Los distintos comportamientos humanos ante el aislamiento social en tiempos de Covid-19

Omar Lizárraga Morales
17 mayo 2020

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En estos días de confinamiento me permití releer el libro titulado “El zoo humano” (The human animal) del autor Desmond Morris (1969). Al repasar algunos apartados del texto sobre el comportamiento del “animal humano” y su analogía con el de los “animales del zoo”, identifico algunos comportamientos sociales durante el confinamiento en tiempos de Covid-19 que bien pueden ser explicadas desde sus páginas.
Ya mucho se ha escrito sobre el stress y ansiedad que nos provoca a las personas el estar aislado socialmente y permanecer en nuestras casas por ya dos meses. ¿Pero este stress qué puede provocar socialmente?
La agresión redirigida. Para Morris en el mejor de los casos éste es un fenómeno desagradable; en el peor, es literalmente letal. Puede observarse con claridad cuando se enfrentan dos animales en cautiverio. Cada uno de ellos quiere atacar al otro, y cada uno de ellos teme hacerlo. Si la despertada agresión no puede encontrar una vía de escape, entonces encontrará expresión en otra parte. Se busca una víctima propiciatoria, un individuo más pacífico y menos intimidante, y la ira reprimida es desfogada en esa dirección. No ha hecho nada para justificarlo. Su único delito era ser más débil y menos intimidante.
En los humanos ante el stress del aislamiento, suele ocurrir que una persona no se atreve a expresar abiertamente su ira hacia un dominante (autoridad de cualquier tipo o nivel). Se hallan en juego demasiadas cosas, tiene que redirigirla hacia otra parte. Puede incidir sobre sus desventurados hijos, su esposa o su mascota.
Desde la declaratoria de emergencia y confinamiento, la violencia contra mujeres y menores de edad dentro de los hogares aumentó en 120 por ciento a nivel nacional; 9 de cada 10 personas que fueron violentadas en el hogar son mujeres.
En el caso de los niños, niñas y adolescentes no es diferente. En tiempos de Covid-19, el panorama de violencia aumentó. El estrés por cubrir con las horas de trabajo a distancia, la incertidumbre económica de los padres como consecuencia de la pandemia, así como el cumplimiento de las tareas escolares en tiempos y horarios específicos no son una buena combinación. El Sistema Nacional de Seguridad Pública contabilizó más de 20 mil casos de violencia familiar en todo el país durante el mes de marzo, cuatro mil más que en marzo del año pasado. La redirección de la agresión parece dar una explicación para un gran número de casos.
Por otra parte la crueldad hacia los animales se ha hecho visible en recientes días. Llama la atención el caso de la Colonia Buenos Aires en Culiacán, en el que un perro al que nombraron “chuchito” fuera violentado sexualmente y perdiera la vida debido a las graves lesiones que sufrió.
El maltrato animal ha constituido, desde las civilizaciones más antiguas hasta la actualidad, una importante válvula de escape para la agresión redirigida. Tal vez respetemos hoy a los animales, pero todavía son nuestros subordinados, y, como tales, son objetos altamente vulnerables para la descarga de la agresión redirigida. Después de los animales, los niños son los subordinados más vulnerables y, a pesar de que en este terreno las inhibiciones son más intensas, se encuentran sometidos a una gran cantidad de violencia redirigida. Hay otro tipo de “agresiones por miedo”, éste tipo de agresión es una reacción que brota de profundas raíces primitivas, y cuando la agresión reprimida busca un objetivo, allí están los portadores de emblemas, literalmente dispuesto a asumir el papel de víctima propiciatoria (tal es el caso de la aberrante agresión hacia enfermeras y médicos).
Ahora bien, ante el aislamiento el ser humano pudiera estar “superestimulado”, así como “subestimulado”. Algunas personas sufren más por la situación que otras. Los primeros, aunque tengan ingresos económicos y dietas bien equilibradas, y estén perfectamente abrigados y protegidos, se volverán aburridos e inquietos y, por fin, neuróticos. En los segundos, puede aumentarse la intensidad de conducta superreaccionando a un estímulo normal.
En los zoológicos en que se permite al público dar de comer a los animales, ciertas especies aburridas que no tienen otra cosa que hacer continuarán comiendo hasta engordar en exceso. Habrán comido ya la dieta completa que se les suministra y no tendrán hambre, pero mordisquear es mejor que no hacer nada.
Los seres humanos podemos dedicarnos a la comida como recurso ocupacional, mordisqueando distraídamente chocolates y galletas para pasar el tiempo, y, en consecuencia, engordando más y más. O a beber, si las bebidas son abundantes y dulces se puede llegar a la obesidad; si espaciadas y alcohólicas, al hábito y, posiblemente, a padecer afecciones hepáticas. Fumar puede ser otro recurso para matar el tiempo, y también esto tiene sus peligros. Los hay también por otra parte, los que hacen mucho ejercicio. Desde esta perspectiva, ejercitarse es mejor que no hacer nada, aunque en exceso también es perjudicial.
Por otra parte, hay personas que durante el confinamiento pueden aumentar la creatividad. Si las actividades habituales son demasiado monótonas, el ser humano puede inventar otras nuevas. Pasamos aquí del terreno de las banalidades ocupacionales a los excitantes mundos de las bellas artes, la filosofía y las ciencias puras.
Éstas poseen el gran valor de que no sólo combaten eficazmente el subestímulo, sino que, al mismo tiempo, hacen el máximo uso de la más espectacular propiedad física del hombre: su gigantesco cerebro.
Tengo un amigo músico que me comenta que en este tiempo es cuando más creativo ha sido en la música. Otro amigo que está aprendiendo un nuevo idioma, otra que inventa recetas de cocina nuevas.
El libro de Desmond Morris en su tiempo fue criticado por no considerar los factores culturales propios del ser humano, que sin duda influyen en los comportamientos mencionados en este texto, pero su aportación nos permite entender el origen biológico de éstos.
¿Se identifica usted con alguno de estos comportamientos?
Es cuanto…