Maquío: Un liderazgo inolvidable

05 octubre 2020

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Rafael Morgan Ríos

cp_rafaelmorgan@hotmail.com

 

En esta columna se comentarán, más que episodios en la vida de Manuel Clouthier del Rincón, Maquío, sobre los ejemplos que nos dejó como líder.

Maquío repetía que, siendo la política, gestora del Bien Común, esa actividad debe ser encabezada por líderes, en el entendido de que el liderazgo político es la vocación superior del hombre (y de la mujer, como se insiste ahora), pero... ¡Ay! Que falta de liderazgo político hemos padecido en los últimos años en México y, peor aún, muchos de quienes debieron ser líderes para los mexicanos, enseñaron el cobre en el ejercicio del poder, enseñaron los pies de barro de la corrupción, de la soberbia o del abuso del poder.
Maquío repetía una y otra vez, “en el liderazgo venimos a dar, no a ver qué nos llevamos”, porque Maquío se dio completa y totalmente a sus ideales, que con todos compartía. ¡Todo nos dio, nada nos quitó, nada se llevó!
Un buen líder, un verdadero líder, está siempre dispuesto a pagar el precio, y es que, como decía Maquío, “cumplir con los compromisos del liderazgo, utilizar bien los talentos que Dios nos otorgó, tiene un precio”.
¿Cuántos de nuestros líderes actuales en los partidos, en el gobierno o en las organizaciones sociales estarían dispuestos a pagar el precio? ¿A perder negocios, a perder el empleo, a aportar recursos en la lucha por el Bien Común? ¿Estarían dispuestos a sufrir desaires y desprecios de amigos y colegas y a robarle el tiempo a la familia, al descanso o a aquello que más nos gusta? Y eso que, ahora el precio “es más barato” que antes, cuando se sufría persecución, represión y discriminación por causa del liderazgo social o político. Pues bien:
Maquío pagó el precio como empresario.
Maquío pagó el precio como líder empresarial.
Maquío pagó el precio como líder político.
Y hasta se puede decir que pagó el precio como líder de su familia.
Maquío pagó todos los precios. Dio su vida en el surco del ideal. Dejó ejemplos de entrega, nos indicó el camino, se dio todo sin exigirnos nada, excepto que también nosotros hiciéramos nuestra parte, que no enterremos los talentos, pues la solución de los problemas de México está en las manos de los mexicanos de buena voluntad.
Algo que tenemos que imitar de Maquío era su alegría de vivir. Maquío veía la vida como una aventura única. Redescubría a las personas, cada vez que se reencontraba con ellas. Repetía frases o episodios de sus amigos y aún de sus detractores. Lo mismo contaba chistes de Don Enrique Murillo, su amigo muy querido, que de Toledo Corro o de Labastida o de Salinas, “su pequeño enemigo”.
Esto le permitía a Maquío ser sinérgico, es decir, irradiaba energía positiva, creía en los demás, y se convertía así, automáticamente en catalizador del cambio.
Mejoraba todo aquello en lo que intervenía, sea el Consejo Coordinador Empresarial, el Partido Acción Nacional, las campañas políticas o las organizaciones sociales, religiosas o sus propias empresas.
Maquío, hombre de campo, agricultor muy exitoso, lo mismo hablaba y se comunicaba con los campesinos y obreros que con secretarios de Estado o intelectuales, como Enrique Krauze o Jorge Castañeda, o bien con embajadores extranjeros u obispos y arzobispos.
Otra cualidad de Maquío es que manejaba lo mismo actividades prácticas que conceptos como principios de doctrina o ideas filosóficas. Nadie había podido hacer “descender” los principios de Acción Nacional a ideas prácticas de gobierno y de vida social y comunitario, como lo logró Maquío en sus campañas políticas como candidato a Gobernador de Sinaloa y como candidato a la Presidencia de la República; sus discursos “pegaban” por sencillos y prácticos.
Y todo lo anterior es la esencia del líder y en su momento, del gobernante y del estadista.
México, los pobres de México, los campesinos, los indígenas, los migrantes y en general, los marginados, aquellos que no saben nada del bien común ni de la dignidad de la persona humana, siguen exigiendo líderes como Maquío, que cumplan sus promesas políticas, que sean congruentes y honestos y ahora, en el México actual esto es urgente e indispensable.
México sigue esperando líderes que se entreguen a un ideal, que no sólo busquen “chamba” o “un hueso”, un empleo burocrático o simplemente el poder.
Porque estos son los líderes que todavía Sinaloa y México requieren; pues hoy (como se dijo en El Quijote) “ya estamos en el horizonte porque estamos parados en hombros de gigantes” como Maquío.