Los intervalos ciegos del jueves negro. El operativo, ni mal planeado ni frágil

Alejandro Sicairos
31 octubre 2019

""

alexsicairos@hotmail.com

 

Al caer la mentira del operativo improvisado y mal planeado para la fallida captura en Culiacán de Ovidio Guzmán López, y erigirse el temor a que el Gobierno vuelva a abandonarnos a expensas de la delincuencia organizada, el informe que el Presidente Andrés Manuel López Obrador presentó sobre los hechos del 17-10-19 es en realidad la línea del tiempo de incertidumbre ya transcurrido, con ampliación a los días por venir sin garantía alguna de seguridad a los sinaloenses.
Con todo y el despliegue gráfico y explicativo utilizado para ofrecer la versión oficial, se cuela la sensación de que el Gobierno no aprende a sincerarse con el pueblo. Quedaron al descubierto mentiras completas, puntos ciegos, verdades a medias y adaptaciones interesadas que durante semana y media aportaron al desconcierto. ¿Esta sí es la verdad?, fue la interrogación que se agregó a las preguntas que siguen sin respuestas.
La cronología presidencial sobre el “jueves negro”, remachada con el reclamo a líneas editoriales no cómodas para López Obrador, plantea la catarsis del Gabinete de Seguridad que pretende acelerar el borrón y cuenta nueva. No es el esbozo de un plan estratégico de la Cuarta Transformación contra el crimen que, una vez que ganó la batalla de Culiacán, corroboró la debilidad institucional.
Sí tiene tres aciertos: uno, el reconocimiento de los errores en contra de la costumbre de regímenes anteriores de esconderlos en las catacumbas del poder hasta que estos se evidenciaran por si solos al explotar la descomposición acumulada: dos, la reconciliación con el Ejército y Guardia Nacional después de señalarlos recurrentemente como los culpables de la captura y liberación de Ovidio Guzmán y, tres, darle la cara AMLO a la opinión pública sin designar a emisarios que llevan tatuada la desconfianza.
Pero también salen a relucir las mentiras. Por ejemplo, la excusa de la acción precipitada, fallida, con planeación deficiente, sin previsión de la capacidad de respuesta de la célula criminal y sin consenso de mandos superiores, solo se armó para justificar la decisión de dejar libre al hijo de Joaquín Guzmán Loera. Hubo organización, tiempo y personal militar suficientes en la preparación del golpe contra el hijo de Joaquín Guzmán Loera.
Otra invención derrumbada es que únicamente había participado en el operativo un piquete de militares de no más de 30 soldados cuando en realidad se involucraron más de cien elementos del Ejército y de la Guardia Nacional, unos efectuando la detención y otros participando en dos anillos de seguridad en torno al domicilio en el cual se realizó la intervención principal.
También el video del momento preciso de la detención exhibe la concesión otorgada a Ovidio Guzmán para que realice una llamada telefónica en vez de extraerlo de manera inmediata del lugar. ¿Qué no dicen los manuales policiales básicos que al detenido hay que inmovilizarlo, desarmarlo e incomunicarlo durante la detención? Además, si llevarlo al aeropuerto de la ciudad les hubiera tomado 20 minutos, qué ocurrió en el lapso negro desde la aprehensión a la liberación. ¿Qué tan mentira o tan cierto es que muy apegados a la ley los militares esperaban la correspondiente orden de cateo?
Es decir, la secuencia operativa develada ayer en la conferencia mañanera de López Obrador le añade titubeos adicionales a los muchos que provinieron desde Palacio Nacional durante y después de la crisis de seguridad pública en la capital sinaloense. Falta saber si la DEA, agencia antidrogas de Estados Unidos, tomó parte en el armado del plan frustrado y de ser así endosarle la parte de la afrenta que le corresponde.
Saber la verdad nada tiene que ver con la decisión del actual Gobierno federal de evitar la ley del talión o la vendetta que dice que el que a hierro mata a hierro muere. Lo fundamental, insistimos, es que nos digan con cuáles estrategias, fuerza pública y programa nacional de seguridad se va a garantizar que en Culiacán, en Sinaloa o en otra zona de México nunca se repetirá la hazaña del narco, fundada en el terror, contra la derrota del Estado, instaurada en la pusilanimidad.
Ayer el Presidente le apostó todo a la política, “que se inventó para proteger la vida, pero que ha sido menospreciada durante muchos años”, aunque ningún mexicano esté seguro de si esta es la fórmula que logrará que ninguna ciudad, estado o región sea rehén de los narcotraficantes y sus sicarios como lo fue la capital sinaloense el 17 de octubre. Lejos de ofrecer la certeza de la paz y en el desespero por adelantar la “verdad histórica” sobre el jueves negro omitió informar de las acciones que siguen para la reconquista del territorio cedido a los cárteles de las drogas.
López Obrador dice que en México “hay Estado de derecho” y que “no hay Estado de chueco”. Tiene que convencernos de ello en poco tiempo.

 

Reverso
Como madeja sin puntas,
El informe más anuda,
El embrollo de la duda,
Que motiva más preguntas.

 

Un Pinocho en Palacio
Quien de plano resultó ser toda una revelación como el gran hacedor de embustes de la 4T fue el Secretario de Seguridad Pública, Alfonso Durazo Montaño, a quien desde que sucedieron los eventos de violencia en Culiacán y hasta ayer que López Obrador presentó el informe, se le contabilizan hasta 20 mentiras que se sacó de la manga para salir al paso del jueves negro. Esa es la razón por lo que la opinión pública nacional lo señala como el favorito para dejar el Gabinete federal y ser el algo cercano al desagravio que el Presidente le ofrece a la tierra de los tres ríos cuyos cauces estuvieron a punto de colmarse con sangre.