Los niños, carnada de la mendicidad. Gobiernos y ciudadanos indiferentes
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alexsicairos@hotmail.com
Claudia Beltrán es una reportera sinaloense que desde cualquier forma de ejercicio del periodismo pone por delante la sensibilidad frente a los indefensos. La avala la nobleza por los seres vivos más vulnerables, plasmada en enormes cantidades de contenidos que, hay que decirlo tal cual es, todavía no alcanzan para lograr el cambio de mentalidad ciudadana en pro de la solidaridad hacia los débiles. Un día de estos me propuso que abordara aquí el tema que desarrollo a continuación y por anticipado me disculpo al tratarse de esa realidad cruel que borra las palabras precisas para exponerla.
Extiendo la preocupación de ella a otras mujeres que desde el cargo estratégico que desempeñan podrían activarse para revisar y tomar acciones al respecto. A la presidenta del Sistema Estatal para el Desarrollo Integral de la Familia, Rosy Fuentes de Ordaz, y a las que dirigen el DIF en los municipios de Culiacán, Guadalupe López de Estrada; Mazatlán, Gabriela Peña Chico, y en Ahome, Mayeli Rangel Vázquez.
Es que a cualquier ciudadano que practique la conmiseración con el prójimo le duele ver que los principales cruceros de las ciudades sinaloenses presentan la estampa de adultos que utilizan a niños con fines de mendicidad. Aunque el tema debiera empezar con el planteamiento de la indiferencia de instituciones y gobernantes por el uso de la infancia como carnada para la limosna, es preferible sensibilizar antes a la sociedad para que ésta obligue a la actuación de la autoridad.
Se trata de un problema sensible, de mil aristas y posiblemente de infinitas justificaciones. La pobreza extrema o la pandemia que ha obligado a amplios sectores a salir a la calle a buscar el sustento, serían los principales alegatos. No obstante, digan lo que digan aquellos que se escudan tras los frágiles chiquillos, o lo que simulen o expliquen los servidores públicos, urge detener un fenómeno que a todos nos convierte en cómplices.
Somos cada día más los observadores autómatas de la cotidianeidad que por repetitiva nos parece normal. La petrificación colectiva nos lleva a la mirada de roca, los juicios endurecidos y la posibilidad de actuar se paraliza como si del pavimento surgieran situaciones imaginarias tan ilusorias como los espejismos. Ahí están, frente a cada transeúnte, los rostros tristes de chiquillos con las manitas pedigüeñas y aun así nos vamos y los dejamos quien sabe a cargo de quién o con cuál destino.
Con bebés en brazos, niñas con ajuares de malabaristas, menores indígenas que esquivan los automóviles, mujeres de etnias que cargan a sus críos invariablemente dormidos, o emigrantes que le agregan al éxodo el drama de la travesía infantil, los sinaloenses vivimos en carne propia la catástrofe que hay detrás de cada pequeño convertido en señuelo emocional. Unos pesos y ya lo creemos todo solucionado.
Lo de menos es darles una moneda, que es lo que la mayoría implora, a no ser que la conciencia recrimine que en vez de ayudarlos estamos hundiendo a los niños en el infierno propio de todos los tipos de miseria. Asalta al inconsciente la andanada de interrogaciones sobre quiénes son esos seres inocentes, si participan por su voluntad o son coaccionados, por qué el inhumano acto de someterlos a inclemencias climatológicas, privaciones educativas, déficit alimentario y descuidos familiares.
En principio, si algún crimen existiera detrás de la creciente explotación infantil que evidencia la vía pública, dicha transgresión a la ley, a tratados a favor de la infancia y derechos humanos se está dando con la complicidad de las áreas gubernamentales para la defensa del menor y la familia. Son las víctimas colaterales de la marginación, explican, y acuden a la retahíla del “no se puede” para evadir el indispensable “sí debemos”.
Y de allí emerge la industria de la lástima cuyos obreros nacen en hogares que predestinan a los niños a ese único porvenir, o bien fuerzan a víctimas de la trata de personas a ser pordioseros bajo el disfraz de procuradores del raquítico sostén familiar. ¿Ante quién denunciar con la certeza de que será receptivo y sensitivo al tema? ¿Cómo hacerle para que el Gobierno cree programas de futuro viable para esos niños? ¿Cuál esquema utilizar con los padres para que dejen de utilizar a los hijos como estrategia de mendicidad?
Son las preguntas que rondan en la preocupación de Claudia Beltrán y debieran asediar también la congoja colectiva hasta hacer un frente común que motive a instituciones de Gobierno y a las autoridades en sí a tomar cartas en el asunto. Intervenir entendiendo primero la mezcla de sentimientos que se involucran y buscar desde el humanismo las mejores respuestas y soluciones. Pongamos todos mano a la obra.
Reverso
Si los acerca el destino,
Para que les demos la mano,
Seamos padre y hermano,
De nuestros niños del camino.
Esperanza pertinente
Esos guerreros por la sobrevivencia que al rojo de los semáforos saltan solicitando una oportunidad, bien pueden ser mañana como los cuatro estudiantes sinaloenses que forman parte de la delegación que representa a México en la “7th Iranian Geometry Olympiad”. Vamos fuertes a la competencia internacional con Angela María Flores Ruiz y Axel Fernández Soto (nivel elemental), Víctor Manuel Bernal Ramírez (intermedio) y Karla Rebeca Munguía Romero (avanzado). Además, Sinaloa se coloca en el top ten del ranking nacional de la Olimpiada Mexicana de Matemáticas.