Los municipios y Palacio Nacional

29 agosto 2020

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Arturo Santamaría Gómez

santamar24@hotmail.com

 

En México estamos acostumbrados a pensar que en política todo se decide desde la Presidencia de la República. Que desde Palacio Nacional, antes en Los Pinos, se decide lo que sucede en las estructuras de Gobierno del País. Que el Presidente de la República es el responsable de lo bueno y lo malo de lo que sucede en la política nacional.

Es muy cierto que en un régimen político como es el mexicano el Presidente tiene un enorme poder, máxime si también es el jefe de facto del partido en el poder como sucedía con el PRI y como podría ser en Morena si este no se consolida como partido y, además, como partido democrático. Evidentemente, a pesar de su registro, Morena no existe como partido; es decir, carece de estructuras de funcionamiento real. Como esto no podrá cambiar de aquí a la selección de candidatos para 2021, Morena se encaminará a ser el partido del inquilino de Palacio Nacional, quien decidirá todas las candidaturas a Gobernador y muchas de las candidaturas a diputados federales y alcaldes. Y si este partido gana la mayoría de los gobiernos estatales y mantiene la hegemonía en la Cámara de Diputados, López Obrador tendrá más poder político que nunca, a pesar de la crisis económica en la que estará atrapado el País.

Al margen de lo anterior, salta la pregunta de hasta dónde la política municipal influirá en las elecciones del próximo año. Es decir, por más poderoso que pueda ser un Presidente, tanto en su partido como en las estructuras de gobierno, ¿hasta donde podrá impedir que pésimas administraciones municipales de su partido no influyan negativamente en los resultados electorales locales y estatales?

Si echamos un vistazo a cómo desde 1982-1983 el PAN empezó a acumular victorias electorales que lo llevaron a ganar la Presidencia de la República en 2000, veremos que fue a partir de ir ganando, sobre todo en el norte del País, elecciones municipales y después estatales. Es decir, fue en los municipios donde empezó a acumular capital político significativo. Los malos gobiernos municipales fueron debilitando al PRI porque es en los espacios locales donde la ciudadanía puede percibir con mayor cercanía y claridad la capacidad de gobierno de los integrantes de un partido o de una expresión política y fue ahí donde blanquiazules y después amarillos, e incluso verdes, se fueron fortaleciendo paulatinamente.

En la actualidad, vemos con los primeros gobiernos municipales de Morena, al menos en Sinaloa, pobrísimos resultados sino es que pésimos. No hablemos de obras públicas que han sido magras, al margen de que, sin duda, el bajo crecimiento económico y ahora la brutal crisis, de por sí los limitó. Hablemos tan solo de la operación política, de la capacidad de liderazgo, de la transparencia y del combate a la corrupción, estos dos últimos objetivos tan caros al ideario morenista.

Tomemos tan solo el caso de Mazatlán.

En este municipio muy tempranamente aparecieron nubarrones. Para empezar, se conjuntó un gabinete, salvo excepciones, muy opaco y constituido por desechos del PAN y del PRI, así como de familiares de la consorte de Torres Benítez sin ninguna trayectoria, o al menos poco relevante, en la administración pública.

En muy poco tiempo hubo conflictos y despidos, así como denuncias de malos manejos administrativos y financieros, y acusaciones de despotismo y nepotismo. Los medios y las redes sociales empezaron a dar un seguimiento muy puntual a lo anterior.

No obstante, desde un principio empezó a llamar la atención que en el mismo cabildo surgiera una voz que se hiciera eco de varias denuncias y añadiera otras. En efecto, la Síndico Procuradora, Elsa Bojórquez, quien ya había tenido una incursión muy digna en la Dirección de Ecología del Gobierno municipal anterior, empezó a cuestionar decisiones y procedimientos del Alcalde y de otros funcionarios del Ayuntamiento.

Con sus reacciones y declaraciones, el munícipe Torres Benítez parecía creer que la síndico era una empleada suya o que él la había nombrado y que podía deshacerse de ella, cuando la Procuradora simplemente cumplía con su papel de funcionaria electa y con el poder que le otorgan las leyes del estado.

No deja de llamar la atención que casi simultáneamente en otros Ayuntamientos, destacando los de Culiacán y Ahome, las síndico procuradoras también hacían denuncias en contra de sus alcaldes.

Al margen de que podría hacerse un análisis de género de lo que sucede con las síndico procuradoras en los tres municipios más grandes de Sinaloa, lo cierto es que, al menos en Mazatlán, Elsa Bojórquez ha insistido que lo único que ella hace es apegarse a Derecho, ajustarse a las funciones de su cargo y a hacer honor al ideario morenista, particularmente en el combate a la ausencia de transparencia y a la corrupción en la administración pública.

Con el ejemplo mazatleco, podemos ilustrar, por un lado, las contradicciones que se viven en los gobiernos morenistas, donde algunos quieren impulsar la agenda regeneradora del ideario de su partido, y otros, por cierto con muy poca habilidad, hacen lo mismo y peor que los gobernantes de otros institutos políticos.

Y, por otro lado, volviendo a la pregunta original, ¿los malos gobiernos municipales de Morena impactarán negativamente en el candidato a Gobernador y también los harán perder las alcaldías?

¿Podrá el poder presidencial y la imagen de AMLO, si es que resiste el tremendo embate mediático y político de sus opositores, volver a hacer el milagrito de llevar al triunfo a Morena en los municipios más importantes de Sinaloa?

Las encuestas seguían sosteniendo a AMLO y a Morena hasta antes del enjuague Pío-León. Esperemos qué dicen las próximas.