Lo mejor...

Guillermo Osuna Hi
21 diciembre 2019

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osunahi@hotmail.com

 

A dos días de la Noche Buena, brindo con todos ustedes con el deseo de que estas fiestas sean exitosas y que la luminosidad de la temporada nos sirva de guía para alentar la solidaridad con nuestros congéneres, compartiendo, aunque sea un poquito de lo que hemos cosechado.

Entre las campanadas de alegría que suenan a lo largo de estos días, hay un tañido discordante. Me refiero a la reforma fiscal para el próximo año, la cual, ha sido tomada como el diluvio que viene por los contribuyentes y se ha extendido a nivel general, a ras de piso, por el tema del control de los plásticos bancarios y de otro tipo, como los de las tiendas departamentales.

Al respecto, comento que la vigilancia fiscal sobre nuestros ingresos y egresos no es nueva y lo único que está haciendo el gobierno de la llamada 4T, es afinar las medidas de control ya existentes y justo es lo que trae como contenido la normatividad fiscal para el 2020.

El tema fiscal se percibe como un asunto de los empresarios, de los arrendadores, de los prestadores de servicios y de alguna manera, de los trabajadores, pero la realidad es que a todos nos concierne, y bueno, esa equivocada apreciación conduce a cometer errores que se pueden traducir en impuestos, multas y recargos.

Establece la norma que la ignorancia de la ley no exime su cumplimiento, es por ello que tenemos que ajustar nuestros gastos a los ingresos formalmente percibidos y declarados; esto implica que no necesariamente tenemos que dejar de utilizar los plásticos bancarios o de créditos de consumo, pero eso sí, el balance entre depósitos, gastos y abonos a nuestras deudas debe estar dentro del umbral de lo que se recibe, de otra manera, se nos originará una discrepancia fiscal generadora de impuestos, sanciones, y en una de esas, hasta el inicio de una causa penal.

Por supuesto, la reforma fiscal que viene ha dado pie para que los opositores del actual gobierno desaten en su contra una feroz campaña, acusándolo hasta de terrorista fiscal, atreviéndome a asegurar que una buena parte de la masa discordante, es evasora de sus obligaciones fiscales.

Si como ciudadanos comunes queremos evitarnos tragos amargos brindados por el SAT o en el extremo, por la Unidad de Inteligencia Financiera, van algunas recomendaciones, sin pretensiones de ser asesor fiscal, ya que hasta este servicio se puede tipificar como delito. Van algunas situaciones.

De entrada a las autoridades hacendarias les causan picazón los depósitos bancarios en efectivo, operación que es muy común, por ejemplo, depósitos a hijos estudiando fuera de nuestra residencia; apoyos a padres o familiares. De ser el caso, es recomendable recurrir a las transferencias bancarias y siempre tener bien documentados los movimientos realizados, para en su caso, tener la probatoria necesaria ante un eventual reclamo de la autoridad.

Una situación frecuente es el sacar créditos a nuestro nombre a favor de un tercero, sin pensar que los abonos que este realice se acreditan a nuestras salidas de dinero. Haga lo posible por evitar esta práctica. Más vale pasar la pena de decir no al solicitante que sufrir apuros ante el riguroso ojo fiscalizador.

Conozco casos de familias que conforman un fondo común para enfrentar eventualidades médicas, y para ello, abren una cuenta a nombre de uno de los miembros, quien ante los ojos del avieso recaudador, es un sujeto que percibe ingresos. De ser el caso, hay que formalizar dicha organización familiar sugiriendo que se acuda a un abogado fiscalista para que se documente el objeto del fondo familiar y su forma de operación, así como la designación del representante común.

Son detalles que pueden sonar exagerados pero más vale correrlos; también puede parecer alarmista si les digo que el incontenible fisco tiene muchas asideras para detectar nuestros gastos, una de ellas, por ejemplo, son los consumos de energía eléctrica.

Lo mejor para estar en paz con el fisco, es cumplir con las obligaciones contributivas que nos corresponden y no hacer cosas buenas que parezcan malas. ¡Feliz Navidad!