Listas para compartir
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SinEmbargo.MX
Cada año que pasa me interesan menos las listas que agrupan a los mejores libros del año, pese a que, en algún momento, yo mismo elaboré algunas. Supongo que mi reticencia hacia ellas obedece a cierta desconfianza. Si bien todos sabemos que una selección de diez, cincuenta o cien libros sobre los otros obedecen a la subjetividad y a las limitaciones de quienes las hacen, me parece que, cada vez con más frecuencia, quienes enlistan lo hacen menos considerando elementos estrictamente literarios. Es llamativo constatar cómo, por ejemplo, muchas de las listas nacionales incluyen, sobre todo, libros publicados en la segunda mitad del año (no sólo de este 2019, sino de varios anteriores). Es claro que esto se debe a que nuestra memoria no tiene la potencia necesaria para ir a rescatar el poemario que salió en librerías cuando apenas despertaba el año pero ése debería ser el compromiso de los enlistadores.
Existen ejercicios más interesantes, como el que llevó a cabo El País, al consultar a varias decenas de expertos sobre los mejores libros publicados en lo que va del Siglo 21. La lista es interesante pero también se nota un sesgo, al menos idiomático. Al ser, en su mayoría, personas relacionadas con España o con su industria editorial, el listado incluyó un alto porcentaje de libros publicados por autores de esa región. A ello se suma, por supuesto, la accesibilidad de los libros de parte de los votantes. No sabemos si en algún país africano se escribió una gran novela a la que no tuvimos acceso. Incluso con un marco de referencia similar (yo también leo, en su mayoría, esos libros de los que hablan en el listado), es difícil estar por completo de acuerdo con los resultados pero, a diferencia de una lista elaborada por una sola persona, la suma de subjetividades nos acerca a la objetividad.
En este sentido, la lista me interesa como un referente. No sólo como la posible recomendación que significan las inclusiones de los libros que no he leído, sino como un ejercicio que me permite comparar mis propias opiniones con las de ese grupo de expertos. Es evidente que no coincidimos, no podría pensar en ello. De hecho, ni siquiera entre ellos lo hacen. Lo interesante será discutir, aunque sea en mi fuero interno, por qué me parece más relevante uno que otro. O más literario.
Vuelvo a las listas nacionales. Por un asunto de oficio, sigo leyendo muchas de las novedades que se publican en el país aunque, confieso, el ritmo de publicación puede más que mi velocidad de lectura y no todo me invita a leerlas. Me doy cuenta de que envejezco, por otra parte, porque me interesa releer algunas cosas, volver con los clásicos, tomarme el tiempo para exprimir el goce de la lectura más allá de las obligaciones. Entonces descubro que este año he leído tantas novedades como libros de otros años (más o menos recientes). Me parece que, en términos generales, lo mejor que leí está ahí, en los anteriores, recientes sí, pero no de este 2019. Eso me impide, por pura decencia, elaborar mi propia lista de libros.
No desconfío del todo, lo confieso. Algunos críticos me convencen y también amigos con los que comparto gustos. En contraparte, detesto los algoritmos que creen saber lo que me gusta (¡como si yo mismo siempre lo supiera!). Así que acudo a las listas buscando esas pequeñas recomendaciones que suelen colarse en ellas, que no forman parte del consenso plagado de libros muy vendidos ni publicados en los últimos meses o arropados por una gran campaña publicitaria. Y recaigo en mis contradicciones: a fin de cuentas, una lista es una recomendación, una guía que bien puede servir a otros a la hora de la incertidumbre en la librería. Así que no reniego del todo. Bienvenidas sean. Sobre todo, las que están hechas con rigor y sinceridad.
Mis deseos para el próximo año, para mí mismo y para los demás, en términos de lectura es que nos topemos con ese libro que aparece cada tanto y es capaz de cimbrarnos hasta lo más profundo. Da igual si aparece o no en una lista dada. Ojalá en 2020 nos topemos con él.