Los olvidados

Dolia Estévez
11 abril 2020

""

@DoliaEstevez

SinEmbargo.MX

WASHINGTON, D.C._ La crisis de salud que azota a Estados Unidos, ha forzado al gobierno antinmigrante de Trump a reconocer oficialmente que los trabajadores agrícolas indocumentados, la mayoría mexicanos, son “esenciales”. Los “ilegales”, como los llama despectivamente, ya no son los violadores y narcotraficantes de ayer. Son la mano de obra indispensable para que las cadenas productivas de alimentos no se derrumben en medio de la pandemia. Oportunismo. Hipocresía.

Los trabajadores agrícolas en California portan una carta firmada por sus patrones consignando que el Departamento de Seguridad Interna los ha clasificado como trabajadores “esenciales” por lo que no pueden ser deportados. El documento les da un sentido de seguridad mientras dure la contingencia y la posibilidad de moverse sin el temor de ser detenidos por la migra (The New York Times 04/04/2010).

Los llamados trabajadores “esenciales”, son la versión moderna de los braceros que, entre 1942 y 1964, trabajaron en los campos agrícolas y en los ferrocarriles bajo condiciones de explotación e injusticia. Una guerra también amenazaba el suministro alimenticio. “Nosotros veníamos aquí a levantar mucho trabajo que los de aquí no podían hacerlo. Andaban en la guerra”, recordó Pedro del Real Pérez, un ex bracero, muchas años después.

Franklin D. Roosevelt no los clasificó de “esenciales”, pero si reconoció su aportación. “Los trabajadores agrícolas mexicanos están contribuyendo con su habilidad y su esfuerzo a la producción de alimentos vitales”, dijo en 1943.

Casi ocho décadas después debió estallar una contingencia de proporciones catastróficas para que las autoridades reconocieran la dependencia alimentaria en la mano de obra de millones de mexicanos. California produce la mitad de las frutas y verduras frescas que consume el país entero; el 75 por ciento del millón de trabajadores en los campos agrícolas es indocumentado. El resto tiene visa H-24 de trabajadores huéspedes como la de los braceros.

Los indocumentados quedaron excluidos del reciente rescate multibillonario de emergencia porque son “ilegales”. De contagiarse, teóricamente recibirían atención médica. En la practica, quién sabe. Son “esenciales”, pero no tanto como para darles residencia, seguro médico y subsidios federales.

La admisión sobre su esencialidad no es lo único que ha puesto de manifiesto la fallida política migratoria del gobierno. Bajo presión de grupos de la sociedad civil, las autoridades migratorias empiezan a soltar a migrantes en los 250 centros de detención de la Agencia de Inmigración y Aduanas (ICE). Temen contagio debido al hacinamiento. ICE se apresuró a decir que no ha habido cambio, pero algunas ciudades reportan lo contrario. Admitirlo públicamente no es conveniente en época electoral.

Botón de muestra: Sarah Jackson, directora de la Casa de Paz en Aurora, Colorado, me dijo que se dio una liberación “masiva” de 28 personas. “Dejaron salir a 12 el jueves 26 y 16 el viernes 27 de marzo. No preguntamos de donde son, pero la mayoría eran mexicanos y centroamericanos”, apuntó Jackson. Voluntarios de Casa de Paz los ayudaron a buscar alojamiento.

Entre el 9 de 25 de marzo, días de gran contagio, las liberaciones en el centro de Aurora aumentaron de 9 a 135, de acuerdo con documentos internos.

Los migrantes no saben qué pasa afuera. En centros en Texas les han quitado la señal de televisión. Nadie les pide que se laven las manos con frecuencia o se tapen la boca cuando tosen. La comunidad médica y la sociedad civil piden que el Gobierno federal suelte a todos los migrantes que no presentan riesgo.

Otra medida paliativa por el coronavirus es la suspensión temporal de la llamada “carga pública” (regla que limita la oportunidad de regularización a migrantes que usan programas asistenciales). Las autoridades están alentando a los indocumentados a buscar asistencia médica prometiendo que no afectará sus tramites de regularización. Pocos les creen.

Si los estadounidenses tienen miedo, los indocumentados están aterrados. Es ingenuo esperar que confíen en el gobierno de Trump, cuando lo único que conocen son redadas, deportaciones, restricciones de asilo, separación de familias, maltrato. El Gobierno de México está pidiendo que la “carga pública”, en vigencia desde febrero, sea derogada.

No se sabe cuantos contagiados o fallecidos hay. Más de 7 millones de indocumentados DE TODAS LAS NACIONALIDADES no tienen seguro médico. La diabetes, factor de riesgo para el contagio de Covid-19, es más alto entre los latinos, 22 por ciento. La marginación de los migrantes nos afecta a todos.

Muchos de los indocumentados que trabajan en el sector servicios, como restaurantes y hoteles, se han quedado sin ingreso. De acuerdo con cálculos recientes, 5 millones de niños nacidos de padres indocumentados en Estados Unidos pueden caer en la pobreza extrema debido al desempleo (The New England Journal of Medicine 27/03/2020).

En las entrañas de Estados Unidos está incrustado otro México. Cerca de 6 millones de los 11.3 millones de habitantes de ese México, son los olvidados. Los que se esconden en las grandes ciudades como Nueva York y Los Ángeles. Los olvidados de las estadísticas del coronavirus.

No hay datos oficiales de cuántos mexicanos están infectados o muertos. La pandemia se expande a ritmo vertiginoso. Las autoridades consulares no se dan abasto. No existe un registro centralizado de enfermos, fallecidos y desempleados. Los recursos son limitados.

Me llega información anecdótica. Cien fallecidos en Nueva York y Nueva Jersey. De dos fallecimientos diarios aumentaron a 14 el lunes por la noche. Dos muertos más en California. Otro más en Arizona y dos en Illinois. Trasladar cadáveres a México se dificulta por temor al contagio. Resistencia a la cremación. La muerte sin rito no es muerte.

Históricamente, los migrantes han sido parte del tejido nacional de Estados Unidos. De su esencia como nación. Su contribución a la riqueza y diversidad es permanente. No cuando dicen los políticos. El coronavirus no va a hacer cambiar al Gobierno su mensaje antiinmigrante por uno de empatía e inclusión. Tampoco va a reconocer el impacto negativo que la discriminación tiene en la salud pública. Que no extrañe si la crisis se prolonga más de lo necesario porque hay millones de mexicanos que no cuentan, ni cuentan. Los olvidados.