Los valientes de la última Defensa Rural
Jesús Munguía Angulo no había tenido novia a los 16 años, pero ya había empuñado un rifle para defender a su pueblo.
Lo conocí en su casa, entre los callejones de Piaxtla de Abajo, en San Ignacio, hace más de 10 años. Ya tenía 82 años.
Pero su historia es difícil de olvidar, porque don Chuy, como le decían, perteneció al último grupo de la Defensa Rural del que hay registro en Sinaloa.
Me mostró fotografías de él desfilando ataviado en un uniforme gris y sombrero que usó en algún desfile del pueblo algún primero de mayo.
Su familia resguardaba con mucho orgullo un emblema bordado con la iniciales D.R. y que tenía la cabeza de un águila tricolor.
“¡Este no va a poder con el rifle!”, le gritaron cuando lo vieron todo flaco y pequeño.
“¡Pues la lucha le voy a hacer!, respondió.
José Barrazalo, su cuñado, era comandante entonces y le prestó el rifle.
Un historiador me contó que a mediados de los años 30, del siglo pasado, la reforma agraria emprendida por Emiliano Zapata llegó a Sinaloa.
En 1936, las miles de hectáreas que fueron cedidas de los Redo de Eldorado, a las familias de Joaquín Castro y Bernardo Escoboza de Piaxtla de Abajo, ya estaban listas para repartirse.
El movimiento llegó con fuerza desde La Cruz de Elota y luego a la Loma de Tecuyo, que arengaron a Piaxtla a prepararse y nombrar una mesa directiva, algo que ocurrió para 1938.
El primer reparto de tierra se dio en 1942, con el nombramiento del primer presidente del Comisariado Ejidal, y entonces comenzaron los problemas: una gavilla “Los del monte”, comenzaron a azotar la zona, pagada por lugartenientes que no querían perder sus tierras.
Entonces se formó La Defensa Rural, un grupo de civiles armados y adiestrados por el Ejército Mexicano de aquel tiempo.
Munguía Angulo era comandante de uno de los tres pelotones que vigilaban el ejido, que instalaban retenes en las entradas, que no permitían el paso a personas armadas, ni pasaban vehículos con droga de la sierra a la costa.
Perfecto Salazar Torres, otro ex defensa rural que sirvió por 22 años, me contó que “Los del monte” eran capaces de matar gente y los pobladores a veces se encerraban para escapar de ellos.
Cuando conocí a don Chuy y a Perfecto, aún estaban vivos el Jefe de Armas Esteban Castro y el también comandante de pelotón Esteban Ordóñez Torres.
Dicen que en ese tiempo no había rateros, le sacaban, porque la Defensa los agarraba y les daban una cintariza y los amarraban en un lugar público, en un poste para que todo mundo viera el castigo por una mala acción.
“Si hubiera seguido la Defensa Rural no hubiera este despedorre”, me dijo por aquellos días Ordóñez Torres, con cierto gesto de enojo.
Él estuvo 22 años en servicio, por los que recibió ocho hectáreas en las que sembraba maíz.
Recuerda que no era fácil pertenecer a la Defensa: había que cubrir entrenamientos que se alargaban hasta ocho días en una zona conocida como La Loma Atravesada, en Mazatlán.
“A nosotros nos mandaban a una comisión y teníamos que acudir, chuecos o derechos, pero teníamos que ir. Una vez querían tumbar todos los puentes del ferrocarril, yo entré por mi papá Andrés Torres García, y me mandaron a mí. Me tocó la comisión de cuidar las vías, duramos unos 25 a 30 días”, recordó. “Teníamos que seguir las órdenes del General. No nos daba miedo, le entrábamos con gusto uno. No me tocó agarrarme a balazos, pero sí agarramos carros llenos cargados de mariguana. Nos mandaban un oficio y mandaban un mapa, en tal parte hay esto y allá teníamos que ir a dar”.
De la Defensa Rural en Piaxtla de Abajo hoy no queda más que el recuerdo y el orgullo por la valentía mostrada por sus protectores.
Nadie sabe exactamente qué pasó, sólo que un día llegaron grupos militares desde Culiacán para retirarles las armas y no les dijeron nada.