Los ambientalistas seguimos salvando ballenas

Oceana
03 marzo 2024

Los esfuerzos por salvar a las ballenas en los años 70, cuando estaban al borde de la extinción, dieron origen al movimiento ambiental tal como lo conocemos hoy. No hay movimiento ecologista donde las ballenas estén ausentes de la discusión, buscando cambios en la política pública, tanto a nivel nacional como internacional, en beneficio de la protección del medio ambiente y el bien común.

En la actualidad, las poblaciones de estos cetáceos han experimentado una recuperación gracias a medidas como la detención de su caza y la formación de coaliciones para su rescate, presentes en la mayoría de los países del mundo. Sin embargo, estos gigantes marinos no han librado del todo la extinción.

Durante la temporada invernal, en la que las ballenas visitan nuestro hermoso México para alimentarse, amamantar a sus crías y acumular grasa para el invierno, es necesario recordar que otro asesino silencioso las amenaza: el cambio climático.

El desafío es mayúsculo, puesto que enfrentar la crisis climática requiere una respuesta innovadora, a gran escala, de largo plazo y multinacional por parte de científicos, conservacionistas y tomadores de decisiones, donde se aborden los factores y efectos perjudiciales a las poblaciones y especies.

Estudios muestran que las especies que tienen un rango de distribución más restringido, es decir, que se mueven en una menor porción del mar, son las que más sufren con los cambios de temperatura, ya que el rango que pueden tolerar es menor que el de aquellas que tienen una distribución más global. (1)

Estos cambios en la temperatura traen consigo la migración de algunas especies de peces y plancton hacia lugares más fríos, provocando variaciones en la disponibilidad de alimento para las ballenas. En el caso de la Antártida, donde se encuentra más del 50 por ciento de la biomasa de mamíferos marinos, el krill del que se alimentan algunas especies de ballenas ha disminuido hasta en un 80 por ciento en lugares del sur austral desde 1970, debido a la pérdida de hielo marino en invierno (Atkinson et al., 2004), pero también por la sobreexplotación del krill para producir alimentos y cosméticos. (2)

En perspectiva, el haber alcanzado un consenso mundial para salvar a las ballenas y lograr una moratoria para detener su caza comercial, como acordó la Comisión Ballenera Internacional, parece un juego de niños comparado con lo que nos cuesta pactar acciones contra la crisis climática. Esto hace que los esfuerzos anteriores por salvarlas parezcan estériles si no abordamos los cambios actuales en el clima del planeta.

Para que podamos seguir disfrutando de la visita de las majestuosas ballenas debemos enfrentar la crisis climática global y proteger sus zonas de alimentación y rutas migratorias. México es afortunado al contar anualmente con su visita, y para ello debemos avanzar en la protección del 30 por ciento de nuestro territorio mediante esquemas de protección como las áreas naturales protegidas.

Los movimientos a favor del ambiente seguirán salvando ballenas, está en el ADN de nuestra labor, pero para ello debemos impulsar, junto con la ciudadanía, una mejor protección y un cuidado real de los hábitats marinos y la disminución global de las emisiones de efecto invernadero, asegurando una transición energética hacia energías limpias de manera socialmente justa y sustentable.

Debemos exigir el cumplimiento de los tratados y acuerdos internacionales que, como país, hemos suscrito. Esta es la única forma de seguir salvando a las ballenas para que sigan visitándonos en nuestro rico y biodiverso México, al que tanto amamos.

El autor es Miguel Rivas Soto (@migrivass), doctor en Ciencias (ecología) por el Instituto de Ecología de la UNAM, y es director de la campaña de santuarios marinos en Oceana para México.

1. Boyd, I. L. (2002). Antarctic marine mammals. In ‘Encyclopedia of Marine Mammals’.(Eds WF Perrin, B. Wursig and JGM Thewissen.) pp. 30–36.

2. Atkinson A, Siegel V, Pakhomov E, Rothery P. Long-term decline in krill stock and increase in salps within the Southern Ocean. Nature. 2004 Nov 4;432(7013):100-3. doi: 10.1038/nature02996. PMID: 15525989.