Los detalles de la vida
El acelerado vértigo de la vida actual no permite la beatitud de la pausa, el gozo, satisfacción y fruición del momento, la captación y disfrute de los pequeños detalles que colman de belleza y color el firmamento de nuestra existencia.
En muchas ocasiones nos perdemos en la maraña de ocupaciones, trabajos, pendientes y actividades que reclaman nuestra atención, sin descubrir las pequeñas y emotivas partículas que confieren sentido a lo que estamos viviendo.
La palabra detalle proviene del francés y significa “cortar en pedacitos”. Es decir, captar el valor de esas pequeñas cosas que confieren valor al todo. Por eso, se agradece cuando una persona es detallista y nos sorprende con algo valioso, aunque no sea costoso. Es más, el detalle no tiene que ser necesariamente un regalo material, basta con que se brinde una sonrisa, un gesto cariñoso y un reconfortante abrazo.
La filósofa Delia Steinberg precisó: “Sé cuidadoso con los detalles; no los desprecies por muy insignificantes que parezcan y por mucho que pasen desapercibidos ante los demás. Respétalos y respétate: respeta lo que tú ves y lo que tú sabes que debes hacer; respeta las cosas pequeñas escondidas en los rincones del tiempo o del espacio, pues ellas son el soporte invisible de las grandes cosas”.
Manuel Cruz, otro filósofo español, escribió un libro titulado “El ojo de halcón, cuando la filosofía habita en los detalles”, donde subrayó que los halcones escudriñan desde las alturas todos los detalles con gran nitidez, mientras que a ras de suelo no es capaz de percibir las cosas mejor que cualquier otro ser.
De igual forma, añadió, el filósofo desarrolla una especial capacidad para percibir los detalles que pasan desapercibidos. No ve mejor que los demás, pero sí desarrolla una peculiar sensibilidad.
¿Soy detallista?