional quedó al garete en el Congreso y sin pertenecer a algún proyecto político, conduciéndolo sus gurús a un peligroso salto al vacío. ¿Quién o quiénes fueron los que lo metieron en este brete?