Marcar la diferencia
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@rodolfodiazf
Desde niños se nos educa para no ser del montón, para sobresalir, para ser originales y marcar la diferencia. En los antiguos métodos de educación se reforzaban los premios, medallas y lugares de honor en los cuadros expuestos a propósito.
Esta dinámica prevalece en algunas instituciones y universidades, aunque con algunas diferencias y acentos, porque hoy, además de eso, se refuerzan las competencias y otras habilidades.
A todos se nos educa para marcar la diferencia, pero no todos entendemos lo mismo por diferencia. Podemos entenderla como diferenciarnos de los demás por nuestras cualidades, o cómo acercarnos a quienes la mayoría ha marginado y señalado como diferentes. Lo importante es que nosotros hagamos la diferencia no solamente para nosotros, sino sobre todo para el desarrollo y superación de los demás.
En la décima cuarta y última estación del Vía Crucis -Jesús es puesto en el sepulcro- hizo su reflexión un agente de policía penitenciaria, quien expresó:
“En mi misión de agente de policía penitenciaria, cada día experimento el sufrimiento de quien vive recluido. No es fácil relacionarse con quien fue vencido por el mal y causó enormes heridas a otros hombres, haciendo difíciles tantas vidas. Pero la indiferencia en la cárcel crea más daños aún en la historia de quien fracasó y está pagando su deuda a la justicia”.
Recordó que un maestro le repetía con frecuencia: “La cárcel te transforma. Un hombre bueno puede convertirse en un hombre sádico; uno malvado podría llegar a ser mejor persona”. El resultado también depende de mí, y apretar los dientes es esencial para alcanzar el objetivo de nuestro trabajo: dar otra posibilidad a quien contribuyó al mal. Para lograrlo, no puedo limitarme a abrir y cerrar una celda, sin hacerlo con un poco de humanidad”.
¿Marco la diferencia?